Mujeres campesinas de Misiones recuperaron las tierras de una forestal para producir sus propios alimentos

Luego de una ardua lucha, Productores Independientes de Piray consolidan su producción libre de agrotóxicos. Garantizan trabajo y soberanía alimentaria.

8 de agosto de 2022
Concepción Oviedo
Edición: Maby Sosa

MISIONES, Argentina.  En la ex ruta 12 de Piray de la Misiones de Argentina se encuentran unas 100 familias de la organización PIP (Productores Independientes de Piray). Allí, donde luchan hace más de 20 años, las mujeres tuvieron un rol central para expropiar tierras donde producir alimentos. También lograron retroceder 300 metros de la comunidad a la transnacional forestal Arauco que anteriormente se ubicaba a apenas 70 metros.

La organización se encuentra ubicada en la provincia de Misiones. En la zona, el 70% de las tierras estarían en manos de la empresa Alto Paraná Arauco (APSA), la forestal más importante de Argentina, y una de las mayores de América Latina. Pertenece al grupo chileno Celulosa Arauco y Constitución S.A. Frente a esa poderosa empresa transnacional se organizaron y se levantaron las mujeres de PIP, hoy una experiencia exitosa en la lucha por la tierra.

PIP hoy garantiza alimentación libre de agrotóxicos.

Un lugar para soñar

Pequeños Productores Independientes de Piray cuenta con local propio en donde reciben a sus visitas y realizan las reuniones. La primera imagen que nos recibe es la de un soleado día de invierno. Un hermoso lapacho rosado en flor desbordaba su belleza y robaba toda la atención. Al lado, un mural pintado resalta una mujer dando a luz una semilla en un paisaje campesino que hizo retroceder al monocultivo de pino.

Si bien la PIP es una organización mixta, fueron las mujeres las que tuvieron un rol central al luchar para que retroceda la transnacional forestal y expropiar las tierras. Miriam Samudio, una de las lideresas de la PIP, es madre y luchadora histórica de la comunidad. Con una voz tranquila, pero con la fuerza de sus años de lucha nos cuenta la historia de su comunidad. Con ella se encuentran también sus compañeras: doña Cristina Vallejos, su hija Mariela Zacarias, Silvia Acosta, Belén y Vilma.

El espacio de la organización se caracteriza por un mural que simboliza el retroceso de la forestal.

Mujeres solas, mujeres productoras

Miriam cuenta que apenas a 70 metros de las casas se encontraba el monocultivo de pinos de la transnacional forestal Arauco. No sólo arrinconaba a la comunidad sino también significaba un gran peligro para la salud de las familias por las fumigaciones con agrotóxicos. Ante esta situación y la imposibilidad de producir alimentos e incluso conseguir trabajo, recuerda cómo sus parejas, padres, hermanos e hijos en edad de trabajar tuvieron que irse a Corrientes, Delta y Buenos Aires para lograr poner un plato de comida en la mesa. En ese duro contexto las mujeres se quedaron a cargo de sus familias, solas. Hecho que se repite constantemente a causa del avance del modelo extractivista.

“En el 2002 nos quedamos las mujeres, las mamás y con el tema de salud que era lo que más nos preocupaba. Empezamos a juntarnos en la salita de primeros auxilios en las CAPS (Centros de Atención Prioritaria de Salud), en las reuniones de las escuelas y así es como comenzó nuestra organización”, explica Miriam.

Cuentan que no desistieron nunca de las gestiones. Alrededor de 49 mujeres convencidas de que la única forma de permanecer en su territorio y lograr una vida digna era lograr que Arauco retroceda. “Para eso vendimos dulces, loterías, y organizábamos bailes para juntar recursos para las gestiones. Aún nos faltan 117 hectáreas por recuperar”, señala Cristina, quien, entre risas, dice que también los bailes eran para que ellas pudiesen bailar.

Las mujeres del PIP son quienes lograron organizarse y recuperar las tierras.

La ley que devolvió las tierras

En 2017, accedieron a tierras mediante una ley de expropiación. La Cámara de Diputados votó por unanimidad y después de mucho trabajo de lobby, acompañadas de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), esta organización de base logró avanzar sobre una poderosa transnacional, y conquistar así por ley un pedazo de tierra para producir alimentos.

“Somos una organización de pequeños productores de Puerto Piray. Hace más de 20 años veníamos luchando contra los agrotóxicos y los mares de pinos que nos acorralaban. Éramos afectadas más de 300 familias, la mayoría somos mujeres y así comenzó esta lucha», recuerda con emoción Miriam, que cada vez que recuerda la historia de su organización suelta algunas lágrimas.

“Hoy ya somos una asociación civil, una cooperativa. Tras muchos años de manifestaciones, de mesas de negociaciones, de cortes de ruta, de denuncias públicas y de varios acontecimientos, logramos una ley provincial de compra o expropiación que se aprobó en Cámara de Diputados por unanimidad. En 2017 nos entregan una primera etapa de 116 hectáreas que por ley nos pertenece”, afirma.

