Fiestas de fin de año de trans y travas: un meme viral cambió los planes de Gabriela
"La Navidad se trata de eso para las travas: vivir un recuerdo hermoso para atesorar". Relato de no ficción de Alma Fernández.
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Gabriela se despertó soñando villancicos. Esos que le cantaba su mamá cuando todavía vivía en Lima, Perú. Gabriela esperaba todo el año este día porque en ese día de fiesta su madre le daba un beso en la mejilla y le perdonaba todas sus locuras. Ese día Gabriela volvía ser niña, a contar el secreto mejor guardado a todos. La Navidad era como un cariño para ella. Tanto le habían enseñado a disfrutar de este día que era una costumbre en su vida.
Con el tiempo Gabriela creció y sus costumbres fueron trans-cambiando tanto que fue empezando a sentir a su alrededor el desamor por la Navidad. Y un día Gabriela se fue de Perú, aunque sabía que migrar a la Argentina era ir a parar a una esquina. Con el mismo valor con el que dejó su tierra, se las ingenió para sobrevivir de la prostitución y convertirse en puta, ama, esclava, conejita y colegiala. Entendía y naturalizaba que ese destino no era para ella una elección sino una imposición.
Las costumbres navideñas de Gabriela seguían vivas cuando se cruzaba con alguna trava amiga migrante de su tierra como ella, que entendía el valor cultural de celebrar la Navidad en su Lima natal. Ahí es donde Gabriela volvía a ser niña trans y a recordar su casa, su ciudad, sus ventanas llenas de sol, las compras para un montón, el calor y el amor, mucho amor.
Así que un día de diciembre Gabriela lo planeó todo. Quería volver a sentir profundo cómo nace el niño dios. Iba a preparar chocolate caliente , a comprar confites, caramelos, una torta de cuatro leches, un mantel de colores y lleno de flores. Quería invitar a todas sus compatriotas peruanas para compartir la alegría de su sentir este día. Quería ponerse un buen vestido blanco con unos buenos tacos.
Gabriela tiene 36 años. Sabe que había superado la expectativa de vida de las travestis, sabe que llega un momento de la vida en que ningún recuerdo esta salvo, por eso decidió darlo todo este día. La Navidad se trata de eso para las travas: vivir un recuerdo hermoso para atesorar. Empoderada y contenta saltó de la cama , se fue al baño a lavarse la cara, agarró el celular y se sacó una foto que después subió a un estado de Whatsapp. Feliz y sonriente, a cara lavada, escribió: «FELIZ NAVIDAD PARA TODES».
Sacó sus ahorros, se maquilló, se puso una calza roja. Agarró la bolsa de las compras y salió en busca de todo lo que quería. La calle en Buenos Aires estaba fresca, había sol, la gente corría para conseguir todo lo que necesitaba para llenar las mesas.
Gabriela caminó por la avenida Pueyrredón buscando el vestido, compró unos vinos, buscó un buen perfume, mandó un giro de dinero a su familia. Se sentía plena, contenta y con ganas de ser feliz. En su teléfono las notificaciones de los mensajes sonaban sin parar. “Son los clientes que me llaman”, pensó. Pero no quería distraerse de lo que le faltaba comprar. Se refrescó con un arroz con leche hecho por las doñitas que venden con las conservadoras en las veredas porteñas y se sentó a disfrutar de ese manjar en las escaleras de la estación de trenes de Once.
Cuando leyó lo que pasaba en el teléfono, su humor se transformó en enojo. Alquien había hecho un meme con la foto que ella había subido a la mañana. Era una imagen de su cara, le habían dibujado barba y le habían puesto unas palabras que se burlaban de ella. El maldito meme se había viralizado en los distintos grupos. Las travestis se le reían, se burlaban. Las lindas, las feas y las perfectas. Hasta las trans mas cercanas le decían: «¿ya viste el ultimo meme? Son terribles los chongos!”. Con el dolor de preguntarse por qué por momentos somos tan malas, Gabriela quería saber quién había sido. Empezó a averiguar , buscó una aplicación en las redes que le mostrara donde había empezado esa cadena. Quería saber si había sido desde un número argentino. Pero si descubría que era desde un número de otro país, sentiría que se moría. Hubo un instante en que todxs eran culpables, sus primas, la mamá, su primo que maneja perfectamente las redes, las amigas más viejas, las travas pendejas.
Dejó de hacer compras y volvió a su casa. El sol se apagó para ella, el viento se tornó caliente, le sudaban las manos y le latía fuerte el corazón. Se quedó mirando al piso y abandonó la navidad soñada. No podía entender a su comunidad, quería decirle al mundo que en donde ellos ven risas y burlas, ella veía tristeza, así se sentía. Apagó el celu y cuando abrió la bolsa de las compras decidió pasarla sola. Se desganó. A las nueve de la noche el meme era viral en las redes. No quería cocinar para comer sola. Se fue a acostar pensando en la navidad de las travas pero se despertó por el ruido de los cohetes. Nunca pudo saber quién fue la persona que hizo un meme con sus sueños navideños. En su caso, ser víctima de ciberbulling fue en cierto modo como ser crucificada virtualmente para abandonar la navidad. A medianoche se levantó de la cama, se lavó la cara, se maquilló y salió a la zona roja a trabajar de la prostitución.
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