Activismo disca: del estigma social de la discapacidad a la identidad política
Al calor de las luchas LGTBI+, las múltiples identidades disca o de diversidad funcional proponen nuevos diálogos.
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Por Ivana Romero
Foto de portada: Luna Irarzábal retratada por La Baraja
Al calor de las luchas LGTBI+, las múltiples identidades disca o de diversidad funcional proponen nuevos diálogos e interseccionalidades de sesgo personal y político. Cuatro activistas de América Latina cuentan sus devenires para abrazar y defender su deseo.
Vos hiciste mal, muy mal.
Eso le dijo la directora de una escuela de La Plata a Ayito Cabrera al verle. Ayito tiene 32 años, había completado las materias del profesorado en Letras y su curriculum, a juzgar por la institución, era impecable. Por eso le llamaron, para cubrir un puesto vacante como docente. Pero las cosas cambiaron cuando se presentó. Se enojó la secretaria; también la directora y la representante legal del colegio. Cerraron la puerta del despacho y le dijeron que presentarse “sin aclarar lo que le pasaba” era un acto irresponsable, que tenían un ascensor pero que no andaba, que no iban a remodelar la escuela por ese “asuntito”. Ayito intentaba mantener seriedad. No les iba a dar el gusto de llorar ante ellas.
“¿Cuál había sido mi pecado taaaan terrible? No decirles que ando por la vida en silla de ruedas”, explica Ayito, que además se reivindica como persona trans no binarie, comunicadorx en redes, columnista radial y escritor. “Para ellas fue demasiado. Pero para mí, también. Lloré mientras esperaba el colectivo y finalmente me acerqué a la clínica jurídica de discapacidad que funciona en la Facultad de Derecho acá en La Plata, donde vivo. Así empecé a leer leyes y a darme cuenta de que nosotrxs, lxs discas, tenemos muchos derechos. Y hemos decidido hacerlos valer”, agrega. Así es como durante la pandemia, aprovechó el potencial de las redes sociales y comenzaron las juntadas con otrxs para ir dándole forma y contenido a La Barra Disca, una nueva organización militante en construcción, con integrantes de aquí y de otros países de América Latina.
Cuando se le pregunta de qué modo prefiere ser nombradx en el contexto de esta entrevista, dice: “Yo me identifico como persona con discapacidad”. Y aclara: “Existen otros términos, como ‘diversidad funcional’ pero a mí es un traje que no me entra. A otrxs compañerxs, sí. Otrxs se reivindican como rengxs, lisiadxs y más. Transformamos cada palabra violenta en una razón de orgullo. Nuestras identidades políticas se tienen que respetar como tales y ser puestas en agenda”.
El 3 de diciembre es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad o Diversidad Funcional. En su página oficial, la Organización Mundial de la Salud reconoce que “casi todos nosotros experimentaremos una discapacidad temporal o permanente en algún momento de nuestras vidas” aunque pocos países ponen en práctica su enorme acervo de protocolos, leyes y recomendaciones. En 2008, por ejemplo, Argentina adoptó la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad mediante la aprobación de la Ley 26.378. A este avance se le suman otros en materia legislativa. Sin embargo, su plena puesta en práctica de aún es materia pendiente.
“El capacitismo nos metió en la cabeza que debemos vivir aisladxs”
“La identidad de todas las personas es múltiple y cambiante, atravesadas por cuestiones de clase, raza, género. También es política la identidad disca. Es muy difícil entender esto porque la discapacidad, históricamente, ha sido pensada como problema individual. Eso te obliga a permanecer entre las cuatro paredes de tu casa y en términos sociales, solo está bien si salís para ir al médico. Por lo demás, sos una carga”, explica la periodista Florencia Santillán, de 28 años, que vive en Carlos Paz y es autora del libro Maldita lisiada, coescrito con Santiago Solans.
“El capacitismo, es decir, la lógica que establece qué cuerpos son válidos y cuáles no, nos metió en la cabeza que debemos vivir aisladxs o confinadxs en nuestro hogar, reducidxs siempre a niñxs al cuidado de sus xadres. Debemos ser buena gente, sumisxs, amables aún cuando nos digan cosas como ‘pobrecita’ o ‘menos mal que por lo menos sos inteligente’. Nuestra respuesta es que toda corporalidad es política, que el binarismo entre lo que se considera bueno o malo oculta una diversidad de la que todxs somos parte. Porque la aspiración del ‘cuerpo perfecto’ es, en verdad, una de las tantas formas en las que el poder ejerce su lógica patriarcal para vos y para mí. La verdad es que todxs somos lo que es nuestro deseo. Y nuestro deseo es poderoso y político. Cero infantil, cero pobrecito”, agrega.
