Abre la primera cátedra de canto lírico LGBT+ del mundo

La Universidad Nacional de las Artes abre una asignatura de técnica vocal con eje en la diversidad. Está a cargo de Luchi De Gyldenfeldt, de Ópera Queer.

La Universidad Nacional de las Artes (UNA) abre este cuatrimestre una asignatura de técnica vocal con eje en la diversidad. Luchi De Gyldenfeldt, de Ópera Queer, es titular de la nueva opción curricular en la Licenciatura en Canto Lírico.

Texto y fotos de Noelia Pirsic*

Poco antes del inicio de la pandemia, Luchi de Gyldenfeldt le dio una última oportunidad a su identidad de cantante barítono. Se sentó al piano, apoyó la partitura y comenzó a entonar las notas graves que toda su vida le habían indicado que le correspondían por sus condiciones físicas. Esta vez el cuerpo le puso un límite: la garganta se le empezó a cerrar, no conseguía emitir sonido. “Me quedé muda”. Luchi, que dos años antes se había graduado con honores de la Licenciatura en Música con Orientación en Canto Lírico de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), que solo unos meses atrás había actuado sobre el escenario del Teatro Avenida interpretando al Papageno de La Flauta Mágica de Mozart, uno de los roles soñados para cualquier persona con su tesitura, supo que no podía seguir cantando de esa manera, en ese registro. “Sentía que estaba violando a mi garganta, era forzar un sonido”. Fue la última vez que lo hizo.

Luchi ya venía cuestionando los vínculos entre la voz y el género desde 2017, cuando todavía cursaba en la facultad. En diciembre de ese año, una semana después de recibirse, se presentó con un nuevo repertorio por primera vez junto con su hermana gemela Ferni, esta vez en un registro agudo, diferente del que venía manejando en sus clases de canto. Ese día, al finalizar la función, su gente querida le confirmó lo que ya sabía: “Esta fue tu verdadera ceremonia de graduación”. Entonces fundaron el proyecto Ópera Queer, una dupla musical disidente que puso en escena la necesidad de visibilizar la diversidad en el mundo lírico.

Foto: Noelia Pirsic

Hoy, como resultado de una búsqueda artística, política y personal, Luchi se siente a gusto con su vocalidad -de contratenor-, que fue consolidando con la guía de su Maestro Mario de Salvo. Mientras continúa las presentaciones con su hermana en distintas partes del país, comparte escenarios con referentes de la talla de Susy Shock y audiciona para su ingreso al curso de perfeccionamiento en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, se prepara para otro gran desafío: ejercer la titularidad de la primera cátedra de canto lírico con perspectiva de género del mundo, una iniciativa del Departamento de Artes Musicales de la UNA.

“La cátedra se va a llamar Cátedra de Canto Disidente -explica Luchi-. Hay un montón de frases relacionadas que también le aportan sentido: no binaria, no biologicista, con perspectiva de género, pero no queríamos ponerle un nombre larguísimo e imposible. Decir ‘la Cátedra de Canto Disidente de la UNA’ es algo más fácil de reproducir y replicar”.

¿A quiénes está dirigida esta propuesta?

Nuestra idea es generar un espacio libre de violencia machista e institucional dentro de la universidad, que hoy por hoy sigue siendo un lugar conservador. Hay muchas personas que participan o querrían participar del mundo académico y se sienten excluidas por reconocerse parte del colectivo LGBTTTIQ+. Yo sé que esas personas están, sé que existen. El objetivo de la cátedra es interpelar a estudiantes de canto lírico que sepan de antemano que van a trabajar con una profe marica, no binaria, queer, de treinta y un años. Representa un cambio muy importante la decisión de la decana del Departamento de Artes Musicales (DAMus) de la UNA, Cristina Vázquez, de apostar a una juventud que trae el fuego de querer cambiar las cosas.

¿Cómo fue tu búsqueda respecto de tu identidad en el canto?

