“A las familias de niñes trans nos mueve el amor salpicado de miedo”

Cuando escucho el grito de las compañeras travestis y trans, quiero correr a abrazarlas. En ellas veo a mi hija gritar desesperada, y así, seguir de pie luchando se me hace muy difícil.

Por Gabriela Mansilla

El 28 de junio se me hace un nudo en la garganta. No marcho como en otras fechas. Tengo la sensación de que se avanza un poco, y que no logro nada. Porque aún nadie me oyó gritar lo suficiente. Como si en ese grito se me fuera mi propia vida. Estoy enojada, remueve todo mi ser tanta injusticia, Llora mi vientre porque parió a una niña trava, que corre peligro y que no es escuchada. Aunque nada cambia en lo inmediato, y quizás aunque se sumen cada vez más aliades, se siente un vacío que pocas personas van a saber entender. Seguramente serán otra mamá, otro papá, quienes caminan al lado mío intentando combatir lo peor de este destino.

Cuando escucho el grito de las compañeras travestis y trans, quiero correr a abrazarlas. En ellas veo a mi hija gritar desesperada, y así, seguir de pie luchando se me hace muy difícil.  Porque la pregunta siempre está rondando en mi cabeza. ¿Que compañera travesti trans será la siguiente? ¿Quién faltará en la próxima marcha? 

Cada persona que se suma al reclamo lo hace por distintas razones, y seguramente, pasarán tantas emociones por su cuerpo, pero hay una que no sé si tendrán: la que siente una mamá por su hija travesti trans. Lo que siente un papá por su niña travita. 

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Este 2020 no podemos salir a las calles con nuestra bandera y nuestros carteles, pero seguiremos visibilizando por las redes sociales, porque lo que no se nombra no existe, y lo nombraremos hasta que se les impregne en la piel y el reclamo les arda, como nos arde nuestro corazón. Vamos a incomodar con nuestro pedido, lo vamos a cuestionar todo, porque si la vida de nuestres hijes está en peligro, no vamos a darle ventaja ni respiro a este sistema binario, patriarcal, biologicista y colonial.

“A nuestres hijes les dejaron afuera de toda planificación” 

No sé si lo elegimos, creo que no, lo único que sé, es que nos mueve el amor, el mismo amor salpicado de miedo, la desesperación de no poder evitar ni torcer el destino, que por herencia, tienen nuestres hijes. Ese destino que se impuso por odio, por desconocimiento, que se digitó como un plan de exterminio, que comienza en el seno familiar, y sigue con las demás instituciones que expulsan lo «desviado, lo pervertido, el pecado», lo que no se puede domesticar ni a los golpes, lo que tiene tanta vida y exige tanta libertad que asusta.

No es nada fácil salir a las calles con un cartel que diga «Basta de matarlas por ser travestis y trans». Creo que ninguna familia lo pudo imaginar antes, nadie está preparado/a para algo así, no éramos militantes, nuestres hijes nos dieron coraje, y asumimos esa responsabilidad.

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Hoy, las familias de la Asociación Civil Infancias Libres estamos pensando colectivamente cómo hacer para que nuestres hijes no estén en peligro. Porque ya entendimos que no podemos hacerlo solas sino hermanadas, juntando fuerzas.

A nuestres hijes les dejaron afuera de toda planificación, no les pensaron desde el Estado. Su corporalidad está criminalizada y ¿qué les tenemos que decir? ¿Que salimos a las calles a pedir que no las maten?, Nuestres hijes apenas tienen 5 o 7 años, Son niñeces, son adolescentes. Parece una locura, pero nada está solucionado para elles.

Siempre me pregunto cómo volver a casa, con qué cara, porque les niñes ahí nos esperan, ansioses, para preguntarnos cómo nos fue, si ya cambió el mundo, si ya no tienen nada que temer. Y llegar sin las respuestas que elles necesitan para nosotres es una gran desilusión.

He notado con mucho dolor que las feminidades tienen más riesgos; que las violencias parecen estar dirigidas con más ensañamiento que hacia la masculinidad trans. Pero en definitiva, son las mismas violencias que matan de igual manera tarde o temprano y que llevan a este colectivo a tener una expectativa de vida de 35 años. ¿Qué familia puede vivir sabiendo esto?

Cómo decirle a nuestras hijas que a las compañeras las matan por ser travestis y trans, si ellas también lo son. No queremos asustarlas, pero tampoco queremos mentirles.

Salimos para exigir que paren de matarlas. Nuestres hijes aman a sus tias travas y nosotres también.

