«El feminismo tiene más recursos que la mayoría de culturas políticas para tratar los derechos de los animales»
Rosi Braidotti, filósofa y cartógrafa de ideas, no se considera una activista por los derechos de los animales sino una aliada. Analiza la posibilidad de un giro antropocéntrico y las resistencias a las múltiples discriminaciones y opresiones patriarcales, incluido el supremacismo humano.
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Por CATIA FARIA /Pikara Magazine*. Fotos: CCCB
Rosi Braidotti es catedrática de Filosofía y directora del Centro para las Humanidades de la Universidad del Utrecht. Es considerada una pionera en los estudios feministas en Europa, siendo la fundadora del Centro de Investigación Holandés de Estudios de la Mujer. Braidotti se sitúa en la tradición de la filosofía continental, investigando en la constitución de la subjetividad contemporánea y el concepto de diferencia. Ello la ha llevado a considerar cómo las ideas de diferencia de género pueden afectar el sentido de otras divisiones tales y como humano y animal. En sus últimos trabajos, Lo Posthumano (Gedisa, 2015) y Por una política afirmativa. Itinerarios éticos (Gedisa, 2018), Braidotti explora cómo una ética y política feminista afirmativa nos conducirá a un necesario giro antropocéntrico que tire por tierra la idea de supremacismo humano sobre las demás especies. Rosa Braidotti visitó el Centro de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) para hablar de cómo “Volverse Animal” es la respuesta de resistencia y transformación política de las múltiples instancias de discriminación y opresión que persisten en el mundo actual.
Diste una charla en el marco de una serie de conferencias en el CCCB sobre la necesidad de reconsiderar nuestra relación con los animales. Dado que los seres humanos son a todos los efectos animales (humanos), ¿qué quieres decir con “convertirnos en animales”?
Cuando hablo de “convertirnos en animales” me refiero a reconsiderar lo que solía ser una relación basada en la opresión. Somos igualmente otres a ojos del sujeto dominante y necesitamos transformarnos en algo mucho más afirmativo. Para mí la afirmación consiste en aceptar la vulnerabilidad y rehacerla. La vulnerabilidad no es un problema que deba ser resuelto, no es un rasgo definitorio de les humanes. El rasgo definitorio de les humanes es la libertad de actuar sobre las fuentes de nuestro entendimiento. También lo es nuestra capacidad para comprender las fuentes de nuestra opresión. Eso es lo que nos convierte en sujetos éticos. Comprender que los animales fueron de algún modo aliados históricos de mujeres y personas LGBT situadas como inferioridades naturalizadas y , por consiguiente, discriminadas.
Además, los animales están atrapados en un conjunto muy complejo de operaciones en la ciencia, la experimentación y, por supuesto, en la industria alimentaria. Cambiar esa relación instrumental y de explotación desde la especificidad de nuestras respectivas posiciones es uno de los niveles de convertirse en animal. Por otra parte, los animales son superiores a los seres humanos en un aspecto: conocen muy bien su territorio. Están incrustados en él. Los seres humanos tienden a estar desincrustados. Así, convertirnos en animales significa pasar a estar más vinculades ecológicamente a un territorio, conscientes de sus recursos, sus limitaciones, hacerse responsable de ese territorio, que es ambiental, social y afectivo al mismo tiempo. Convertirse en animal es comprender que sin aire y agua no puede existir ninguna consciencia trascendental que pueda devenir operativa. Así pues, pasar a estar encarnades, dentro de una relación inmanente. Ése es el otro nivel de convertirse en animales.
Tu trabajo es especialmente bien conocido dentro de los estudios feministas, donde no suele prestarse mucha atención a los derechos de los animales. ¿Podrías explicar por qué crees que estamos en medio de un giro post-antropocéntrico y por qué debería importarle a les feministas?