Los rengos de Perón
Algunos rastros de organización política se pueden buscar en el libro Los rengos de Perón, de Alejandro Alonso y Héctor Ramón Cuenya. Publicado en 2015 por Colihue, narra la militancia de jóvenes en los años 70 dentro del Frente de Lisiados Peronistas. De allí para acá, los rastros son difusos. Sin embargo, en 2019, hizo su primera aparición en la Marcha del Orgullo LGTBI+ la columna de Orgullo Disca. Laura Alcaide, una de las integrantes de este colectivo, cuenta: “Orgullo, que claro es un homenaje a la lucha de Carlos Jáuregui y otrxs activistas, surgió en un viaje hacia un encuentro de mujeres con discapacidad visual que hicimos con otra compañera. Ahí empezamos a plantearnos la necesidad de dejar de seccionalizarnos entre discapacidades o entre mujeres y disidencias, por ejemplo. De hecho, hemos tenido discriminación dentro de los espacios feministas porque para nuestras múltiples corporalidades, participar de una asamblea o estar en la calle, es un desafío distinto y esto no siempre es entendido. Así que creamos una columna disca, inclusiva y accesible, donde confluimos diversas discapacidades y personas aliadas, y participamos de la Marcha del Orgullo por primera vez. Fue hermoso”.
Eduardo Bolaños Mayorga, de 31 años, vive en San José de Costa Rica donde, explica, hay leyes progresistas pero no procesos sociales que acompañen esos cambios. “En lo personal no tengo problema en asumirme como manco. Es mi modo de decir que no me interesa ser visibilizado solo de ese modo pero tampoco me interesa ser normal y sí creo en la necesidad de visibilizar otros cuerpos y otras formas. No se trata solo de una formalidad sino de una disputa ideológica: una cosa es garantizar la inclusión desde el parámetro de ‘normalidad’ y otra desde la aceptación de la diversidad, donde no existe superioridad alguna. Es ahí hacia donde queremos ir”.
El feminismo como puerta de entrada
Para Luna Irarzábal, estudiante universitaria y empleada pública, residente en Montevideo, su ingreso al feminismo fue esencial. “Empecé a pensar mi identidad política luego de pensar mi identidad como torta feminista. Lo cuento así para que se entienda aunque el proceso fue y es dinámico: nadie tiene nunca una sola identidad y esa identidad no siempre es la misma”, dice esta militante de la organización Ovejas Negras. Se reconoce como mujer y explica que si habitar el espacio público, por sus carencias arquitectónicas y por su violencia hacia cualquier disidencia, es un desafío para cualquiera, en su caso el desafío es aún mayor.
“Si tenés una discapacidad evidente, eso es lo que se impone cuando te ven. Entonces sos una angelita y te tienen que cuidar y llevar a la iglesia. Pero si sos torta, trans, lo que quieras, te transformás en pecaminosa y si andás en sillas de ruedas, problema tuyo. ¡Cuando proclamás tu deseo, tu identidad, tu sexualidad como persona disca, la gente entra cortocircuito!”, agrega. Y se ríe. Porque sin humor dark, asegura, todo sería más difícil.
Ayito Cabrera se entusiasma con las posibilidades de expansión activista que se empiezan a abrir al calor de las luchas LGTBI+. Y es que, en ese marco, las múltiples identidades disca proponen nuevos diálogos e interseccionalidades de sesgo personal y político. Así se amplían las posibilidades de tener autonomía económica que permita a cada quien vivir, estudiar, trabajar o amar sin depender de tercerxs; participar activamente en la creación y respeto de las leyes o tomar las redes sociales como lugar de construcción disidente más allá de las fronteras (“muchxs dicen que solo se milita en las calles pero nosotrxs sabemos que también hay otras maneras”, dice). Ayito sintetiza: “Ahora queremos construir La Patria Grande Lisiada”.
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