I de Intersex: la afirmación de mi cuerpo e identidad

Los médicos dijeron a mis padres que me tendrían que realizar un estudio de sangre para determinar mis cromosomas y así poder asignarme un sexo.

Nací en la década de 1980 en un hospital privado en la Ciudad de México. Al nacer el médico anunció que era una niña sana, pero unos instantes después, para sorpresa de mis padres, informaron que en realidad no estaban seguros si yo era un niño o una niña. Presentaba diferencias genitales o “genitales ambiguos”.

Los médicos dijeron a mis padres que me tendrían que realizar un estudio de sangre para determinar mis cromosomas y así poder asignarme un sexo. El resultado fue XX, se me asignó como niña y después de varias pruebas me diagnosticaron con Hiperplasia Suprarrenal Congénita (HSC) no perdedora de sal.

En mi caso nací con un clítoris más grande de lo considerado “normal” para una mujer y con un conducto urogenital, es decir, mi uretra y vagina desembocan en un mismo sitio.

Hasta el día de hoy me siento agradecida de que los médicos, en ese entonces, no ofrecieran a mis padres la opción de la cirugía genital “feminizante”. Ese es un procedimiento médicamente innecesario que comúnmente se practica a bebés y niñas pequeñas que, como yo, nacen con diferencias genitales o genitales “ambiguos”. Durante la cirugía se recorta el clítoris para reducir su tamaño y se crea un conducto vaginal que pueda permitir la penetración. Las personas que fueron sometidas a estos procedimientos los han denunciado como violaciones a la integridad corporal y a la libre autodeterminación, y como Mutilación Genital Intersexual ante organismos de derechos humanos de diferentes partes del mundo.

El médico hablaba de mi cuerpo como enfermedad

A partir del diagnóstico tuve que atravesar exámenes de sangre dos veces al año, y me llevaban con un endocrinólogo, quien realizaba un examen físico en el que tocaba mis genitales y revisaba como me iba desarrollando. Esas revisiones genitales son realizadas a todas las personas con cuerpos similares al mío, y en todo el mundo se ha denunciado que su frecuencia es innecesaria, en mi caso tuve que atravesar por ellas desde que era una bebé hasta aproximadamente los 12 años, dos veces por año. Ese tipo de experiencias eran muy complicadas, para mí era muy difícil estar ahí, desnudarme frente al médico y que este me tocara el cuerpo y los genitales, mientras debía responder extrañas preguntas que me hacía: “¿sientes algo?” o “¿te duele si hago esto?” ¿Qué se supone que debe contestar una niña de 5 o 6 años a esas preguntas?

Durante esas consultas, mi madre solía estar presente, eso me daba seguridad, pero también me causaba un gran conflicto puesto que con su presencia avalaba esas revisiones que tanto me incomodaba.

Siempre sentí que algo no estaba bien, me daban miedo y me hacían sentir indefensa y vulnerable. El médico hablaba de mi cuerpo utilizando palabras como: enfermedad, hipertrofia, extraño, inusual, corrección, anormalidad, virilización, todo ello mientras me tocaba. En ese entonces yo era muy pequeña para entenderlo todo, pero con el tiempo la frecuencia de las revisiones y las palabras utilizadas me fueron lastimando, me hice cada vez más reservada y se instaló una sensación de tristeza y de que algo estaba “mal” conmigo, solo que no estaba segura de qué era exactamente.

Una cirugía “para poder tener relaciones sexuales”

Cuando tenía 8 años, me llevaron con otro médico en un hospital público de especialidades o de tercer nivel en la Ciudad de México. La visita fue para valorar la posibilidad de una cirugía genital. Fuimos a ese hospital, y lo único que me dijo mi mamá es que me revisarían “como lo hacía el otro doctor” —es decir, una revisión genital—.

Yo me enojé mucho, no quería que nadie más me viera, le dije que no quería ir, pero me forzaron a ir y me forzaron a que me revisaran y tocaran mis genitales, ahora tres médicos al mismo tiempo. Fue una experiencia bastante traumática y frustrante. Finalmente, los médicos dijeron a mi mamá que sí necesitaría una cirugía genital para que “pudiera tener relaciones sexuales”, pero que lo mejor era realizarla cuando fuera mayor, y debía llevarse a cabo “tres meses antes de que me casara con mi esposo”, ¡tenía 8 años! ¡¿de qué esposo hablaban?!, ¿por qué era que pensaban que las relaciones sexuales solo se dan dentro del matrimonio?, nunca he compartido la idea de que el único camino para disfrutar de un cuerpo como el mío es entrar en el molde heterosexual del matrimonio y la penetración vaginal.