Les feministas, prácticamente en solitario, han inventado el giro post-antropocéntrico, junto con los movimientos del vegetarianismo político y de los derechos de los animales. Si miras los primeros textos sobre feminismo, las mujeres se sienten como no-sujetos, lo que les hizo sentirse más próximas a otros no-sujetos, ya fueran pueblos colonizados, no-blancos, animales o extraterrestres (si revisas la ciencia ficción feminista). Siempre ha existido una alianza muy fuerte históricamente con les otres de los hombres. Y puedes ver este tipo de afinidad en la literatura, más incluso que en la filosofía.
Creo que ahora mismo el giro post-antropocéntrico se ha convertido en algo muy urgente debido al impacto conjunto del antropoceno y de los avances en las ciencias y tecnologías de la vida. En las ciencias de la vida, de la oveja Dolly en adelante, nos hemos encontrado con que los animales han entrado en el ciclo de producción del capitalismo contemporáneo. El capital hoy es el conocimiento de la causa de la información genética de todos los sistemas vivos. Capitalismo cognitivo, capitalismo de investigación, capitalismo de plataforma: hay diferentes formas para referirse a este momento en particular. Es una transformación real de lo que cuenta como capital. Estamos produciendo sistemas de conocimiento y capitalizándolos. Así, el estatus de los animales y de otros no-humanos es una cuestión feminista porque tiene que ver con el regreso de otres diferentes a los hombres, por así decirlo. El feminismo tiene más recursos que la mayoría de culturas políticas para tratar de este tema, en la medida en que tenemos una larga historia de afinidad con les oprimides a quien no se les da el mismo estatus y derechos que a los hombres.
En tu trabajo dices que “posthumano” no es un concepto, sino un instrumento de navegación para examinar la pregunta de “¿qué significa ser humano?”. Pero, ¿por qué estamos todavía haciéndonos esa pregunta? ¿No es la necesidad de redefinir lo humano todavía una reacción a la erradicación progresiva del supremacismo humano? ¿Por qué no sencillamente eliminar lo “humano” como categoría con relevancia moral y política?
Creo que lo posthumano es una posición crítica hacia una noción dominante de posthumanismo que está siendo operativizada a todos los niveles, incluida la investigación universitaria y ciertamente en la formulación de políticas en el mundo empresarial. Y la visión dominante es de hecho el “transhumanismo”, es decir, el “mejoramiento humano”. El humano de hoy es insuficiente, nuestros cerebros son más lentos que las redes computacionales. Nuestro sistema genético contiene fallos. Nuestro sistema neuronal tiene grandes limitaciones cuando lo comparas con los de delfines y murciélagos, por no hablar de los superordenadores.
Es la forma que está tomando la ciencia, la cuarta gran edad industrial está basada en las ciencias de la vida y desde el desciframiento del genoma humano ha controlado completamente nuestra comprensión de hacia donde caminamos. Lo que tiene algunas consecuencias paradójicas. Una de ellas que puede dar miedo pero potencialmente es muy afirmativa es que nuestra ciencia y tecnología son capaces de reconstruir especies extinguidas —tenemos fenómenos de resalvajización, por ejemplo— y de hacer nuevas formas de vida mediante la biología sintética. No sólo estamos explotando a la naturaleza. Ésta es una situación muy novedosa y puede generarnos miedo pero también puede ser parte de la solución. Por ejemplo, la carne artificial. Esta puede ser la solución a un gran problema. Y sin embargo no ha sido precisamente celebrada con gran entusiasmo porque la gente realmente echa de menos la parte animal. Todavía queremos comernos al animal. Hay toda una cosmología detrás de esto, todo un sistema religioso donde los humanos han interactuado profundamente a un nivel carnal.
Es importante decir que estos avances están en curso. Por eso digo que lo posthumano es también un instrumento de navegación. Esclarece esos avances en curso y nos permite ver qué opciones diferentes están apareciendo, qué posiciones se están desarrollando. Por ejemplo, este modelo de sistema dominante de Silicon Valley, que sería analíticamente post-antropocéntrico, esto es, que deja que la computación y las redes piensen, en lo que se refiere a las normas sigue reinstalando valores humanistas. Este modelo es una aberración. Porque coge este increíble surgimiento de tecnologías y las vuelve a vincular a una noción estrecha de individualismo liberal —niños blancos y sus máquinas. Hay un profundo elemento de racismo, tiene que ver con el supremacismo blanco.