Me gradué de la UNA en 2017 y después hice varias salidas del closet que tienen que ver con lo artístico, con lo vocal. Me recibí como barítono, luego pasé por sopranista en Ópera Queer, más adelante hice el cambio de registro a contratenor. Desde siempre jugaba a la soprano, en mi infancia. Luego empezó a operar lo biologicista, que es algo que tengo muchas ganas de deconstruir también como docente, una norma que me obligó a formarme como barítono y no como contratenor. Mi experiencia dando clases particulares a alumnas y alumnos trans me ayudó a cambiar mucho mi pedagogía vocal, a alejarme de la cuestión academicista-biologicista arcaica de leer el cuerpo de una cierta manera.

¿Quiénes fueron tus referentes en esta búsqueda?

El caso de María Castillo de Lima (Nota de la R: la cantante consiguió en 2019 que el Coro Estable del Teatro Colón cambiase su estatuto para integrarla a la cuerda que le corresponde según su registro vocal, pasando de tenor a soprano) es fabuloso y casi único porque ella, además de su cambio de identidad, de performance, hizo una transmutación, una investigación identitaria desde lo vocal. Es mujer trans y es soprano, pero también podría ser mujer trans como Laura Borja, que decidió mantenerse en el registro de tenor. Una además va encontrando sus referentes en otros lugares: Susy Shock, Marlene Wayar, también mi hermana, la Ferni. Gente que pudo lidiar, sobrevivir y hacer música en un sistema que quiere clasificarte. Yo antes estaba con un profesor en un contexto en el cual era barítono porque, por más que fuera marica, era chabón. A los 27 años me decía: “Yo ya estoy acá, me conocen como barítono, ya estoy inserta en el sistema de esta forma, no puedo hacer este cambio ahora”. En un momento de mi vida no pude más con eso y encontré mi válvula de escape en Ópera Queer. De repente, esa necesidad de asumirme en mi vocalidad se volvió una urgencia y dejé de preocuparme por el pasado. Lo integré y eso me permitió hacer el cambio de registro.

¿Cómo fue tu experiencia en tu paso por la academia?

La UNA siempre me abrazó, siempre me devolvió amor. Con la decana Cristina Vázquez, quien me ofreció este cargo, siempre tuve una relación excelente. Admiro mucho el cariño que le pone a la universidad, a la que le dedica horas significativas de su vida, su energía vital: está completamente entregada a su responsabilidad dentro de la institución. Ella comenzó a aplicar la Ley Micaela, creó la primera Comisión de Música y Género el año pasado, de la cual soy parte como integrante del claustro de graduades. Encontré muchos lugares de amor, también en las clases con la docente Bea Odoriz -directora escénica- con quien tuve la oportunidad durante la carrera de jugar a ser contratenor. Conocí personas muy importantes en mi vida dentro de la universidad, nunca tomé distancia de ella, ni siquiera luego de recibirme. Igualmente, para hacer mi camino, tuve que pelearme un poco con la academia. Tuve el privilegio de poder hacerlo. La institución universitaria es un centro de poder hetero-cis patriarcal, por eso resulta tan significativo que se cree una cátedra de canto disidente. Los centros de poder excluyen, violentan. Es importante que ahí también se expresen luchas, militancias por la igualdad de oportunidades, para que las disidencias no sean condicionadas ni invisibilizadas por las instituciones.

¿Qué representa para la comunidad LGBTTTIQ+ la apertura de este espacio?

Para mi esto es una reparación histórica. Lohana Berkins dijo una vez: “Cuando una trava entra a trabajar en el Estado, le cambia la vida a esa trava. Cuando muchas travas entran a trabajar en el Estado, le cambia la vida a la sociedad”. Yo creo que pasa lo mismo con las disidencias: estamos apuntando a cambiar el paradigma, a no ser más esa humanidad que fuimos, tenemos una posibilidad histórica. Hay mucho para hacer también dentro del ambiente de la ópera: no queremos más representaciones banales y vacías en el mundo lírico.

