¿Quién vela por les activistas de derechos humanos? Del cuidado colectivo al autocuidado

Para reflexionar sobre activismo, enfermedad pero también vías de sanación Presentes conversó con dos activistas y una funcionaria sobre las dinámicas internas de los movimientos sociales y de lo que significa defender derechos humanos.

Las crisis constantes Guatemala junto con la defensa de derechos humanos tiene como protagonistas a los defensorxs del territorio, de pueblos originarios y de las personas LGBT+.  En pandemia esto saltó a la vista pues frente a la falta de respuesta del Estado hubo que contener las urgencia de estas poblaciones. Esto tuvo un impacto fuerte en lxs defensores, quienes además de la covid, sufrieron – y sufren- problemas de salud física y mental por estar en la primera línea.

Dorotea Gómez Grijalva : defender derechos humanos desde el Estado

Dorotea Gómez Grijalva es una poeta lesbianafeminista y escritora maya kiché guatemalteca de 45 años nacida en Santa Cruz del Quiché. Vivió una infancia y adolescencia afectadas por el conflicto armado interno en Guatemala, experiencia que analiza en la mayoría de sus obras. Actualmente es Defensora de la Mujer en la Procuraduría de los Derechos Humanos por su experiencia de más de 25 años defendiendo derechos humanos de las mujeres.  Dorotea no se considera activista pero sí una mujer revolucionaria que le apuesta a la libertad de las mujeres, su plenitud y a la  lucha por “una sociedad mundial más justa”, incluyente, amorosa y más libertaria con las mujeres de todas las edades, orígenes y diversidades.

Para Dorotea es más importante la manera en que vive y da el ejemplo de su lucha por los derechos, su proyección política, profesional y espiritual más que ponerse una etiqueta. Aunque no resuena con el concepto de sanación apuesta por el dialogo y la necesidad de como mujeres podamos entrar en conexión con nosotras mismas.

“Que no nos olvidemos de nosotras, que somos humanas, que necesitamos tiempo para nosotras mismas, para atender nuestras necesidades, conflictos, retos internos e inquietudes. Porque yo no me considero enferma, no estoy enferma de nada, estoy buscando una manera de entrar en equilibrio entre las dimensiones de mi ser: espiritual  emocional, física y racional”.

Amalia Jiménez Galán: “La sanación tiene muchos nombres”

En cambio, Amalia Jiménez Galán quien nació en España pero que actualmente vive en una casa ubicada en la montaña, en territorio maya kaqchiquel, en un lugar que  luego fue renombrado como Santiago Sacatepéquez en Guatemala (a 32.5 kilómetros de la ciudad) cree que la sanación tiene muchos nombres y se le ha etiquetado tanto.

Comenta que aunque no es de origen indígena se afirma como una mujer “vetonia mayanizada”. Adoptada por la región de Vetona, defensora de pueblos originarios, de la diversidad sexual y que ha nacido espiritualmente en tierras mayas de Iximulew de Paxil Cayalá (nombre del lugar donde se originó el maíz según el Popol Vuh, el libro sagrado de los K’iche’s) y que luego de la colonización se llamó Guatemala.

Hoy tiene 50, pero inició su activismo a los 21 años al hacer un viaje a Bolivia en la selva amazónica donde vio situaciones.

“En ese sentido a mí no me molesta la palabra activista ni para mi propia vida ni para otras, yo lo considero como un sinónimo de una persona que es defensora de los derechos humanos. Podría decir de mi caso particular por ejemplo que yo no he hecho otra cosa en toda mi vida desde que tenía 21 años”.

Amalia afirma que cuando el activismo se convierte en un ir de una lucha a otra, en correr de una presión a otra, actuar por actuar y no hay transformación interna, allí la palabra activista ya no le gusta tanto. Cuenta su experiencia en la Asociación de Derechos Humanos de España donde por muchos años militó y se dio cuenta que en ella se había instalado el odio hacia el mundo europeo capitalista, blanco, superficial, desconectado de la vida y dedicado a la producción de consumo que iba poco a poco lacerando su alma y corazón. Cree que la solidaridad es una práctica que puede ayudar a sanar estas emociones que pueden llegar a contaminar la esencia de las personas.

“Necesite un tiempo de separarme de ese activismo para verlo un poco en la distancia y allí fue que pude asimilar que dentro de todas estas miserias, violencias, estas situaciones críticas había una inmensa solidaridad que entre todas las personas que conformábamos esas redes de apoyo había confianza…”.

Gabriel Álvarez: sobre activismo y psicología  

Gabriel Álvarez es un hombre trans de 32 años, psicólogo de profesión enfocado en investigación. Es parte del primer colectivo de hombres trans Trans-Formación que se fundó en Guatemala. Dice que ser activista para él es reconocer los límites entre el trabajo profesional y el activismo pero que son dos realidades que no dejan de atravesarlo, es ser referente no por ego sino por tener esa disposición de tratar de ayudar o de abrir brecha.

Gabriel habla acerca del “Sindrome del quemado” o “born out” en el activismo, una situación que al vernos sumergides  y enraizades en problemáticas propias no nos permite distanciarnos y pareciera que tenemos un trabajo de 24 horas los 365 días. También habla del trauma Vicario  que es cuando la situación traumática no le ocurre al activista pero la vive tan de cerca o la ve tan seguido que puede desarrollar un trastorno de estrés postraumático.

Que los problemas que atacan a otros pares te llegan a pegar bastante fuerte porque el nivel de compromiso que se asume y el estilo de vida creo yo que si provoca malestar y también es el estar constantemente dándonos cuenta de lo hostil que puede ser este contexto para algunas poblaciones como nosotros”.

Álvarez comenta también sobre el “Manifiesto de la ternura radical”. Es un activismo “que busca ir con la espada desenvainada. A pararse enfrente y mostrar sus vulnerabilidades no desde la herida sino desde el comprender que se es humano y no hay ser humano en la tierra que no haya atravesado por algún dificultad”.

Sugiere que para un mejor autocuidado y cuidado de les otres es importante contar con redes de apoyo verdaderas, reconocer nuestros límites y marcarlos. Tener espacios donde poder hablar de nuestros afectos y afecciones, comprender que somos seres relacionales que necesitamos de las, los les otres y no solo estar en la defensa de la vida sino también exigir esas necesidades de estar y de vincularnos.

“Nosotres (las disidencias) tenemos una historia de desvinculación porque hemos sido excluídes y la teoría del reconocimiento nos dice que necesitamos un lugar de pertenencia pero sino lo empezamos a construir nosotres tampoco vamos a salir de ese mismo espacio”.

Estos eventos traumáticos que pueden sucederle a activistas,  pueden construir fortalezas en las personas y potenciar herramientas al hacer escuchar la voz, fortalecen el carácter haciendo a las personas más fuertes al comprender la causa por la que se cree.

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