Pero, ¿por qué Silicon Valley es quien nos está dando el modelo de este tipo de posthumanos en que nos vamos a convertir? Para mí el posthumanismo tiene que converger con el postantropocentrismo. El gobierno patriarcal del Hombre deberá ser cuestionado, del mismo modo que la supremacía de especie del Anthropos. Es un proceso completo de opuestos totales.
Por eso, y de nuevo, pienso que ésta es una cuestión feminista, porque siempre hemos tenido nuestro prototipo de cómo redefinir lo humano. Pensemos en una de las primeras, también una de mis favoritas: el texto feminista de los 80 de Allyson Jaggar “Feminismo y naturaleza humana” en el que examina las implicaciones de diferentes escuelas de feminismo y formula la pregunta sobre sus visiones de la naturaleza humana. Siempre hemos tenido una visión de cómo debería ser la naturaleza humana. Hemos estado en desacuerdo sobre ello, desde las feministas radicales al ‘Manifiesto Scum’; Donna Haraway y el modelo liberal de Hillary Clinton, Emma Watson y las socialistas que todavía piensan que el capitalismo se derrumbará algún día. Pero a pesar de todas estas diferencias, siempre hemos tenido prototipos de lo humano, así que creo que es nuestro tema y que no deberíamos ahora dejarlo en manos de los chicos blancos de Sillicon Valley y su propio manifiesto. Debemos hacer que se oigan nuestras voces, por la diversidad, la solidaridad y sin ánimo de lucro.
Hablando de desacuerdos éticos, me gustaría introducir uno de tus muchos desacuerdos con Judith Butler. En este caso, acerca de vuestras propias definiciones de ética. Dices que para Butler la ética es la aceptación de la vulnerabilidad de le otre y la lealtad hacia elle. No compartes esta definición sobre la base de que para ti “la ética es la transformación de lo negativo en positivo”. Sin embargo, no veo una incompatibilidad clara entre estas definiciones. ¿Podrías por favor explicar este desacuerdo y especificar cómo cada aproximación llevaría a resultados éticos diferentes?
La gente siempre exagera las diferencias entre feministas. Yo parto de la noción espinoziana de alegría. La alegría no es optimismo, que es la ideología del capitalismo avanzado. Es trabajar con dolor para obtener una comprensión aguda de aquello contra lo que nos enfrentamos. En la tradición de Levinas y Derrida en la que trabaja Butler, la vulnerabilidad es en cierto sentido intocable, un rasgo definitorio que debes respetar y honrar. Veo que hay de razón en ello, pero no puedo quedarme allí.
Para mí eso es una receta para la aporia y la inactividad. Pero es muy noble. Para Spinoza, la vulnerabilidad es la capacidad para estar expuesta a múltiples relaciones y ése es nuestro rasgo definitorio como entidades vivas. Esa exposición a diferentes grados de ser es el material con el que trabajamos. Nos permite establecer alianzas con animales y con diferentes grupos para obtener una comprensión más aguda de aquello a lo que nos enfrentamos.Pero se construye colectivamente un sistema inmune al discutir problemas, rompiendo las barreras que se alzan contra nuestra comprensión. El hecho de que tengamos el mismo tipo de genes que los primates superiores me hace sentir menos sola. Me hace sentir en un sistema de parentesco alegre. Pero para mucha gente esto es una crisis: “¡Oh, dios mío! ¡No soy tan especial!”. Y, ¿sabes qué? No lo somos. Pero, de nuevo, como feministas nuestro ego ha sido reducido a priori, así que no creo que esto sea una crisis mayor.
Creo que si pudiéramos recordar los recursos que la cultura política feminista tiene a este respecto, veríamos que hemos lidiado con esto desde hace mucho tiempo. Así que deberíamos regresar a esta tradición y hacer buen uso de ella. La afirmación no es una cuestión psicológica: es una cuestión de poder y empoderamiento. Estamos en un entorno tóxico pero necesitamos interactuar con él. La ética es el antídoto que consiste en asimilar el mundo, tragar el veneno y así construir tus resistencias al cultivar la práctica colectiva de la alegría. Éste es mi mundo, es el único que tengo, ahora veamos qué podemos hacer al respecto.
