La Navidad de las travas: una mujerona en la zona roja
Cada año, para Navidad, las travestis deambulamos solas en la zona roja. Vamos buscando no sé qué, quizás algo que nos ayude a olvidar esos dÃas de familia cuando celebrábamos en el norte argentino.
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Por Alma Fernández
Cada año, para Navidad, las travestis deambulamos solas en la zona roja. Vamos buscando no sé qué, quizás algo que nos ayude a olvidar esos dÃas de familia cuando celebrábamos en el norte argentino. En Navidad no tenemos nada que festejar y a nadie a quien abrazar. Cada año para navidad el sida a una se va a llevar.
Cada año para navidad a las travas nos toca pagar: hace una semana que enterramos a la Jenny y todavÃa me siento mal. A mà me encanta la navidad. Porque en el dÃa de hoy como todos los años, mi mamá me da un beso. Este dÃa mi mamá se olvida que me visto de mujer y, según ella, perdona todas mis locuras.
Desde que nacà fui marcada a fuego de hierro con el sÃmbolo de un espiral en la frente. Mi espiral asignado fue el de la miseria (yo no lo elegÃ). El más cruel de los destinos se ensañó conmigo y mi apellido. Él me castigo maldiciéndome, arraigando mi cuerpo a una sociedad equivocada. Porque fui engañada. Barajé mi suerte eligiendo un cuerpo de hombre, para saber y aprender qué se siente ser una mujer-hombre. Para saber en mi piel lo que se siente ser una mujerona (trava-caballo-asno). Les que no me conocen piensan que tengo una vida fantástica, a lo que respondo: tengo una vida de fantasÃa. Porque en la fantasÃa descubrà que yo puedo escapar de mi realidad.
Algunas impaciencias y prejuicios no permitieron en mis
padres la tan ansiada aceptación. Tuve que matar al niño. Yo que siempre fui
niña. Como si eso hubiera impedido que yo no acabara dando tumbos en la zona
roja. Apostando al cliente o espantada por buitres, hacinada en una pieza
de hotel. Un hotel que dependiendo de la economÃa del paÃs y de cuánto le
guste a los clientes, voy a poder pagar.
Hoy otra vez me volvieron a echar del hotel familiar donde vivo. Siempre la misma escena. Yo, callada, en silencio escuchando las noticias de la radio a oscuras en la habitación. Sabiendo que en cualquier momento me van a golpear la puerta y la palabra mágica será: “Se vencio la quincena. ¿Se queda o se va?
Quizás algunas de las que me conocen piensen que hago de la
pobreza una bandera. Quizás las que me ponen like en las redes lo hacen
para reÃrse de mÃ. Capaz piensan que mi vida es un desastre. Ellas lo único
que dicen de mi es que soy un loco o un ente. A lo que yo diré que sÃ, a
veces también eso soy.
Muchas veces las que no me entienden abusaron de
mÃ. Aunque si lo pienso mejor muchas veces el mundo me abusó.
Sufro y me castigo por no tener un par de zapatos talle
43 para combinar todos los dÃas. También por no haber conocido nunca el amor.
Aunque sà albergo la esperanza de que algún dÃa yo sà pueda ser amada. Conozco
una a una cada esquina y calle de la ciudad (no sé para qué). Siento las
miradas de asco de los que se van a trabajar en la mañana y me ven ahÃ
parada. PodrÃa llegar a cualquier punto de cualquier lugar en donde este.
Siempre y cuando sea de noche. TodavÃa hoy no puedo entender cómo las
personas pueden vivir de dÃa. Y cómo yo no puedo aprender a hacerlo también.
Muchas veces me ofrecieron un triste amor
eterno. A esos yo los denomino con el nombre de amor precoz. Es que cuando
llega el dÃa o se termina el turno del telo se acaba el encanto. Trago, chupo,
escupo. Gozo y me entrego. Pero nada funciona. Incluso calzar cuatrocientos
cuarenta y tres no alcanza.
Me la paso buscando algo por qué vivir o por qué
morir. Algo que me ayude a calmar el dolor. Si yo no soy feliz ¿para qué
voy a vivir? ¿cómo se puede vivir con hambre, apretada por las deudas? Como
buscando una justificación corro y apuesto mi suerte cada vez que me subo a un
auto. Muchas veces sin pensarlo demasiado no usé forro con desconocidos, solo
me deje llevar. Un dÃa mientras hacÃa un servicio un cliente me dijo que
nosotras vivimos hasta los treinta y cinco años.
Desde ese dÃa solo pienso en eso, en llegar a cumplir los 35 y que se termine el dolor. ¿Cómo voy a saber cuándo cumpla treinta y cinco si no sé leer ni escribir? ¿Cómo voy a morir yo? ¿Y cómo será morirse travesti? Me alcanzara con travestir la muerte.
Desde que tengo uso de razón, soy una mujerona (trava-caballo-asno)
sin corazón. Que no pudo jugar con muñecas cuando niña. Solo dos
cosas siempre fueron claras para mÃ: la pobreza y la desesperación. Pero ya no
duele eso, ya no duele porque sé que me voy a morir joven y sola. Y ese dÃa no
me va a pesar más nada. Porque ya no tendré un cuerpo que cargar. Me
volveré viento, me volveré noche, me volveré furia. Pero no esta Navidad.
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