Rendir homenaje en memoria de una compañera

Las mujeres no pudieron evitar recordar a Eduarda Recalde, a quien describen como una gran compañera. Ella fue la primera vicepresidenta del PIP en el 2007. Cristina, Miriam y Silvia, cuentan que en el proceso de reconocimiento legal debían rubricar el libro de acta de PIP, entonces Eduarda se ofreció a realizar la tarea. Implicaba ir hasta Posadas, capital de Misiones, aprovechando que tenía una familiar que vivía allí y podía recibirla mientras hacía las gestiones. 

“Sin saber escribir, ni leer mucho, Eduarda agarró ese compromiso con todo ese coraje y la convicción de poder desafiarse a sí misma. La jueza no quiso recibir el libro porque faltaba una nota, entonces Eduarda no se achicó, no reculó. Le preguntó qué debía decir, pidió una hoja y una birome y ahí intentó expresar a una persona jurídica. Puso su nombre, que es la vicepresidenta y que necesitaba rubricar los libros. Entregó la nota y volvió con la tarea cumplida. Eso para nosotras es un ejemplo”, cuenta Miriam, mientras las demás asienten entre risas y lágrimas.

Eduarda, empezó a tener problemas de salud. Se cansaba, se asfixiaba y le costaba respirar. Fue diagnosticada con una infección en los pulmones producto de un cáncer en estado muy avanzado. Murió poco tiempo después sin presenciar la expropiación de las tierras por la cual tanto había luchado. Para rendirle homenaje, en memoria de su lucha y resistencia ejemplar, la primera etapa de las 166 hectáreas de tierras conquistadas lleva el nombre de Eduarda Recalde.

Ganar un pedazo de tierra para producir: el sueño de familias campesinas

La transnacional forestal Arauco aún ocupa grandes extensiones de tierra en la Provincia de Misiones. Las lideresas de PIP demostraron que nada es imposible. Hoy cuentan que muchas mujeres de la comunidad se unieron a la organización. También se van sumando sus hijas, hijos, familiares y sus parejas. 

Con las 116 hectáreas avanzaron con los pinos, la poderosa imagen en la comunidad es esa: el avance de la comunidad Puerto Piray por encima de la empresa Arauco. La primera cosa que las pobladoras y pobladores observaron es que pudieron recuperar el paisaje, la luz, elementos que antes eran inimaginables. “Hoy es más pareja la participación de hombres y mujeres. En la toma de decisión somos mayoría las mujeres que llevamos adelante el compromiso de mejorar nuestra calidad de vida”, enfatiza Miriam.

Las familias comenzaron el proceso de recuperación de las tierras para la producción, la tierra colorada de la zona es muy fértil. No pasó mucho tiempo para que lograran sembrar y cosechar mandioca, zapallo, maní, hortalizas. Decidieron un modo de producción agroecológico, para garantizar alimentos sanos. Y también como un claro posicionamiento en contra de la producción con agrotóxicos, que daña la vida de las personas y la biodiversidad.

Fueron creciendo tanto que hoy no solo producen para autoconsumo, sino también para la renta, con precio justo y accesible para otras familias de la zona. Ofrecen su producción en feriazos, verdurazos, mandiocazos, como denominan al intercambio.  Llevan la producción al pueblo de Puerto Piray con tractor, camioneta; arman bolsones de alimentos, los cuales no tienen precio. En las ferias locales donde también participan ofrecen la producción, pero con un precio justo y accesible para las familias. Esa una de las características propias de la producción agroecológica.

Un futuro en la tierra propia

Otra de las preocupaciones de la comunidad era crear oportunidades para garantizar la permanencia de la juventud, que se veía obligada a dejar su comunidad en busca de oportunidad de acceso al colegio secundario o trabajo. “Con un corte de ruta de un mes logramos abrir un colegio secundario en Economía y Gestión. Logramos que jóvenes permanezcan en la comunidad”, señala Mariela Zacarias, atenta a su hija, que jugaba alrededor de ella.

Para ellas es claro que aún deben luchar por lograr las hectáreas de tierras que les corresponden por ley y forman parte de las siguientes etapas. El nuevo proyecto productivo es la producción de yerba mate. El objetivo es que en unos 4 0 5 años puedan cosechar y generar de esa forma puestos de trabajo principalmente para la juventud. A la par las mujeres también producen hortalizas en un vivero, donde se encuentran mudas de lechuga, remolacha, pepino, rabanitos, perejil, acelga y plantas medicinales.

“Como mujer es un logro muy grande tener esta oportunidad de estar viva todavía. Cuando comenzamos a luchar, mi papá decía ojalá me permite ver y en el 2017 cuando nos entregan la primera etapa, él ve cómo se echaban los pinos, cómo la máquina de la empresa Arauco iba llevando los pinos, iban quedando esas parcelas con muchos gajos, pero libre de las plantaciones de pino. Y a mí también me agarra eso, la alegría. Como organización decíamos que nos inundó la alegría revolucionaria y ver cómo esos pinos empezaban a correrse de nuestras casas, para nosotros significa esperanza. Significa vida, poder producir y trabajar la tierra. Decir qué semillas, qué alimentos poner en ese pedazo de tierra. Poder cosechar y brindar a mi familia y a mi comunidad también. Para mí encierra la madre tierra que nos da la vida”, concluye Miriam.

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