Cómo atraviesan las crisis económicas los espacios culturales LGBT

Autogestión, transformación y participación comunitaria fueron algunas de las estrategias generadas desde los centros culturales para su supervivencia.

BUENOS AIRES, Argentina. Los centros culturales de acogida para la diversidad sexual atravesaron los embates de la pandemia a través de redes, reinvenciones y una comunidad fiel que funcionó de apoyo. También, trabajando “a destajo”. Hoy, con una inflación interanual del 71% en Argentina a julio del 2022, continúan en funcionamiento con dificultades. Mantienen la convicción de abrir sus puertas para sostener “un lugar de encuentro”.

Impulsores de distintos centros culturales LGBTIQ+ resaltaron a Presentes la importancia de estos espacios. Desde allí construyen por fuera de lógicas “heterocis patriarcales”, desde el cooperativismo, las redes, la prueba y el error. Por eso apuntan a la necesidad de apoyos para continuar con su funcionamiento.

Pangea, cooperativa cultural.
Foto: María Chara

Una cooperativa con orgullo

Las distintas camadas que pasaron por Pangea durante sus 16 años de existencia aportaron a la identidad de la cooperativa cultural. Ubicada en la calle Laprida 289 de San Miguel de Tucumán, el colectivo de trabajo autogestionado por sus trabajadores funciona como bar cultural, “de los pocos que quedan en la provincia”.

“Nosotros hemos podido sostener este proyecto con estas características tan heterogéneas por la lógica de gestión que tenemos. Seguimos creyendo en sostener las manifestaciones culturales distintas y locales, especialmente, más allá de que por ahí no sea ahora una propuesta redituable”, dicen. 

Quienes hablan son Guida, Tahiel, Elisa y Carmen. Pertenecen a la última generación que comenzó a trabajar en Pangea, desde hace 6 años. “Somos una camada mucho más ‘orgullosa’, donde la mayoría de les compañeres que la conformamos somos maricas, lesbianas, trans, travas”, explicaron a Presentes.

La cooperativa surgió en 2008 con el objetivo de generar una fuente de empleo con una dinámica de trabajo “mucho más horizontal”, sin patrón. También, con el eje no solo puesto en la recaudación de ganancia, sino también en el desarrollo personal de sus integrantes. “Una de las características más importantes es la no alienación de nosotres como personas, en cuanto al momento de venir a trabajar”, señala una de sus integrantes.

Bajo esta lógica pudieron sobrevivir a varias crisis. La gestión de gobierno macrista y la pandemia de Covid-19 las atravesaron con serias dificultades. “Pensamos en que lo íbamos a mantener vivo como sea. Hubo meses en los que hemos cobrado realmente muy poco y además trabajando a destajo. Hicimos un exceso de horas laborales de las que teníamos planeadas porque queríamos sostener el espacio a como dé lugar”, recordaron sobre ese momento.

Bar cultural Pangea, San Miguel de Tucumán.
Foto: Lau Vallejo

Crisis, pandemia y comunidad

La pandemia trajo condiciones difíciles para el mantenimiento de las industrias culturales y creativas en los países del Mercosur y América Latina. En este sentido, se vieron afectados 2.6 millones de puestos de trabajo y se estimó una pérdida en ingresos y ventas del 80% entre julio y noviembre del 2020. Así lo remarca la Evaluación del impacto del Covid-19 en las industrias culturales y creativas, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 2021.

Un elemento fue crucial para el desenvolvimiento de Pangea en este contexto: “Hemos tenido una respuesta de la comunidad que fue de gran apoyo. Estuvo abierta a colaborarle al espacio en momentos en el que las ventas eran muy pocas. La gente elegía comprarnos buscando sostener este lugar y este proyecto”, contaron.

A medida que se fueron aflojando algunas medidas socio-sanitarias, las ventas fueron aumentando de a poco. Sin embargo, la situación de muches artistas continuaba siendo precaria. Así fue que idearon una propuesta de forma colaborativa: “Nosotres pusimos el espacio y elles mismes (les artistas) se organizaron y armamos una vereda sanitaria. Cortamos la calle, pusimos una veredita, y había voz, recitado, teatro, baile, música. Eso hizo que se reactive de alguna forma la movida artística. Fue un proceso muy importante para toda la sociedad en la capital tucumana”, contaron.

Pangea, Tucumán.
Foto: Jean Micod.

