Entrevista a Paula Maffia y Lucy Patané: “El rock no está muerto y lo va a salvar la pluralidad”

Estas dos rockeras argentinas se conocen desde los 20 años y han compartido bandas como proyectos solistas.

Por Ivana Romero

Fotos: Roy Molina

“Esta piba es Joan Jett”, pensó Paula Maffia cuando vio a Lucy Patané arriba del escenario. Era el año 2003 pero Lucy ya tenía ese estilo –flamígero, punk, altivo– de tocar la guitarra con gesto concentrado, como si estuviera escuchando algo que suena ahí y en otro lado a la vez. Su porte y su sonido eran similares al de la guitarrista de The Runaways, esa banda queen of noise –como proclama una de sus canciones– surgida en los setenta, formada íntegramente por chicas. Lucy, cuenta ahora, se sorprendió bastante por la comparación: ella adoraba The Runaways desde su adolescencia en Bernal (Quilmes) provincia de Buenos Aires.

De allí hasta ahora, Paula y Lucy han formado un power dúo creativo en la vida y en el arte que se traduce en bandas que fundaron juntas como La Cosa Mostra o Las Taradas y aún en proyectos solistas o con otras músicas, como es el caso de Lucy y Marina Fages. “Desde los veinte, somos como maridas”, se ríe Paula mientras su amiga aparece en el Zoom para hacer esta entrevista. Vivieron juntas en La Boca, organizaron movidas culturales que debieron pasar a la clandestinidad tras Cromañon y desde hace años son parte de una escena musical independiente y orgullosamente rocker, que crece alimentada por un público cada vez más numeroso (sí, hubo vida antes de la pandemia). El año pasado, las dos lanzaron sus nuevos discos. Polvo es la segunda producción de Maffia en su carrera solista. Lucy sacó su primer disco que se llama así, Lucy Patané. Los dos trabajos están nominados a los Premio Gardel como mejor álbum de rock alternativo. Además, “Corazón licántropo”, de Paula, está nominada como mejor canción y mejor videoclip. Lucy está nominada en la categoría “grabación del año” y “productor” (la página web del premio dice así) y es que ella produjo su propio disco. Tantas celebraciones, encuentros  carreras gozosamente disidentes, en términos estéticos e incluso políticos, fueron la excusa para esta charla.

–En esta nueva edición de los Premios Gardel aparecen ternas que incluyen muchas producciones independientes y disidentes. Pienso en ustedes y también, por ejemplo, en Traviarca, el disco de Susy Shock y la Bandada de colibríes. ¿Se puede leer este gesto como un gesto de cambio o es mera corrección política?

Paula: Para entender lo que significan las nominaciones, tenés que entender cómo funcionan los premios. Cada persona que graba un disco en el transcurso del año accede a la posibilidad de postularse. Y vos elegís en qué ternas hacerlo. Después, un enorme grupo de jurado de Capif (la cámara que agrupa a productorxs y sellos discográficos) formada por todo tipo de identidades (algo que se implementó el año pasado) vota y decide que ese disco tiene todas las características para estar nominado. En  esa nueva ola hay muchas mujeres y disidencias. “Disidencias” no es la palabra que más me gusta. Preferiría decir putos, tortas, no binaries, etcétera, pero bueno, “disidencias” sintetiza a todxs lxs colectivxs.

–Un indicio de lo que contás es la premiación de Marilina Bertoldi, que recibió el Gardel de Oro en la última edición y que reivindicó que, tras casi dos décadas, el premio sea ganado por una mujer. Y una mujer lesbiana.

Lucy: Reconocer a una piba que viene de la música independiente, joven, vinculada al rock, y hablo del rock duro, y abiertamente lesbiana, me parece que es galardonar a una persona en representación de muchas. El mérito es de una, sí, pero es la historia de muchas. Otro aspecto importante es que el premio Gardel se federalizó y empezaron a votar otras personas que no son lxs mismxs de siempre. Además, en algunas nominaciones de este año hay propuestas artísticas novedosas. Así que no falta el que cuestiona ¿por qué hacen esto? ¿Lo hacen para que le tengamos que escuchar cosas nuevas? Sí, tendrías que escuchar cosas nuevas. O en todo caso, no está mal que aparezcan propuestas nuevas y que los Gardel o cualquier instancia de premiación sirvan para visibilizar mucha música que está dando vueltas. O sea que los votos no solo son artísticos sino además políticos.

–¿En qué sentido?

Lucy: En cuanto a la visibilidad, las cosas que ganamos y las pendientes. A mí me alegra la nominación de Susy, la de otras músicas independientes e incluso, la de Paula y la mía. Sin embargo se me viene a la cabeza una frase de Agnès Varda (estoy mirando mucho cine durante la cuarentena). En un momento le empezaron a dar muchos premios y ella dijo “para qué me sirven si no tengo plata para hacer mi próxima película”. Esa frase representa mucho a la música independiente. Está buenísima la visibilización que nos dan los premios pero las faltas siguen existiendo. Es decir, sería necesario que la música independiente se vinculase de manera más fluida con otras acciones.

–¿Qué tipos de acciones?

