Cuentos LGBT+ desde los márgenes de América latina

El colectivo Cuarto Mundo y Cuadernos del Lavadero lanzan "Putx l q lee", un libro de trece cuentos donde se reconstruyen historias de exilio, pasiones y violencias.

ASUNCIÓN, Paraguay. “El texto al borde, con poco margen o en el margen mismo, como son nuestras vidas”, dice el poeta Edu Barreto, uno de lxs escritores publicadxs en el libro Putx l q lee. El cuaderno/baño/exilio es el resultado de una convocatoria a cuentos impulsada por el colectivo Cuarto Mundo, los productores del podcast Puto el que lee, Omar Beretta y Niqo Martínez, y el proyecto editorial del diseñador Paolo Herrera, Cuadernos del lavadero.

La pandemia fue como una fiesta en la que de repente prendieron la luz. “Vos pensá que yo estaba un día bailando en el teatro Mandril en un recital de Sudor Marika, todas en tetas chivados, dándonos besos y tomando coca con fernet y al día siguiente te dicen dos metros de distancia, tapabocas y por poco casco para salir a la calle. Eso fue, para todas las formas de disidencia, un mazazo porque las calles, los espacios públicos, los baños, los boliches fueron históricamente nuestra trinchera”, cuenta Omar en diálogo con Presentes.

El colectivo Cuarto Mundo, una plataforma que produce y difunde contenidos sobre las expresiones de la identidad sudamericana no-heteroconforme, cumplió un año en pleno encierro obligatorio y, como muchos espacios autogestionados tuvo que re-pensarse.

Armar un corpus

Paolo se acercó a Puto el que lee y propuso que, junto con Ediciones del Lavadero, trabajaran en un ejercicio colectivo. Putx l q lee busca reflejar la fusión entre la literatura y las diversidades sexuales, a través de relatos producidos durante la pandemia de la Covid-19.

En su mayoría, los cuentos fueron escritos por distintas personas de la diversidad sexual y de género, algunos son autorxs consagradxs y otrxs publicaron por primera vez.

En esta edición participaron: Elian Cabrera, Fabián Alvarez, Arture Davila, Ferny Kosiak, Belén Rofrano, Analia Bustamante, Frank García, Sebastián Figueroa, Patricia Requiz Castro, Eduardo Barreto, Lucas Alcázar, Clara Ferguson y Luis Francisco Palomino. 

Cuando el encierro propició los encuentros con los espejos o, como titula uno de los cuentos, a las paredes les brotaron ojos, el baño apareció como oasis en medio de la homofobia. Omar sintió que recuperó la sensación metafísica del encuentro cuando recibió esos textos como granizo en la pandemia. 

“Los cuentos llegaron llenos de regionalismos, de limeños, de uruguayxs, de Centroamérica, de entrerrianxs, de paraguayidad, de la porteñidad al palo, del pasado, del presente. Llegó en un momento en que estamos peleando el castellano neutro, en que no reconocemos ninguna autoridad en la Real Academia Española, en que estamos reterritorializando y resignificando cuál es nuestra lengua”, reflexiona.

Leerse a sí mismx

“¿Cómo afina una orquesta que no comparte partitura? Desafina. Y esto es lo hermoso de este libro”, relata Omar. Si bien estos textos no fueron pensados para coserse en un tejido colectivo, emergieron como un coro de desobediencias crepitantes. En este primer volumen aparecen cuatro grandes puntos de contacto: la salud mental, el encierro, la identidad y la dictadura. 

“La alarma y la locura de un nuevo virus en el mundo no es poca cosa para las personas LGBTIQ+ que sabemos de pandemias, que nos han dicho que somos contagiosas, que somos una amenaza”, dice Paolo.

Politizaron el “peyorativo” Puto l que lee y ubicaron al lector en el lugar de quien se lee a sí mismx. Pero que también se escribe y se narra a sí mismx. Por eso, los cuentos se presentaron a la convocatoria no solo como textos sino también en audios con las voces de lxs propixs autorxs.

En el libro hay cuentos de Paraguay, Argentina, Uruguay, Bolivia, Perú y capaz de algún otro país también, pero no se acuerdan porque no pensaron únicamente en territorios ni en cuentos LGBTI.

La convocatoria fue de temática libre y lxs seleccionadxs fueron “votadxs” por la audiencia a través de su canal de YouTube donde cargaron los cuentos narrados.

La selección y curaduría de los textos estuvo a cargo de Omar Beretta, Niqo Martínez y Paolo Herrera. La corrección y cuidados a cargo de la poeta Fachu Aguilar.

Letras e ilustraciones

La narrativa visual que acompaña a los cuentos, mediante la producción gráfica de collages, dibujos y fotografías del artista James Muriel sirven de hilo entre los relatos y la conceptualización gráfica que se conjuga en el tratamiento social del cuerpo.

La representación del baño como uno de los ámbitos más íntimos de la vida humana pero que, sin embargo, se ha ido relegando cada vez más a la trastienda del trato social. 

“El proceso de creación del libro, fue muy divertido y ecléctico. Con Paolo teníamos encuentros en su casa en Sajonia, íbamos como leyendo y releyendo los cuentos tratando de encontrar una manera más simbólica de acercarnos a las historias a través de las imágenes, pero, a la vez, crear un link entre nuestra imaginería. Para mí es un espacio de encuentro que buscaba un modo no tan acartonado, académico, tradicional de mostrar estas historias”, relata James. 