¿Qué oportunidades creés que posibilitará la creación de este nuevo espacio dentro de la UNA?

Una cátedra de canto no crea nada, visibiliza simplemente. Una cátedra de canto disidente no crea disidencias, las disidencias musicales ya existen, están ahí afuera, incluso afuera del DAMus. En este gesto de asumir el cargo como docente estoy pensando en otras personas, no solamente en mí. Resulta relevante que esta materia surja en la universidad de artes más importante de Latinoamérica, que además es libre y gratuita. Me entusiasma imaginarme que personas de otras partes de Argentina y de la región se enteren de que existe este espacio y se sientan convocadas a venir. Con acciones como la creación de esta cátedra, la palabra “inclusivo” deja de ser un término vacío y adquiere un sentido a través de políticas concretas. Yo me siento muy acompañada por la UNA que me respetó como alumno en su momento y ahora me vuelve a abrazar con mi disidencia o, como diría Susy Shock, con mi monstruosidad. Tenemos que estar orgulloses del momento que estamos generando y viviendo. Evidentemente el transfeminismo está golpeando la agenda política para lograr que haya recursos para todes.

¿Cómo planeás trabajar la asignación de los registros vocales?

Vamos a generar un espacio con la libertad de poder trabajar vocalmente. Entender que no hay que definir a priori, que hay que darle más tiempo a la experimentación, siempre cuidando la salud vocal. Mucho de esto tiene que ver con la escuela del Bel Canto antiguo, donde el tiempo es muy importante. Yo viví ansiosa en mi paso por la universidad porque había una sensación de estar contrarreloj, de tener que ‘hacer carrera’, irte afuera, tener todo resuelto. Creo que nunca canté mejor como después de la pandemia donde no tuve ninguna presión por tener que resolver algo y pude conectar más conmigo. Me siento segura pedagógicamente porque, al asumir mi cambio de registro, tuve que aprender un montón de cosas de nuevo y conectar mucho más con mi instrumento, con mi cuerpo, con mi aire, con mi paciencia, mi parsimonia. Tuve que poder contemplar, estar más para adentro que hacia afuera. Iremos viendo qué registros aparecen en cada persona.

¿Tenés alguna expectativa en particular sobre el desarrollo de la cursada?

Ninguna, porque todo me va a sorprender, porque no hay antecedentes de esto. Va a ser una cátedra de experimentación. Todo va a ser prueba, no hay error. Quizás vaya a ser difícil lidiar con la academia en algunos aspectos, especialmente en lo relacionado a jurados y evaluaciones, entiendo que habrá gente que necesariamente no va a tener la misma perspectiva que yo. Ahí tendremos que ser fuertes y comprender que nos estamos enfrentando a todo un sistema. En ese sentido, también valoro tener de compañera en la cátedra a la pianista Jazmín Tiscornia. Automáticamente pensé en ella cuando surgió esta oportunidad, no solo por el vínculo que tenemos, y porque sé lo que va a poder aportar desde lo musical, sino porque va a ser una cátedra generada desde el amor con una profesional con perspectiva de género. 

¿Qué escenarios imaginás para el canto lírico disidente?

Primero habría que deconstruir el canto lírico en general, esto se relaciona con que haya cátedras que posibiliten la reflexión auténtica de cada una. Hay que encontrar el escenario propio, no existe uno solo: es el que cada persona pueda imaginar. Creo que la reparación histórica se trata de asumir que nos corresponden todos los escenarios posibles. Una cosa es decirle ‘no’ al Teatro Colón y otra cosa es que nunca ese escenario te convoque ni sienta la necesidad de convocarte. Yo creo que es necesario llegar a esos lugares. En ese sentido también es necesaria una cátedra en la UNA, nos empodera mucho. Los escenarios son los que se van creando, los que iremos creando juntes.

Esta nota se publicó originalmente en Ópera en Argentina y se reproduce con permiso de su autora.

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