Descubrí qué era exactamente el motivo de esas horribles revisiones genitales cuando en la escuela secundaria pusieron dos ilustraciones, una era de los genitales masculinos y otra de los femeninos, al verlas inmediatamente noté que mis genitales no se parecían a ninguna de las ilustraciones: “¡estoy deforme! —pensé con angustia— me quedé en estado de shock, nadie me había hablado de esto.

Un día que mi mamá estaba trabajando, me puse a buscar por toda mi casa algún documento médico que arrojara algo de luz sobre lo que sucedía conmigo, sobre por qué era tan diferente a las demás personas. Finalmente encontré un folder lleno de documentos médicos, y en ellos leí por primera vez “pseudo-hermafroditismo femenino” e “hiperplasia suprarrenal congénita”, no me sorprendió del todo encontrar esas palabras, de alguna manera me hacían sentido, y finalmente sentía que estaba cerca de dar respuesta a esas dudas que me habían perseguido por gran parte de mi vida.

El camino al activismo

Comencé a investigar más sobre ese nuevo término “intersexual” y a devorar todo lo que encontraba sobre el tema y, con el tiempo, empecé a valorar más mi cuerpo y sus características. También encontré un video en el que aparecía una chica intersexual mexicana con una condición similar a la mía, fui capaz de contactarla y charlar con ella por chat, fue alguien que me ayudó mucho a resignificar mi cuerpo, y, por tanto, mi vida. Gracias a toda esta información, poco a poco fui sanando los sentimientos negativos que tenía hacia mi cuerpo y sus características.

Con el tiempo fundé un proyecto para ayudar a otras personas que habían nacido con cuerpos como el mío, y finalmente, el 27 de octubre de 2013 —un día después del Día de la Visibilidad Intersexual— empezó la historia del proyecto Brújula Intersexual. Primero fue una página de Facebook en la que compartía la información que a mí me había ayudado a sanar y algunas traducciones al español de importantes artículos en inglés escritos por activistas y personas intersexuales.

Entonces empezó a ocurrir: las personas que se identificaban con las experiencias e información que compartía comenzaron a acercarse, yo hablaba con ellas y les brindaba información y apoyo emocional. Conocí a muchas personas como yo, con historias muy duras también, quienes vivieron situaciones igual de complejas o más difíciles, platicaba con ellas y les apoyaba como podía. Con el tiempo, abrí una página web, en la que compartía las traducciones al español que hacía, videos, y mi propia historia personal; alenté a que otras personas también compartieran sus historias y el proyecto fue creciendo cada vez más con el apoyo de muchas personas que se fueron sumaron.

Mi vida ahora tiene un propósito, y es ayudar a que otras personas intersexuales y sus familias no se sientan tan solas como un día yo me sentí, ni que se sigan violando los derechos humanos más básicos de los bebés, niños y niñas intersexuales, así que he creado y sostenido la Brújula Intersexual que me marcó el rumbo a una vida más satisfactoria, para que también sirva a cada persona que se sienta perdida y sola, para que pueda encontrarnos, y encontrar así, la fuerza para seguir adelante y superar la adversidad.

Sé que no puedo cambiar EL mundo, pero sí puedo hacer un esfuerzo para orientar a algunas personas a que cambien SU mundo, porque el cambio no viene de afuera hacia adentro, sino de adentro hacia fuera. Y creo que el mayor bienestar en la vida viene de lo que nosotras como personas aportamos al mundo, no de lo que tomamos de él. Y eso intento hacer, quiero irme de este mundo sabiendo que hice lo que pude para poner mi granito de arena. Posiblemente si no hubiera vivido todo esto, llevaría una vida bastante diferente, bastante más común, pero no siempre lo común es lo mejor.

*Activista intersex mexicana. Fundadora del proyecto Brújula Intersex. Éste es una adaptación de un texto que le valió el primer Premio Raquel Berman a la resiliencia de las mujeres frente a la adversidad 2019.

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