“Las correcciones de cuidado van por la naturaleza de desobedecer las normas, los usos del lenguaje y los signos de puntuación. Tratamos de mantener eso en todo momento y de intervenir lo menos posible en los textos originales propuestos por les autores. Claramente, hay una línea que desobedece los preceptos de la RAE y que toma el lenguaje para construir mundos imaginarios”, expresa Fachu.

El baño, un lugar para colarse de la heteronorma

Cuando Omar aprendió a leer encontró una frase escrita arriba de un urinal en un baño público. «Puto el que lee» decía, y pensó: ‘¿El que lee esto se convierte en puto o las personas que leen son todxs putos?’. Yo pensé que la lectura era una calidad inherente a la condición de ser puto», dice, entre risas.

Ese baño oracular, un día les reveló su destino y los baños públicos se volvieron lugar de encuentro para ellxs también. En las estaciones de tren, en los boliches, en los bares, en los cines, en los saunas, y resonaron memorias de clandestinidad o ilegalidad en las teteras durante las dictaduras. 

Los baños públicos son un referente obligado para el sexo dentro de la comunidad gay y tienen una historia que se remonta a siglos atrás. El cuerpo es un fenómeno sociocultural con historia, está inserto en una trama de sentido y significación. Es materia simbólica, objeto de representación y producto de imaginarios sociales. 

“Las paredes de los baños públicos han sido siempre en mis recuerdos lugares de muchísimo posicionamiento político”, cuenta Fachu Aguilar. “Ahí la gente expresa sus ideas, donde pululan muchas groserías, donde convergen declaraciones de amor con fuertes denuncias, donde, cada tanto, hay quien se da permiso de dibujar genitalidades, de hacer algunas odas al cuerpo, desobedecer algunos preceptos o, incluso, insultar a las autoridades”. 

Una trinchera interna

El sociólogo polaco Norbert Elias define al proceso civilizatorio como la regulación más estricta del comportamiento, un aumento del autocontrol, un avance de los “límites de la vergüenza” y la exclusión de las necesidades corporales de la vida pública. Recuperar al baño como lugar de encuentro, de fiesta, y también como el lugar al que unx va con su amigue a contarse secretos. 

“Es el lugar en el boliche al que unx va a vomitar, a llorar o a chupar una pija. Significa recuperar ese espacio que el heterocapitalismo lo quiere como un lugar sucio, cerrado, apartado, alejado, donde hacemos cosas que no son públicas”, sigue Omar. El cuaderno se presenta como un cuaderno blanco, inmaculado, sin tinta en la tapa más que un gofrado con el relieve de un urinario.

A medida que unx avanza a través de las hojas-pasillo, las paredes se van poblando de significantes. Los muros visibles e invisibles en Putx l q lee arrebatan la mirada a lxs lectores y las ponen en esos lugares “privados” o de “auscultación”. El baño es el más íntimo y es, quizá, por esa misma razón, trinchera de las personas LGBT. 

“La poesía es la vida misma como entrar a un baño para orinar, defecar, tener sexo. El baño es un umbral, como lo es decirnos y abandonarnos en la poesía que dejan nuestros cuerpos. Cuerpos que no encajan, y que no quieren, luego en este mundo que no”, explica Edu Barreto. 

Pero, como relata James, el baño también es un espacio de vulnerabilidad donde pueden experimentar discriminación. “Pueden ser espacios que adoptemos como sacralidad o protección y también espacios de peligro. Creo que cada vez también no solo estamos tomando las calles, sino que estamos tomando los baños a través de la inclusividad”. 

Según expresa Niqo Martínez, la erotización de estos espacios no pasa necesariamente por la cabeza de unx niñx, sino que se construye a partir de una narrativa prohibitiva. La comunidad trans todavía tiene vigente una disputa con respecto a su identidad dentro de los baños.

“La construcción del sujeto heterosexual, forzadamente, muchas veces, implica cierto nivel de voluntad de borramiento de una cantidad de rasgos identitarios que todxs sabemos que no se pueden borrar simplemente evitando que suceda”, enfatiza Niqo.

Considera que esa noción de la violación en el baño o el baño como un espacio necesariamente erótico se construye a partir de una narrativa conservadora, no una narrativa LGBT precisamente.

“Nosotrxs creemos que en la construcción de la ficción hay una reapropiación. Hay una construcción de un vínculo de quien escribe con ese espacio narrado porque al fin y al cabo nosotrxs vivimos en un mundo donde no somos tan conscientes, pero en el que todo gira en torno a la ficción”, sigue Niqo. 

Memorias 108 de la pandemia

“Así, allá a lo lejos suena y se ve llegar la proclama que rezamos como nuestra novena de 108 noches: Para todes, todo”, concluye el prólogo de Putx l q lee.

“Ya que no podemos poner la lengua en la lengua del otre. Entonces, por lo menos estos textos se fueron acoplando en una especie de felicidad orgiástica literaria que nos ayudó a pasar el chubasco”, refuerza Omar.

Las palabras torta, trava, puto, marika fueron una prisión y luego ya no. La reapropiación es el camino que eligieron las diversidades para amarse en los espacios en los que quisieron confinarlxs.

El baño era el único lugar en el que podían hacer ejercicio de su libertad, especialmente, durante la dictadura y los años que vinieron después, en los que se jugaban la vida.

La presentación del libro está prevista para el viernes 10 de junio a las 20 horas en La Serafina, espacio cultural feminista (Asunción, Paraguay). 

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