Femimutancia: “Es importante poder empezar a contar nuestras historias desde nuestro lugar”

Su última novela gráfica, “La Madriguera”, ganó el Premio Estímulo a la Escritura 2020 de la Fundación Proa. Completado en solo un año, este despliegue de ilustraciones algo grotescas y fascinantes explora su vínculo con su madre.

BUENOS AIRES, Argentina. El mismo nombre lo indica: lo que define a la obra de Femimutancia, también conocidx como Jules, es el cambio, ya sea en su propia identidad o en sus vínculos. Con cuatro libros y un fanzine publicados, su obra, muy atravesada por elementos autobiográficos, busca replantearse las relaciones que sostenemos en nuestras vidas.

También le permite, como contará a Presentes, “transformar el trauma de turno en otra cosa y transformarme yo también en ese intermedio”. Sin embargo, su estilo es característico e inconfundible, una marca de obra consistente. Con ilustraciones detalladas, pero algo monstruosas, Femimutancia camina la fina línea entre lo fascinante y lo incómodo en cada cuadro. Esto, sumado a la clara influencia del cine y la animación que acompaña su obra, hace que leer sus novelas gráficas sea como poner una película y no poder despegar los ojos de la pantalla.

– ¿Cómo surgió la idea de “La Madriguera”?

-La idea surgió a partir del concurso de PROA que se había lanzado en octubre de 2020. Había que mandar un proyecto de libro que podía ser de cualquier tema, pero donde estuviera sí o sí el tema de la pandemia. Venía pensando que quería hacer una especie de autoficción sobre mi vínculo con mi madre y decidí aprovechar la posibilidad del concurso y ya que estamos usar la pandemia como recurso narrativo.

-La pandemia está presente pero no es la historia, es más bien el contexto. ¿Cómo lo pensaste en ese sentido?

-Lo pensé así y también un poco como la primera etapa cuando recién empezó la pandemia que en realidad nadie sabía nada. No había tanta información o había demasiada, pero nada muy preciso entonces al principio lo viví pensando que capaz en una semana se acababa el mundo, así que traté de tomar esa sensación. Usé eso como cuestionamiento de la realidad y la situación particular del personaje que tiene que asumir ciertas cosas de ese vínculo con su madre. Al mismo tiempo, ese vínculo puede ser trasladado hacia otras personas y no necesariamente hacia la madre.

-Al principio del libro, el personaje atraviesa una especie de portal. ¿Cómo se te ocurrió esa imagen?

-Creo que parte un poco de la ficción que hacemos cuando no queremos asumir algo. En mi primer libro, Alienígena, el personaje es más solitario y al final te da a entender que se va a otra dimensión. Entonces tomé un poco eso, la clásica de cuando querés escaparte de un tema y la vida te está sobrepasando y pensás que te irías a otro país en la otra punta del mundo, pero en realidad por más que lo hagas esas problemáticas van a seguir estando ahí. Vos no vas a cambiar. Entonces lo que quería plantear con ese portal y usando a la pandemia de excusa es que no importa si estás en la realidad o en otra dimensión, vos seguís siendo esa misma persona. Depende de uno cómo puede enfrentar ese tipo de situaciones, tu cabeza es siempre la misma.

-Me pareció muy interesante el uso de la música, cómo el personaje va cantando mientras anda en bici. Le da un soundtrack a un tipo de narrativa que no lo tiene.

-Totalmente. Es un poco eso, tratar de darle otra dimensión a determinadas situaciones que a mí me pasan, como cuando voy en la bici o cuando empiezo a caminar y automáticamente necesito escuchar música. Eso a mí me traslada a otros lugares también, entonces la idea era un poco eso de la otra dimensión.

-A lo largo de todo el libro hay algo muy cinematográfico de planos que se mueven todo el tiempo, como si estuvieras ubicando la cámara en distintos lugares. Pero la conversación del final con la madre está congelada en una sola imagen. ¿Por qué?

-No estaba muy decidida de cómo iba a manejar esa parte para que no quedara aburrido. La conversación final ya sabía cómo era, pero no sabía qué era lo que iba a estar haciendo el personaje en la terraza. Yo estaba de viaje en Colombia y estábamos parando en una casa que tenía las paredes medio descascaradas. Fui a la terraza a sacarme fotos hablando por teléfono para tomar referencias de la luz del sol. Cuando vi las paredes descascaradas dije es esto; es como el personaje que se está sacando esas capas. Me parecía visualmente muy interesante también, está en movimiento, pero está estático también.

-¿Te parece que ser abiertamente no binarie y hacer arte es una forma de militancia en sí?

-Creo que es importante poder empezar a contar nuestras historias desde nuestro lugar. Eso hace que otras personas se interesen también. A mí me pasa que ahora soy no binarie, pero durante mucho tiempo me identificaba como mujer, y de pronto las historietas en las que yo encontraba personajes femeninos estaban pensadas y dibujadas por cis varones en su mayoría heterosexuales. Entonces cuando yo leía esas historietas no me identificaba con esos personajes, porque era una historia de una identidad siendo contada por otra identidad. Sí siento que hay una visibilización más grande pero tampoco sé muy bien cuánto hay de eso. Queda muy Buenos Aires centrista decir que hoy en día las cosas son diferentes porque en cuanto te alejas un poco de esta urbe no sé cuánto cambiaron las cosas en realidad.

– ¿Cómo definirías tu estilo? ¿Qué emociones buscás despertar?

-Quiero despertar que sea un poco incómodo, que tenga algo de nostalgia pero que tenga algo de refugio al mismo tiempo.

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