Denuncian transfemicidio de Micaela Catán, joven activista trans de Santiago del Estero
Micaela Catán tenía 27 años y vivía en Santiago Del Estero. Murió tras ocho días hospitalizada con la mitad del cuerpo quemado. Su familia y organizaciones denuncian fue un transfemicidio. Exigen justicia con perspectiva de género.
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Por Ernesto Picco, desde Santiago Del Estero. Fotos: Facebook
Hace cuatro años, cuando tenía 23, Micaela Catán volvió a empezar la primaria. Llegó a ser abanderada en la escuela del barrio Primera Junta, en la capital de Santiago del Estero. Participaba en las reuniones de la asociación D.I.V.A.S., donde era una de las jóvenes trans más activas. En 2021, a sus 27, estaba en pareja y había empezado a construir su casa en el barrio Santa Rosa de Lima. La noche del sábado 3 de abril, su hermana Marina la encontró sentada en la cama, con las piernas y los brazos abiertos. Intentaba inútilmente untarse pasta de dientes sobre el cuerpo para aliviar las quemaduras: “Mirá como estoy”, le dijo Mica a su hermana cuando la vio entrar. Temblaban las dos.
Fue la última vez que se encontraron. Marina relató después: “No tenía rostro. Y la piel de los brazos se le caía”. Mica fue internada y murió ocho días después en el Hospital Regional. Ahora, mientras la familia y las organizaciones aseguran que se trata de un transfemicidio, la justicia investiga el caso con extrema reserva. La fiscal a cargo de la investigación es Celia Mussi, de delitos comunes.
De maltratos y violencias
El mediodía del jueves 15 de abril Margarita Rodríguez, madre de Mica, recibe a Agencia Presentes en el mismo patio de tierra donde tres días antes velaron los restos de su hija. Están también Marina, dos hermanos varones y varixs nietxs. La casa queda en el barrio Libertad, un caserío humilde en el extremo oeste, a metros del centenario canal San Martín, que deriva agua del Río Dulce a lo ancho de toda de la ciudad. El frente de la casa donde se crió Mica está pintado de azul y rojo, los colores del club Güemes, como muchas del barrio. Su mamá, Margarita, vivió ahí casi toda su vida, trabajando en la venta ropa usada. Ahí vivían también O, un vecino con quien Mica estaba en pareja desde los 18 años:
–Ella sufría muchos malos tratos –cuenta la madre–. Había traído aquí a mi casa a la pareja, que la pegaba. La agarraba de los pelos, la cortajeaba. Yo lo terminé corriendo de la casa y ella lo siguió por atrás.
Mica y su pareja terminaron mudándose 5 kilómetros del hogar materno, a una casita en el barrio Santa Rosa de Lima, a la vera de la ruta a Catamarca. Ella estaba construyéndola con el dinero que cobraba del programa Hacemos Futuro –destinado a promover la terminalidad educativa – y el de Emergencia Social. Él tenía trabajos intermitentes. Había sido empleado en una carnicería y en un taller de motos. Marina, la hermana, había empezado a hacer su casa también en el mismo barrio, a cien metros de la de Mica. La familia cuenta que la noche del sábado 3 de abril, él golpeó desesperado la puerta de Marina, diciéndole que su hermana se había quemado.
Ella corrió a ver qué pasaba y encontró a Mica quemada en la cama, salió aturdida a la vereda buscando ayuda. Los vecinos habían empezado a amontonarse. Al rato llegó una ambulancia. Él ya no estaba.
–Vos si no tienes nada que esconder no te escapas– dice Marina. Yo cuando he matado al hombre que ha querido abusar de mí, he esperado que venga la policía, han allanado la casa y me he hecho cargo. Porque yo me estaba defendiendo.
Marina, la hermana de Mica, relata en el patio de tierra su propia historia de terror. En 2005 un vecino la quiso violar y ella le perforó el pecho con un cuchillo. Tenía 16 años y estuvo presa dieciocho meses hasta que pudo comprobar que había actuado en defensa propia y salir libre.
