Poemas lesbianos de salida del clóset: una antología necesaria
"Alguien muerde el extremo de su nombre" es una antología de poesía lésbica urgente y necesaria, recién publicada en Argentina.
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“Las cigarras también pasan la vida muriéndose de hambre en pos de su deseo”, expone Anne Carson. Y nos abre una pregunta que se perfila de soslayo: ¿qué otres se esconden en ese “también”?
Las cigarras, dice Carson, son felices con su elección de vida-como-muerte y la única actividad a lo largo de sus vidas es la persecución de su deseo. Por supuesto, esas cigarras de las que habla la autora existen solo en la literatura y su trabajo es rescatarlas de las líneas perdidas de un tiempo histórico —una temporalidad heterosxual— que las condenó al olvido. Así, afirmamos que existen entre-textos con una fuerza avasallante pero que surgen en momentos en los que no se atreven a ser leídos. Textos que dejan una marca a través de los años para que, cuando llegue el momento preciso, alguien pueda volver a ellos y encontrar, entre sus líneas, un gesto, una palabra inaugural, un secreto a voces escondido durante siglos. Textos que nos permiten decir “este libro fue necesario, gracias a este libro ahora podemos decir esto”. La antología Alguien muerde el extremo de su nombre es uno de esos libros.
Esta es, si no me equivoco, la primera antología argentina de poemas lesbianos de salida del clóset, un movimiento de apertura y de bienvenida a la erótica, el deseo y el amor lesbiano en la historia de la literatura de nuestro país.
Pero además, este es un libro acerca de cómo la escritura es (re)apropiada por poetas lesbianas de todo el país para (re)insicribirse en la memoria y en el presente, para (re)producir sus propios discursos, sus propios cuerpos y sus propios deseos. El gesto de reunir estos poemas y de publicar este libro es una re-acción, una respuesta política contra la educación heterosexual que propone el ocultamiento, el confinamiento y la vergüenza como regímenes de (in)visibilidad para las disidencias sexogenéricas en el campo de lo social. Contra ello, los poemas que guardan estas páginas echan luz sobre múltiples experiencias de vida lesbiana, moviendo constantemente los centros y las periferias del deseo, hasta llegar a construir nuevos relatos de amistad y de amor. Son discursos que (re)escriben los paradigmas de la educación sentimental con los que fuimos creciendo y proponen nuevos marcos de inteligibilidad con los cuales leer el mundo a través de una mirada lesbiana. Y es que la poesía, como expone María Zambrano, “ha sido, en todo tiempo, vivir según la carne”.
Lo contemporáneo, lo disruptivo
Pasada agua sobre el puente podemos preguntarnos, ¿qué tan disruptivo es lo contemporáneo? O planteado de otra forma, ¿basta con que algo sea contemporáneo para que sea disruptivo? En el presente, el pensamiento heterosexual (y su heteronormatividad constitutiva) sigue instalado en el sentido común como el lugar de “lo natural” en gran parte del pensamiento nacional. Y como todo resabio del discurso de la naturaleza que prevalece en la cultura, pretende ser una interpretación totalizante y universalizante de la realidad, negando y rechazando las existencias sexogenéricas que se apartan de esta norma. Esta idea también aparece en algunos de los poemas de la antología: “la mesa se vuelve hielo, / él no entiende / cómo nunca tuve novio / si ya soy adulta, algo no encaja / en la ecuación que dibuja / en su mente”. Hay algo que no encaja en el pensamiento heterosexual. Imagino, desde la (im)posibilidad de la nostalgia, que este libro llega a las manos de une adolescente nacide en una provincia del interior a principios de los años 90. Pienso en cómo los versos de este libro van entrando a través de sus ojos hasta llegar directo a su corazón. Siento cómo, una vez instalados ahí dentro, una voz le habla a esa persona que apenas y entiende lo que le pasa en el cuerpo, en el sexo: no sos le primere, no sos le únique, tampoco vas a ser le últime. Acá estamos, somos muches. Como bien lo dice uno de los poemas de este libro: “Al final los miedos / nunca son tan grandes / como los imaginamos”.
Estamos de acuerdo. Lo contemporáneo, solo por contemporáneo, no es disruptivo. Esta antología, en cambio, es una fuerza que irrumpe los resabios de un discurso conservador que subsiste en el presente y se alza en contra del pensamiento heterosexual propuesto como único discurso posible. En palabras de Alicia Genovese, “la poesía resiste el achatamiento de la percepción, la rutina de ver lo mismo, y propone nuevos enfoques, nuevas versiones de lo real activadas por la carga o la descarga subjetiva de quien escribe”. Creemos que ahí donde la heterosexualidad se sitúa como obligatoria, como dominante, existe también la posibilidad de elaborar discursos de la desobediencia para la ruptura de esa dominación. La fuerza de estos poemas está en la (re)apropiación del texto poético como una tecnología de escritura puesta al servicio de narrar distintas subjetividades y experiencias lesbianas de manera situada, federal, fragmentada. A partir de estos poemas de salida del clóset, les lesbianes realizan una crítica a ese contrato heterosexual que aparece como natural y logran sustituirlo por nuevos contratos posibles, reforzando el poder de las derivas y reparando en la potencia de las fallas. Esa potencia transformadora late en cada uno de los poemas de este libro: “No sé aún si llegaremos a sublevarnos en un puente veneciano / pero el beso sabio que quebranta la norma / poco discretas, muy ruidosas / sin pedir permiso / con un calor de fuego nórdico / encenderá todas las sirenas burócratas de los bomberos”.
