Relatos de cuarentenas disidentes

Nuestra realidad arremete con sus particularidades que distan de la romantización del quedarse en casa en familia.

Por Violeta Alegre

Ilustración: dreamstime

En la cuarentena obligatoria parece que todo fuera videollamadas y diarios de encierro por la tecnología que tenemos las personas con cierto acceso. Pero nuestra realidad arremete con sus particularidades que distan de la romantización del quedarse en casa en familia. Y esto es clave: ¿Qué familias tenemos las travestis? ¿Qué vínculos pudimos construir las trans y demás disidencias? En estos días estuve hablando con varias compañeras y los relatos muestran una foto muy diferente a la de muchas redes sociales.

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Yanina me comenta que está desesperada por Euge; su amiga trans de San Miguel (provincia de Buenos Aires) está sin recursos. Vive sola y no tiene para comer estos días. Entonces Yani quiere conseguir un permiso para ir a llevarle algunos alimentos, aunque su salud tampoco está en condiciones. Pero no le importa, como tampoco le importa sacar unos pesos de su pensión para compartir con su amiga. Me dice que está harta, porque inclusive llamó a una organización de la diversidad de Ciudad de Buenos Aires le respondieron que “no llegan hasta esa zona del conurbano”.

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Sofi es trabajadora sexual y entregó todos sus datos a una página de SexCam paga porque tiene mucho miedo de exponerse personalmente con los tipos. A pesar de las restricciones de la cuarentena, su teléfono no para de sonar. Al principio pensó que solo se trataba de tipos que querían intercambio de fotos, pero no. Muchos quieren verla personalmente aunque la pongan en riesgo. Algunos de ellos dicen ser esos mismos héroes aplaudidos todas las noches a las nueve de la noche. Como también personal de las fuerzas de seguridad. Le dicen a Sofi: “Yo te puedo ir a ver porque tengo permiso, soy policía, medico, etc.” Ella responde que ni loca, que tiene miedo. Pero que si sigue así la cosa, no le va a quedar otra. La doble moral no descansa en cuarentena.

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Mi familia es un peligro

¿Qué acciones pensamos para quienes el espacio doméstico se vuelve un espacio violento? No solo hago referencia a las mujeres que conviven con sus maltratadores, sino también a las historias como la de Laura, una piba trans de 17 años que tuvo que volver a la casa de sus padres, quienes la maltratan con insultos, golpizas y amenazas constantes. Como el de ella, se están conociendo muchísimos casos de personas del colectivo LGBT para quienes la casa de amigues resulta un lugar de escape y refugio ante la violencia cotidiana de sus familias. Verdaderas “prisiones domiciliarias” para quienes no tienen otras alternativas de subsistencia. Muches niñes y adolescentes pagan el precio de la violencia.

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A Sabrina la familia la echó de su Salta natal cuando tenia 12 años como a tantísimas compañeras a lo largo y ancho de este país. Sin embargo ella sigue siendo el sostén principal de su familia: todos los meses le envía a su mamá y a sus hermanitos. Hoy está desesperada porque su peluquería esta vacía y no llega a juntar el dinero ni para pagarse el alquiler ni la comida. Además recibe amenazas de desalojo por parte del dueño del local. El gobierno decretó que no se podrá desalojar a nadie durando los 120 días restantes, pero parece que esa regla no estaría rigiendo para dueños usureros que alquilan más caro a chicas por el solo hecho de ser trans.

El virus eres tú

La amenaza y peligros de “otredad” que siempre significamos las personas trans por  cuestiones sexo-genéricas hoy la podemos ver  en casi todxs:  las personas se miran con odio cuando tosen, cuando rozan alguna parte de su cuerpo o cuando no respetan los dos metros de distancia. Y es que ahora todxs se convirtieron en cuerpos-amenaza en el espacio público: posibles dañinos y damnificados del invisible amenazante.

Desde luego, siempre se agravará cuando el cuerpo-amenaza suma más condiciones interseccionalizando otras cuestiones.

Aun así, desconfío que el aprendizaje llegue. Lo deseo, pero desconfío. La cuarentena toma forma en medidas necesarias, pero clasistas, donde no solo el virus se cobrará vidas.

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Las redes afectivas que lograron atrincherarse son predominantemente hetero-cis-normativas y dejan en emergencia espacios de soledad para muchxs que no tenemos familias nucleares que nos sostengan. Quizás ese no sería el problema porque, como dice Susy Shock, “no queremos ser más esta humanidad”. Pero entonces debemos replantearnos los modos en que pensamos otros vínculos, otras economías y otras propuestas que lleven a la praxis la disidencia por elección, no por consecuencia.

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