En Chile, la pandemia metió en el clóset a muchas personas LGBT+

Existe la realidad poco difundida de les jóvenes lesbianas, bisexuales, gays y trans que deben convivir o volver con su familias en pandemia.

Por Erika Montecinos*

Hay muchos desafíos para las comunidades LGBTIQ+ cuando se desatan emergencias y, sobre todo, en una crisis de salud pública como la que hemos vivenciado este 2020. Con esta columna quiero exponer mi perspectiva como mujer lesbiana y coordinadora de la Agrupación LésBIca Rompiendo El Silencio, en lo que han sido las crisis sociales y económicas que se han desatado en Chile, donde nuevamente las más invisibilizadas son las comunidades LGBTIQ+.

Hoy la pandemia nos obliga al encierro, las precauciones, las medidas, a no confiar en quienes tienes cerca y, si bien, para algunes puede ser una oportunidad para parar un poco ante la vorágine de la vida diaria de consumismo que llevábamos, para otres el encierro se convierte en un calvario. Le pasa a las mujeres cisgénero que obligadamente conviven con un agresor y deben asumir dobles, hasta triples tareas con el teletrabajo y les hijes de los cuales hacerse cargo.

Las recientes encuestas revelan lo que todes sabemos: un porcentaje muy bajo de esos maridos ayuda en las labores de la casa a su compañera en pandemia. Asimismo, las parejas del mismo sexo también cargan con problemáticas de violencia proveniente de los roles impuestos y cuya invisibilidad en este contexto les juega más en contra.

Pero también existe la realidad poco difundida de les jóvenes lesbianas, bisexuales, gays y trans que deben convivir o volver con su familias en pandemia. En este contexto, se ha denunciado aumento de violencia en el entorno, en que se suman algunos familiares que les agreden por su forma de sentir, vestir o expresarse. La familia que debería ser tu refugio en tiempos de crisis, se convierten para LGBTIQ+ en sus principales verdugos. Así, por ejemplo, se comienzan a conocer casos como el de una joven lesbiana amenazada de violación correctiva por su padrastro o de un joven gay cuya tía y primas con las cuales convive, se burlan de su expresión de género. Realidades que no se consideran en las políticas públicas o si se hacen, se realizan desde el total desconocimiento de las realidades propias de comunidades marginadas.

Frente a este abandono, el contexto actual se ha transformado en el regreso a un closet obligatorio y asfixiante. Las comunidades LGBTIQ+ necesitan contención y apoyo. El Estado de Chile aún no da cabida plena a las personas LGBTIQ+, las invisibiliza, no las muestra o, peor aún, cuesta mucho que impulse cambios legales para mejorar sus condiciones de vida. Al menos en Chile, el Senado ha tomado cartas en el asunto y ha promovido la instalación de una mesa en que se abordan estos temas en conjunto con la sociedad civil. En dicha mesa se construyó una agenda de género y diversidad sexual en contexto COVID, de la cual, pese a las buenas intenciones de la senadora Adriana Muñoz, no ha visto aún su impacto en el gobierno con alguna política pública. ¡Es más! La subsecretaria de derechos humanos no tenía idea de la existencia de esta agenda. Insólito.

Entonces, es necesario tener una mirada más amplia de aquellas políticas que se llevan a cabo. Países como Argentina han incorporado en sus servicios esa mirada; es decir, visibilizan y entienden que la disidencia sexual debe ser considerada con sus propias problemáticas y especificidades. Como Agrupación exigimos que las medidas propuestas tengan una mirada interseccional, eso quiere decir que se incluyan en las experiencias y realidades de las mujeres, la clase, la raza, la orientación sexual, la identidad y la expresión de género, porque todas ellas son diferentes y diversas manifestaciones de violencia que no están visibilizadas ni nombradas. Es momento de abrir #ElOtroCloset, conversar, visibilizar y tomar cartas en el asunto.

*Coordinadora Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio

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