Paula: Es complejo porque habría que explicar cómo funcionan diversos circuitos institucionales y comerciales. Pero te podemos dar un ejemplo. Yo he tenido con reuniones con productores que me dicen “a mí me gusta tu música pero no puedo incluirte en la grilla del festival tal porque no te pasan en la radio”. Ahí tenés las razones por las que los festivales todavía se llenan de bandas como Don Osvaldo, La 25 o La Berisso o adolescentes salidxs de las entrañas satánicas de Cris Morena. Hace un rato preguntabas cómo lidiábamos con los lugares que se nos adjudican. Y la verdad es que no lidio con los lugares que me adjudican. Yo lidio con los lugares a los que quiero llegar porque si no es un tema de “nena, acomódate donde puedas”. No funcionan así las cosas.

Lucy: La palabra “industria” también apareció mientras hablábamos. Para mí hoy, en el ámbito independiente, es una palabra polémica. Una cosa son los sellos grandes: no trabajamos con ellos porque no es un mundo que tenga que ver con nuestras decisiones artísticas. La música independiente es un universo gigante y podría ser una gran industria pero no lo termina de ser. Por un lado porque a muchxs la palabra “industria” les incomoda y por otro, porque muchas herramientas de cómo debe ser la música, para quiénes, etcétera, sigue siendo tema de imposición por las grandes discográficas que, de todos modos, cuando pueden, toman algunos asuntos de la música independiente y los meten en sus propios negocios. Estas nominaciones, de todos modos, abrieron una puerta a músicas como nosotras que no pertenecemos a esa industria. Por supuesto para mí tiene que ver, como dice Paula, con que desde el año pasado el cincuenta por ciento del jurado es femenino y disidente.

–El año pasado, además, se sancionó la ley de cupo femenino. Allí se establece que garantiza un cupo del 30 por ciento a mujeres en grillas de eventos con un mínimo de tres artistas o bandas. Ustedes tuvieron un rol muy activo en esa lucha. ¿Qué pueden contar de todo eso?

Lucy: En cada entrevista a mujeres músicas, preguntas sobre la ley son recurrentes. Estaría bueno que la pregunta, además, empiece a virar hacia otros sectores. ¿Qué piensan los productores? ¿Qué piensan los músicos varones? No me refiero solo a la ley sino al lugar de ellos y los privilegios que han tenido. Nosotras dijimos lo que pensábamos pero no nos queda claro qué piensan ellos. Y cuando los entrevistan, no les preguntan estas cosas.

Paula: La ley es un instrumento formal. Está claro que nadie quiere ocupar un escenario por un tema de cupo. Pero de lo que se trata acá es de visibilizar todos los lugares que nosotrxs no ocupamos. Entonces la ley era y es una herramienta que generó un movimiento muy grande. Por ejemplo, que los tipos tengan que empezar a compartir sus espacios. Así, mucha gente que estaba en contra dijo que las mujeres somos nazis. Consensuar una propuesta, presentar un proyecto, conseguir firmas de colegas, pasarla por dos cámaras y lograr que sea aprobada. ¿De veras se puede pensar todo eso como un fenómeno nazi? Más bien creemos que esta ley es un elogio de la democracia.

–Al escucharlas ahora, pero también en sus discos o verlas en vivo, se advierte cómo se reflejan mutuamente en sus sonidos y en su modo de percibir la escena musical.

Lucy: Lo que a Paula y a mí nos unió fue una manera de escuchar y abordar la estética. Paula me nombró a The Runaways que yo escuchaba sola y la complicidad de esa escena inicial se sigue repitiendo con otras cosas. Eso me pasa con Paula, también con Marina Fages, una forma muy natural de respetar el deseo de la otra y encarar la música desde ahí. Yo escucho cosas de Paula en mi disco y creo que hay cosas mías en el disco de ella. Al final una canción es un conjunto de decisiones. Y en esas decisiones vas generando una producción, una estética, entonces creo que hay muchas cosas en las que coincidimos y por eso se nos sigue ligando respecto a lo estético.

–Juntas y separadas, verlas en escena con músicxs disidentes arriba y abajo del escenario, genera una intensidad muy hermosa y particular.

Paula: Sí, eso es parte de las decisiones de las que habla Lucy. Yo creo que va a ser una fase superadora cuando dejemos de ser muchas mujeres y disidencias arriba del escenario y pasemos a ser un montón de personas y ya. Nos va a dar mucha libertad no tener que ser algo en relación a otra cosa. Las mujeres somos algo en comparación a otra identidad. A mí me encanta identificarme con ser mujer y asumirme como lesbiana, no creo que sean dos categorías que se cancelen mutuamente. Pero es mi experiencia personal. En cualquier caso, me siento más identificada con las identidades que con las hegemónicas.

–¿Se reivindican como rockeras?

Lucy: Sí, siempre decimos lo mismo. El rock no está muerto porque hay un montón de gente rockera por ahí. Incluso, gente rockera que no hace música pero tiene determinada forma de vivir, determinada actitud.

Paula: Al rock lo va a salvar el rock. Un rock nuevo formado por pluralidades, con una nueva sonoridad.

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