Qué fue el “El baile de los 41”, pieza fundacional de la historia LGBT de México

El baile de los 41 fue una fiesta que terminó en redada policial en 1901 y puso en agenda pública el tema de la homosexualidad.

Por Georgina González

El baile de los 41 fue una fiesta que terminó en redada policial. Sucedió en noviembre del recién nacido siglo XX durante una dictadura, la de Porfirio Díaz. Hoy ese baile y ese número representan en el imaginario social el evento fundacional de la historia LGBT mexicana.

En esa época la homosexualidad no se establecía como delito de manera explícita. Pero el Código Penal de 1871 dejó a libre interpretación de la policía y empleadores de la justicia la oración “ofensas a la moral y las buenas costumbres”. 

“En México no había la sensación de que existía la homosexualidad per se. (El baile de los 41) hizo tambalear a la estructura porfirista porque no es la plebe (clase trabajadora) la que hace el baile, son las élites e implica que la estructura porfirista ya no es viril y masculina”, explica Alonso Hernández, historiador y cronista LGBT+ mexicano. 

“La policía interrumpe una reunión de homosexuales”

“La noche del 17 al 18 de noviembre de 1901 en la cuarta calle de La Paz (hoy Ezequiel Montes ubicada en la colonia Tabacalera de la Ciudad de México) sucedió un hecho sin igual. Un gendarme llegó a ver que en una de las casas estaban acudiendo hombres y mujeres de finos vestidos, de buenos trajes y pensó que se trataba de una fiesta muy importante. Se acercó lo suficiente para ver que todos eran hombres, y la mitad de ellos iban vestidos de mujeres y la otra mitad de hombres. Le sorprendió mucho y fue a la comisaría más cercana a dar el pitazo (avisar sobre una acción considerada ilegal) y la policía no tardó en llegar”, narra así Alonso Hernández.

Carlos Monsiváis, en una crónica publicada en 2002, describe los albores de esa noche. 

“A las tres de la mañana del domingo 18 de noviembre de 1901, la policía interrumpe una reunión de homosexuales, algunos de ellos vestidos de mujer. De ellos, 22 visten masculinamente y 19 se travisten. Estos son los haberes de los detenidos, imaginados o extraídos de los chismes policiales (no hay un parte oficial): faldas, perfumes caros, pelucas con rizos, caderas y pechos postizos, aretes, choclos bordados, maquillajes de blanco o de colores estridentes, zapatos bajos con medias bordadas, abanicos, trajes de seda cortos, ajustados al cuerpo con corsé”.

El baile de los 41

“El mito dice que eran 42 personas. Se sabe que el gobernador le entregó un listado al general y presidente Porfirio Díaz, que al leer los 42 nombres dijo: ‘aquí solamente hay 41’. “Por eso se conoce como ‘el baile de los 41’”, agrega Alonso Hernández. 

“(…) el que desaparece de la lista, compra su libertad a precio de oro y huye por las azoteas, es don Ignacio de la Torre, casado con la hija de Porfirio Díaz. Más que ningún otro hecho, lo que distingue a la redada es la presencia, certificada por el chisme masivo, del Primer Yerno de la Nación”, narra Monsiváis en su relato. 

Sobre saber quiénes fueron los otros, los 41, no hay muchos datos al respecto dada la “impresión de las noticias”. Sin embargo, Monsiváis dice estar seguro de tres nombres: “Jesús Solórzano, Jacinto Luna y Carlos Zozaya” y que, un siglo después de los hechos, la única certeza es “la presencia de Nacho de la Torre”.

Las sanciones

«Los vagos, rateros y afeminados que han sido enviados a Yucatán, no han sido consignados a los batallones del Ejército que operan en la campaña contra los indios mayas, sino a las obras públicas en las poblaciones conquistadas al enemigo común de la civilización», publicó El Popular el 25 de noviembre de 1901.

Fueron 19 de las 41 personas detenidas las enviadas a Yucatán para “pagar con trabajos forzados su crimen”, sostiene Monsiváis.

El Hijo del Ahuizote, un periódico de sátira y narrativa opositora al régimen porfirista, sostuvo el 21 de noviembre de 1901 que las personas detenidas fueron aquellas que no pudieron pagar su libertad.

“(…) en el pobre es cochinada y en el rico refinamiento de coquetería y de buen tono. Si el gobernador violó la ley con aplauso general, debió haber jalado parejo, para que más se le hubiera agradecido, no que dejó la semilla y arrojó las hojitas de la mata. Ahora ya no puede andar en la calle acompañado de un amigo, porque luego lo tratan del Club de los 41”.

La redada “inventó” la homosexualidad en México

Para Monsiváis la redada de 1901 “inventó” la homosexualidad en México. A su vez, “descubre las fragilidades del determinismo”, en donde “el estigma cubre a todos, pero los castigos físicos se ceban solo sobre unos cuantos”, dice.

Además, las notas de prensa de la época, los grabados y caricaturas de José Guadalupe Posada que ilustraban el baile abonaron al imaginario colectivo entre burlas homofóbicas, rumores y leyendas para vincular el número 41 con la homsexualidad. 

El estigma continuó después del porfiriato. En 1965 el cronista y militar Francisco L. Urquizo escribió, “en México el número 41 no tiene ninguna validez y es ofensivo para los mexicanos (…) La influencia de esa tradición es tal que hasta en lo oficial se pasa por alto el número 41. No hay en el ejército División, Regimiento o Batallón que lleve el número 41 (…) Nadie cumple 41 años. No hay automóvil que lleve placa 41, ni policía o agente que acepte ese guarismo”.

Un siglo después del baile, Carlos Monsiváis concluyó que “lo más significativo del episodio de los 41 es, desde luego, la redada con su negación absoluta de los derechos humanos y civiles. A partir de ese momento, se sienta jurisprudencia y lo que viene es legal porque ya lo fue: redadas continuas, chantajes policiacos, torturas, golpizas, envíos a las cárceles y al penal de las Islas Marías. Sólo se necesita una frase en el expediente: «Ofensas a la moral y las buenas costumbres». No hace falta más, no hay abogados defensores (en el caso de los jotos ni siquiera de oficio), no hay juicios, sólo caprichos judiciales dictados por el prejuicio y «el asco». Y la sociedad, o la gente que se entera, encuentra normales o admirables esos procedimientos”.

Una descripción que no dista de realidades que hoy viven poblaciones LGBT+ a las que se les criminaliza y se les obstruye el acceso a la justicia. 

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