Uno de los conceptos metodológicos centrales de tu trabajo es el de “subjetividad nómada”. ¿Cómo funcionaría este concepto en una política no-antropocéntrica de la localización?
El nomadismo siempre ha estado relacionado con las transversalidades, con entidades encarnadas e incrustadas y tiene que ver con territorios y comunidades. Lo que se ha agudizado en mi compresión de los sujetos nómadas con el paso del tiempo es que estos conjuntos incluyen grandes cantidades de no humanos. Lo que ha cambiado es una consciencia más amplia del antropoceno, de que “nosotres” estamos juntes en esta crisis. Es encarnada e incrustada porque se trata de “nosotres”, no de “elles”, pero no somos idéntiques. Diferimos aunque seamos parte del mismo problema (cambio climático, la nueva economía, etc.). La idea de que estás fuera de los problemas a los que te enfrentas, que eres trascendente porque los niegas, porque te enfrentas a ellos es un truco muy malo y no creo en él. En la política de la inmanencia somos parte de lo que estamos intentando cambiar y, por lo tanto, necesitamos hacerlo de forma diferente: no esperando a que el enfrentamiento dialéctico nos dé la síntesis, sino trabajando conjuntamente para crear las condiciones de una subversión y los márgenes de lo que podemos hacer como comunidad. Por ejemplo, ¿deberíamos hacer que los robots paguen impuestos? ¿Deberíamos resistirnos al mejoramiento o, por el contrario, deberíamos quizá tener supermercados de mejoramiento do it yourself? Preciado tiene toda la razón en este punto. En el núcleo de todo esto se encuentra la noción de lo común: debemos hacer esto como comunidad, aceptando nuestras distintas localizaciones, así como nuestras preocupaciones comunes.
A pesar de tu rechazo al antropocentrismo, no te consideras una activista por los derechos de los animales, sino “una filósofa y cartógrafa de ideas”. ¿Cómo justificas esta aparente contradicción con tu defensa de una sinergia entre la implicación política y la académica?
Vengo de otro movimiento político en el que estoy todavía activa, el antifascismo. El movimiento por los derechos de los animales tiene una tradición de acción política que incluye la acción directa y otra clase de cosas con las que no estoy directamente conectada, aunque sí transversalmente. Eso no significa que adopte una posición de mera espectadora y no haga nada. No sólo estoy cartografiando, sino también proporcionando alternativas. Para mí la praxis ética y política que viene de una ética de la afirmación requiere de una comprensión adecuada. Si no comprendemos nuestras propias condiciones de opresión nos quedamos fuera. Esto cuesta mucho trabajo porque implica desprenderse de las fantasías ilusorias que el sistema nos arroja. Y en el futuro, entre el resurgimiento del fundamentalismo religioso, por una parte, y del populismo y el fascismo, por otra, y los proyectos de mejoramiento de Sillicon Valley por todas partes, estamos rodeades de fantasías. Ahora, trabajar en la comprensión adecuada de estas cuestiones es una forma de activismo que no obtiene financiación. Las viejas familias políticas están fragmentadas y cada una en su propia esquina. No me veo como una activista por los derechos de los animales, sino más bien como una aliada. La comprensión y conocimiento adecuados están cambiando la opinión pública a nuestro alrededor. Sería hipócrita por mi parte decir que es mi familia política, aunque veo alianzas posibles. Luego, están las diferencias internas entre las versiones más liberales de los derechos de los animales y las más extremistas. Es muy análogo a lo que ocurre en el feminismo. Tengo la esperanza de que seamos aliades. Ésa es, de hecho, la idea. Y hay mucho por hacer.
Este artículo fue publicado originalmente en Pikara Magazine. Para saber más sobre nuestra alianza, clic acá.
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