Bar, cultura y militancia LGBT

Pangea es “un lugar de encuentro”, dicen sus integrantes, mientras recuerdan que allí se planearon las primeras Marchas del Orgullo de la provincia. “Buscamos generar trabajo y tratar de sostener un espacio libre de violencias, que sea seguro para todo el colectivo y quienes quieran venir”, coincidieron.

Actualmente, la situación del bar continúa siendo difícil. “El reclamo histórico de las cooperativas -explicaron- siempre va a ser la falta de salvataje estatal. Cuando estamos en los momentos de crisis más álgidas, por lo general los salvatajes salen hacia empresas privadas, monopolios, y el sector de la economía popular queda pensado simplemente en planes como el Potenciar Trabajo, que resultan insuficientes para sostener una empresa como esta”.

El cumpleaños 16 de Pangea.
Foto: María Chara.

Una contribución a la cultura local

En el Alto Valle de las provincias de Neuquén y Río Negro surgió en el 2019 una iniciativa cultural itinerante: Alto Valle Diverse. “El nombre surge con la intención de hacer hincapié en nuestra región y en cómo habitamos con nuestras identidades el que es nuestro territorio”, explicó a Presentes le gestore cultural y productore audiovisual y teatral, además de integrante del espacio, Sole Caballero.

La iniciativa surge de un grupo de activistas que se empezó a preguntar muchas cosas. Coincidieron, todes, en la necesidad de trabajar sobre tres ejes. Por un lado, la accesibilidad a la cultura y al arte que tienen las personas LGBTINB+ en ese territorio; por otro, la falta de empleo que tienen les artistas en la región; y, por último, la contribución al circuito cultural y artístico que hace el arte que realizan.

“Nuestro quehacer cultural como personas LGBTINB+ visibles jamás será como el de las personas cis heterosexuales: nos atraviesa un mundo distinto y estamos convencides que desde ahí aportamos otras formas, otras ideas, otro quehacer cultural al circuito artístico”, sostuvo Caballero.           

Diverso e itinerante

Por el momento, Alto Valle Diverse funciona de forma itinerante ya que no cuenta con un espacio propio ni un financiamiento que permita costearlo. Los talleres de teatro, música y canto, fotografía y Lengua de Señas Argentina funcionan en diferentes lugares a través del armado de red y distintas retribuciones con otros espacios culturales. “Cuando esto nos falla, siempre hay compañeres dispuestes a poner sus casas para garantizar la continuidad de nuestros talleres que son gratuitos, para personas LGBTINB+”, contó Sole.

Estas actividades fueron posibles por la gestión cultural que llevan adelante. Se presentan a distintas convocatorias del Ministerio de Cultura de la Nación como el programa Gestionar Futuro y el Fondo Desarrollar 3. También gracias al vínculo con organizaciones como la Red Nacional 100% Diversidad y Derechos y el Fondo de Mujeres del Sur. Sin embargo, no han podido articular con áreas municipales ni provinciales, advirtió Caballero.

Los dos años de pandemia fueron muy difíciles para el grupo. “Solo podíamos pensar, gestionar y llevar módulos de alimentos a la mayoría de nuestres compañeres. Los fondos adquiridos fueron mayormente utilizados para ese fin”, contó Sole. Comenzaron a hacer talleres, conocieron la modalidad virtual y de repente este espacio se convirtió “en la compañía, el estar con otros y el sostén emocional de muches de nosotres”.

El grupo pronto pondrán en marcha una serigrafía en modalidad de cooperativa de trabajo, en el marco del programa Producir del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación. “Nos dará el sustento necesario y autónomo al espacio y también la posibilidad de generar empleo a varies de nosotres”, apuntó Caballero.

Un bar por la visibilidad lésbica

En el 2019 también abrió sus puertas el primer centro cultural lesbo-feminista de la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe. Se trata de La Vulvería, emplazada en un local ubicado en el pasaje Fabricio Simeoni 1158, cedido por el municipio.

“Uno de los objetivos centrales de La Vulvería es lograr la visibilidad lésbica, construyendo estrategias para superar los conflictos y superar desigualdades por orientación sexual y expresión de género”, dijo a Presentes María Eugenia Sarrías, trabajadora social e integrante de Lxs Safinxs, la organización detrás de La Vulvería. 

Estrategias para fortalecer redes

Entre sus actividades más importantes, el espacio lleva adelante capacitaciones en oficios para jóvenxs en sublimación y diseño gráfico con el apoyo de Santa Fe Más. También una investigación sobre vínculos sexo-afectivos lésbicos que contó con el apoyo del Fondo Mujeres del Sur. Además de la biblioteca Mirta Rosemberg, que tiene entre 80 y 100 libros de temática lesbo- feministas.