Al poco tiempo conoció un hombre con el que estuvo en pareja durante diez años. Se mudaron a una casa y cada vez que se reencontraban con su madre, Margarita le encontraba un moretón o un golpe. Marina le decía que se había caído o se había golpeado con la ventana.
–Yo lo apañaba. No lo quería denunciar, dice Marina.
Hasta que en 2016 lo denunció Margarita y el hombre terminó preso durante unos meses. Al salir, volvió a merodear la casa familiar. Marina estaba en pareja otra vez:
–Mi marido de ahora es camionero y le ha dicho el día que vos te acerques a la Marina yo te paso por encima con el camión–cuenta ella. Explica así como aquella amenaza le dio la seguridad que no pudo con la ley: “Ya no me molesta más, ni yo a él”.
–Yo la he rescatado a ella –dice la madre–. Porque he vivido la violencia también. El padre de mis hijos me pegaba y me maltrataba. No le gustaba que saliera a vender ropa. Hasta que lo he hecho sacar con la policía cuando mis hijos eran chicos. A la Mica también le decía yo que denuncie lo que le estaba pasando a ella. Pero ella no quería. Con ella ya no he podido.
Abril: una quincena violenta para las personas travestis y trans
La muerte de Micaela Catán se suma a los episodios de violencia contra personas trans que alcanzaron un pico histórico en la primera quincena de abril de 2021. En Jujuy Yeni Méndez sobrevivió a duras penas de un ataque a machetazos. Y, en Tierra del Fuego, Gilda se salvó de un intento de homicidio. El mismo lunes 12 fue encontrada muerta Josefina Cruceño en Mendoza, cuya muerte está siendo investigada.
Santiago del Estero tiene ya dos antecedentes de transfemicidio: en 2013 mataron a Cecilia Montenegro y en 2014 a Pamela Moreno. D.I.V.A.S. acompañó las dos investigaciones.
El domingo 4 a la mañana, las compañeras que trabajaban con Mica en la organización se acercaron a la familia. Su presidenta, Julieta Paz, dijo a Presentes que estaban muy sorprendidas. “Veíamos en las redes sociales que ella estaba en una relación de más de diez años. Que tenía un vínculo construido. Pero nunca nos hubiésemos imaginado que hacia adentro había situaciones de violencia. Participaba de los talleres y escuchaba sobre violencia pero nunca habló de ningún tipo de situación de ella. Por eso nos hace pensar sobre cómo las personas trans naturalizamos la violencia y no podemos reconocer cuando la otra persona que está a nuestro lado no nos ama, sino que nos violenta”.
Exigen justicia con perspectiva de género
Desde D.I.V.A.S. vincularon a la familia con una abogada del Centro de Acceso a la Justicia local. El jueves 8 de abril, familiares e integrantes de la organización fueron recibidas en el Ministerio Público Fiscal, donde pidieron a las autoridades el esclarecimiento de la causa. Ese mismo día una multitud se movilizó por las calles de Santiago pidiendo la detención de O. Mica todavía resistía en terapia intensiva, con la mitad del cuerpo quemado. O estaba desaparecido.
Marina recuerda el último contacto:
–Ha sido como a las cuatro de la mañana. Yo lo llamaba y lo llamaba porque la teníamos a la Mica en el hospital, pero necesitábamos la documentación para internarla. Y eso lo tenía él. Después me atendió y le dejó a una vecina la riñonera con los documentos y la vecina me la ha llevado a mí.
Una semana después de la muerte de Mica, la familia aún no sabe qué es lo que pasó. Unos dicen que las quemaduras fueron con agua hirviendo y otros con alcohol y fuego. Aún se esperan los resultados de la autopsia que se realizó a mediados de la semana pasada para establecer qué ocurrió. Margarita, Marina y sus hermanos ya prestaron declaración. Su pareja, dicen en la casa, fue visto por el barrio, pero no saben dónde está.
–No está prófugo, porque no hay orden de detención, –aclara Julieta Paz–. Incluso se presentó en la comisaría a declarar. Hay vecinos que han declarado hablando de un intento de suicidio, pero para nosotros esto es un transfemicidio. No sabemos cómo está la carátula pero queremos que se siga investigando y que la Justicia actúe con perspectiva de género.
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