Nuestras niñeces duermen calentitas en su cama sin saber cuánto peligro hay allí afuera. Estamos agregando una página nueva al libro del colectivo travesti trans, una página que ninguna familia antes escribió, la pieza que faltaba, la ausencia que debió ser crianza responsable y no lo fue.

Sabemos que no todas las compañeras mueren en manos de un asesino; los travesticidios y transfemicidios también ocurren por el abandono, por tener en el cuerpo tantas noches de calabozo, hay quienes sobrevivieron a las palizas de la policía, quienes les migró la silicona líquida y enfermó todo su cuerpo, las compañera que vi con mis propios ojos solas en las camas del hospital Muñiz, por que el VIH las consumía, y entonces ¿que me queda por decirle a mi niña? ¿Que le digo a todas las niñas? Porque el dolor que puede sentir una mamá ante esta espectativa de vida, que aunque no la vive aún mi hija la vive todo el colectivo travesti trans, y para que hoy éstas infancias puedan existir, debieron morir sin que nadie quisiera evitarlo.

En cada compañera que ya no está, muere la esperanza de una vida distinta, de otras oportunidades para las infancias y adolescencias travestis trans.

¿Cuántas esperanzas podemos darle a nuestras infancias?

¿Qué debería cambiar? ¡Toda la humanidad! Porque este modelo evidentemente ha fracasado, no va más.

Hablemos de la responsabilidad que tiene el Estado, de las muertes que se pueden evitar, de la histórica persecución policial, de cuántas llegan a viejas, de los años paradas en una esquina siendo niñas adolescentes; la droga y el alcohol que adormece sus mentes al ser prostituidas, y la expulsión del hogar, de esa familia cis-heterosexual que las arroja con tanta crueldad, y de aquellas que eligen huir para poder vivir como lo sienten. ¿Qué tenemos como sociedad para ofrecerle a estas nuevas generaciones?

Hablemos también de aquellas que son más sensibles, las que no pueden aguantar, y en un acto de liberación, y cansadas de no tener esperanzas, dicen basta por mano propia, callando ellas mismas su propia voz. 

Las burlas a las que están sometidas, señaladas por el dedo acusador de la moral, la ignorancia, las miradas, cuando les dan vuelta la cara. Y te lo digo a vos: que las violás, que las usás y descartás ¿Por qué no te atrevés a amarlas?

Negadas, criminalizadas, abandonadas, esto lo hace también la sociedad, y es un crimen que pareciera quedar impune. No se necesita un puñal, este crimen tiene la complicidad de tus ojos muchas veces, y es un travesticidio y transfemicidio social. Vos también las matás.

¿Cuántas esperanzas podemos darle a nuestras infancias y adolescencias travestis y trans? ¿Cómo fortalecer nuestros brazos para proteger sus vidas? ¿Podemos garantizarle a nuestres hijes que van a tener otra oportunidad? ¿Que van a llegar a viejas? ¿Que todo esta violencia no les va a tocar?

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Mientras no estén en los proyectos políticos, mientras el sistema de educación no les nombre como es debido, mientras sus cuerpos sigan siendo lo prohibido y equivocado, ¿cómo vamos a hacer para mirarles a los ojos y decirles que todo estará bien?

La única esperanza es saber que sus familias estamos en plena batalla, que no sabemos si vamos a ganarla, pero que haremos todo lo que esté en nuestras manos y más, para torcer el destino, y que honraremos al colectivo travesti trans porque son muchas las mariposas que abrieron el vuelo que nuestres hijes continuarán. Y estaremos de pie frente a toda esta humanidad para impedir que se repita la historia. No vamos a parar de luchar y de incomodar. Somos personas cisgénero con furia travesti en el alma.

“No existe amor más grande y verdadero que el amor de una familia que abrazan a un hijx trans travesti, no existe valentía más inmensa que ser, sin pertenecer, para vivir libre. Entre todxs romperemos con los prejuicios, con las visiones patologizantes y con el rol represivo de las instituciones. Romperemos con el único destino que tenía este colectivo. Estás niñeces y adolescencias trans travestis merecen ser felices, merecen gozar de igualdad de oportunidades y si lo logran, las familias sentiremos que entonces, sí podremos morir en paz…”*

Este 28 de junio gritemos juntes: ¡Basta de travesticidios, basta de transfemicidios!

*Extraído del cuadernillo «Infancias desobedientes, cuerpos que incomodan» ACIL 2019

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