El aislamiento pandémico reestructuró el espacio. “El duro contexto hizo que tuviésemos que cambiar las estrategias para poder dar respuesta a las necesidades de nuestro colectivo. Por ejemplo, fortaleciendo las redes y articulaciones entre espacios y activistas LGTBI”, señaló Sarrías.

“La realidad es que hemos hecho cuestiones de autogestión, pero no nos alcanza como para resolver la cotidianidad del espacio. Está siendo muy difícil. Tenemos a nuestro favor que no tenemos que pagar un alquiler. Si tuviéramos que hacerlo ya hubiéramos desaparecido”, graficó María Eugenia sobre el día a día del espacio cultural.

Hacia la formación

La pandemia también mostró la precariedad de los espacios culturales independientes en la Ciudad de Buenos Aires. De marzo de 2020 al mismo mes de 2021, el 85% de estos lugares no pudo cubrir los gastos mensuales de su funcionamiento. Además, para marzo del 2021 el 56,9% estaba endeudado. En tanto, la masa trabajadora pasó de ser 2.107 personas que colaboraban de forma permanente a 1.436, es decir, una reducción del 30%. Los datos se desprenden del “Panorama de los Espacios Culturales Independientes de la Ciudad”, del Centro de Estudios Metropolitanos.

Casa Brandon, ubicada en el barrio porteño de Villa Crespo, es uno de los espacios culturales del colectivo LGBTIQ+ “más sólidos” en la ciudad en cuanto a estructura. Sin embargo, para Lisa Kerner, une de les fundadores y co-directore del espacio, estos años fueron “demoledores y muy angustiantes”. 

“Fue de supervivencia total. Tanto en términos de cómo subsistir económicamente, pero también de cómo seguir teniendo actividades y presencia en la comunidad. Para quienes estamos a cargo de la gestión de todas esas actividades y de la responsabilidad de generar esos recursos fue un desafío que nos costó carísimo”, sostuvo, en diálogo con Presentes.

También reconoció que trabajaron “como nunca antes”. “La casa estaba cerrada, pero para sostenerla tuvimos que aplicar a otros fondos que no tenían ya que ver con el quehacer de Casa Brandon como centro cultural. Nos movimos hacia campos de acción nuevos que nosotres no habíamos laburado, como los proyectos de formación”, contó. 

En ese sentido, el espacio participó en la creación de la Escuela Popular de Géneros Brandon-Mocha y la campaña ESIgualdad, junto a Amnistía Internacional y el Ministerio de Mujeres Géneros y Diversidad. A su reconversión sumaron, además streamings, una de las primeras actividades que hicieron en el espacio cuando aún no podía haber público. 

Un espacio trinchera

En estos momentos, Casa Brandon continúa “recuperándose”, pero la situación económica del país afecta al espacio en gran medida. “La inflación impacta… Hay algunos fondos a los que aplicamos en julio del 2020 que cobramos el 60% y todavía nos falta cobrar el 40%. Esa plata viene recontra devaluada y los fondos no se actualizan conforme a los índices de inflación”, explicó Kerner.

Sin embargo, también siente que “están mejor gracias a la conformación de la cooperativa”. Esta matrícula, como otras entregadas a grupos musicales y espacios culturales, fue posible en el marco de un convenio entre el Ministerio de Cultura de la Nación y el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES).

“La cooperativa trajo una idea de gestión distinta, cooperativista, donde las decisiones podemos tomarlas entre todes y también en consonancia con la misión de Brandon, que es alejarse de las lógicas heterocis patriarcales”, sostuvo Lisa.

La razón de ser de Casa Brandon tiene que ver con “brindarle a les artistas un espacio de ejercicio de posibilidad, de ensayo y de error, con equipamiento profesional donde puedan desenvolverse de la mejor manera”. El espacio no solo se piensa destinado para personas LGBTIQ+, sino también para “todas, todos y todes”.

Para Lisa, todo proceso en el cual los reclamos se transforman en ley requiere de un acompañamiento cultural. “En ese sentido me parece que Casa Brandon funciona como espacio trinchera pero también como motor de proyectos, de asociaciones. Por ejemplo, el Frente Nacional por la Salud de las Personas con VIH se formó en Casa Brandon y hoy logró la nueva ley de VIH”. 

“Creemos en el arte y la cultura como una potente herramienta de transformación social”, concluyó.

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