Algunas consideraciones
La primera. Como toda propuesta literaria, esta antología no puede ser ajena a la historia que hace posible su existencia. Propongo una recapitulación breve que comienza a fines del siglo pasado. En 1978, durante la conferencia anual de la Modern Language Association en Nueva York, Monique Wittig expuso un texto titulado El pensamiento heterosexual y concluyó con la frase “las lesbianas no son mujeres”. No es casual que, también en 1978, Adrienne Rich escribiera el ensayo Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, propuesto para publicarse en el número sobre sexualidades de la publicación Signs, y que al igual que El pensamiento heterosexual, fuera publicado en 1980. Una década más tarde, el coletazo de estos escritos se sentiría en Argentina. Estos se vieron reflejados en la publicación de los Cuadernos de Existencia Lesbiana, impulsados por Adriana Carrasco e Ilse Fuskova. Los Cuadernos fueron la primera publicación visiblemente lésbica del país. Allí se recolectaron diversos testimonios y experiencias lesbianas que dan cuenta de que siempre estuvimos ahí, allá y aquí. Fueron vendidos públicamente, por primera vez, en la manifestación feminista del 8 de marzo de 1987 en la Plaza Congreso por compañeras lesbofeministas que se colocaron cintas lilas en la frente con la leyenda “Apasionadamente Lesbianas”, a pesar de que durante un tiempo, muchas feministas y lesbianes que vivían en el clóset ofrecieron cierta resistencia a esta visibilización. Esta antología es heredera de esos trabajos. En un ejercicio de tradición feminista nacional e internacional, Alguien muerde el extremo de su nombre propone al texto poético como un lugar donde ensayar nuevas formas posibles de nombrar lo lesbiano.
En segundo lugar, siento necesario aclarar que esta antología no tiene una pretensión universalizante de estas experiencias, sino que por el contrario, se construye desde un pensamiento situado, centrado en la vivencia concreta de les lesbianes que a lo largo y ancho del país decidieron compartir sus poemas con la editorial y hacerlos públicos como un gesto de salida del clóset. Aquí, a diferencia de lo que ocurre en gran parte de los discursos académicos, les lesbianes no son objeto de estudio sino narradores de sus propias experiencias, de sus propias vivencias del cuerpo lesbiano y de sus propios deseos. Con este gesto, les lesbianes asumen la complejidad de la palabra y su fuerza vital para visibilizar una zona posible desde la que hablar: la poesía.
Inclusivo para qué
Finalmente, decido escribirnos desde el lenguaje inclusivo y con la letra “e” para dar cuenta de que las existencias lesbianas no son unificables. No quiero, con ello, reducir el género a una sola expresión posible, invisibilizar las infinitas maneras de nombrarnos lesbianas, ni dejar fuera a las lesbianas que se identifican como mujeres ni a los que se identifican como masculinidades, ni a aquelles que forman parte del inmenso espectro que existe entre la feminidad y la masculinidad. Elijo escribirnos desde la “e”, también, para respetar el extenuante camino que las disidencias sexogenéricas están haciendo sobre sus lugares de enunciación y por los infinitos espacios de existencia que están creando por fuera del binomio genérico hombre/mujer. Considero que escribir con “e” es, por ahora, un boicot a la norma.
Por todo esto, Alguien muerde el extremo de su nombre es una antología urgente y necesaria. Pero es, también, el comienzo de un extenso camino. Queda pendiente la gestión de una serie de antologías que, estoy segura, vendrán a continuación. Antologías sobre experiencias maricas, travas, trans, intersex, no binaries. Antologías que den voz a las especificidades que atraviesan cada una de estas identidades. Este es solo el primer paso para que ningune otre niñe crezca pensando que está sole, que es le únique, que no hay nadie más como elle. Que no piense que debe elegir entre lo normal o “lo otro”. Pero también es un libro que se nos ofrece a nosotres, quienes sí tuvimos que elegir y elegimos desencajar, quemarnos y arder en el fuego, como una especie de reparación histórica. O como dice aquel poema: “Que me devuelvan / lo que ese día / en la escuela pública / una monja invitada / a defender el orden / me dio a elegir: / normal al cielo / lesbiana al infierno / y yo, tan amiga del fuego / preferí arder”.
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Quiénes escriben
Este texto es el prólogo de «Alguien muerde el extremo de tu nombre».
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