Emma Barrandéguy: una novela tabú sobre amores lesbianos

Abrir un libro como se abre una puerta hacia el deseo. Es la invitación que nos hace Emma Barrandéguy en Habitaciones, ficción lesbiana en clave epistolar reeditada por La Parte Maldita.


Escrita a fines del siglo XX y rescatada cincuenta años después por María Moreno, esta obra de Emma Barrandéguy (Gualeguay, Entre Ríos) se adelanta a la década de los reclamos por la liberación sexual y a las teorías sobre las minorías sexuales. “Memorialista, autobiográfica, utópica, ilustrada, perversa y gorila. Todo eso es Habitaciones y, por su misma radicalidad, mucho más. Es una experiencia inaudita en el contexto de la literatura argentina de aquellos tiempos”, relata en el prólogo Moreno, quien charlaría con Barrandéguy en suficientes ocasiones como para que ésta le confesara que “envejecer no es triste porque siempre queda el clítoris”. 

El libro permaneció inédito durante casi medio siglo.  “En los 90, cuando la descubre María Moreno, no existía la visibilidad lesbiana y muchos temas que trabaja esta novela eran tabú”, cuenta a Presentes Gabriela Borrelli, periodista, poeta y lectora lesbofeminista. Escrito en el contexto del boom latinoamericano, un movimiento periodístico y literario exclusivamente masculino, la irreverencia de sus palabras lo condenó a la sombra. Y cuando se editó en 2002, fue un libro de pocas tiradas, imposible de conseguir y leído a través de copias prestadas de mano en mano.

Hasta el día de hoy, en Entre Ríos el nombre de Emma apenas y resuena. Les integrantes de la agrupación transfeminista Hermanes de Villaguay no la habían escuchado nombrar. “Creo que no la conocemos porque es entrerriana, porque es mujer, porque habrá tenido fama de lesbiana. No quiero sonar enojada con este pueblo, pero a veces es muy chato”, cuenta la Vito (30 años) a Presentes. “Crecer en Villaguay fue crecer sin saber que yo podía ser una disidencia. Cuando iba al secundario no teníamos referentes ni educación en la diversidad, ni había acompañamiento en los colegios”. 

“Leí la novela en PDF porque no se conseguía, era un libro agotadísimo. Por eso insistí tanto para que volviera a publicarse”, explica Mauricio Koch, editor en La Parte Maldita. “No se trata sólo de corregir una injusticia, sino de poner en valor y en circulación ideas y propuestas estéticas que nos movilizan”. 

Es por este motivo que Koch, junto a Santiago Kahn y Alejandro Pisera (editores de La Parte Maldita), idearon una colección conformada por escritoras de mediados del siglo XX. “En su mayoría fueron autoras contemporáneas al boom, con obras interesantes y complejas y que sólo por su condición de género quedaron relegadas, y fueron olvidadas o mal o poco leídas en su momento”, explica Koch.

Amor lesbiano

Para Borrelli, Habitaciones cuenta una historia universal que fue y sigue siendo muy osada por tratar temáticas que son tabú dentro del lesbianismo. “Un ejemplo es el tema de la diferencia de edad dentro de la pareja, algo que hemos hablado mucho en términos cisheteronormativos. Pero que no hemos indagado tanto en el lesbianismo. Sigue siendo un tema tabú”. 

“Es una novela que anticipa los imaginarios de sus poemarios posteriores, el amor en la tercera edad y el sexo antes y después de la adultez“, explica la poeta. “El límite es cuando la protagonista de Habitaciones descubre su temprano amor con una preadolescente”. A esto se suman amantes, viajes, celos y un intercambio epistolar desbordado de pasiones. “Querida, no solo guarida sino isla donde me sumerjo y respiro, aliviada de todas mis tensiones (…)”. 

De acuerdo al editor de La Parte Maldita, fueron esos los mismos motivos por los que el libro permaneció en la sombra durante tantos años. “Se trata de una obra escrita por una mujer que vivió casi toda su vida en una pequeña ciudad de Entre Ríos, alejada de las grandes ciudades. Y que sin embargo no cedió al regionalismo pintoresquista y creó una literatura perdurable, honesta e incómoda”. 

Fue Koch quien llevó la propuesta de reedición a la editorial. Al igual que Barrandéguy, también él vivió parte de su infancia y de su adolescencia en un pueblo de Entre Ríos. “En el caso de Emma, eran ideas demasiado revulsivas para su tiempo y no tuvieron acceso a las grandes editoriales. Sus textos circulaban en ediciones pequeñas, de alcance local y en otros casos ni siquiera se publicaban”.

Injusticia y falsedad

La Vito piensa que es urgente conocer a Emma Barrandéguy y leer literatura sobre la vida en las provincias. Recuerda que “cuando iba al secundario no teníamos referentes, no había educación en la diversidad ni acompañamiento en los colegios”, cuenta la Vito. “Yo quería ir a una escuela técnica y terminé en una escuela de monjas donde nos hacían arrodillar para ver si el jumper nos llegaba hasta el piso. No teníamos mucho margen para desarrollar nuestros deseos. Es muy importante conocer cómo se sintieron históricamente las disidencias que crecieron en el interior para despertar nuevos imaginarios y correrse de lo fijo”. 

Esto es posible gracias a que, según Borrelli, se trata de “una novela que encuentra en una estructura tan clásica como la epistolar una forma de desarrollo muy fresco, por eso parece siempre nueva”. 

Koch dice que si bien la obra narra un romance lesbiano, “también es una crítica feroz a la chatura conservadora de los pueblos (“Injusticia y falsedad son, para mí, vida provinciana y falsedad”), de la que la narradora puede escaparse cuando va a la biblioteca a leer una serie de libros obscenos que un viejo bibliotecario se encargaba de incluir en el catálogo”. 

Para el editor, la actualidad del texto hace que sea un libro indispensable para esta época. “Hay una soltura formal, un descaro, una falta total de solemnidad que buena falta le hace a nuestras letras actuales, siempre al borde del estreñimiento. La obra de Emma es una obra que se escribió en soledad, lejos de las modas, de la preocupación por el mercado y el lobby para posicionarse. Escribió para nuestra época una novela que narra un amor entre mujeres antes de que se teorizara sobre las minorías sexuales. Antes siquiera de que existieran palabras ‒las palabras que hoy usamos‒ para nombrar sus deseos”. 

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