Lesbianas y trans también abortamos en la clandestinidad peruana
En el Perú se calcula que se realizan más de 400 mil abortos al año.
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Por Vero Ferrari
En el Perú se calcula que se realizan más de 400 mil abortos al año. El subrregistro, es decir, todos los abortos que no fueron registrados en una sala de hospital o centro de salud terminan duplicando esta cifra. Las leyes que criminalizan el aborto permiten que los médicos que atienden casos de aborto denuncien a la mujer que ha llegado de emergencia y que la policía le abra una investigación por la que puede ser procesada.
Sólo es legal el aborto terapéutico desde 1924, pero recién en 2014, 90 años después, se aprobó el protocolo de atención de estos abortos. Esto puede dar una perspectiva de cómo se ve actualmente el problema del aborto en el Perú: negligencia, irresponsabilidad e indiferencia.
En lo que va de este año, seis niñas menores de 11 años han sido madres producto de violación obligadas por el Estado, según el Sistema de Registro del Certificado de Nacido Vivo en Línea del Ministerio de Salud.
Una problemática tan profunda y cruel contra las niñas y mujeres suele invisibilizar a otros cuerpos con capacidad de gestación. El aborto en lesbianas y hombres trans, trans masculinos o no binarios es aún un misterio. No existe un protocolo que verifique una atención integral en estos casos, lo que sí existe es una completa ausencia del Estado y de su organismo rector en salud para con cualquiera que no sea una mujer heterosexual, que de por sí también la pasa mal si aborta y llega a caer en un hospital estatal.
Lesbianas y aborto
El tema del aborto se ve como una problemática únicamente de mujeres heterosexuales, por lo que las violaciones correctivas contra lesbianas se convierten en mitos, y nuestros abortos se realizan en una triple clandestinidad: la del aborto penalizado, la de la violencia sexual y la del clóset lésbico. Pocas lesbianas contarán su experiencia de violación correctiva, que suele ser realizada por algún pariente, y mucho menos hablarán del consecuente aborto, o de su maternidad forzada.
En mis diez años de activismo he conocido diversos casos de violencia sexual contra lesbianas, que nunca fueron denunciados, y que se vieron forzadas a llevar una vida heterosexual por muchos años, hasta que diversas circunstancias les dieron la oportunidad de liberarse de ese yugo y empezar a experimentar lo que realmente querían vivir. Hay muchas que no han encontrado aún las circunstancias para liberarse, hay muchas más que murieron sin poder vivir sus más profundos deseos.
La situación es más crítica en zonas rurales, de la periferia o en comunidades indígenas. Para escapar de la maternidad forzada muchas se ven obligadas a huir, pero la mayoría termina aceptando un “destino” impuesto a sangre y dolor de las mujeres, otras terminan muriendo en sus intentos de libertad. Estas vidas y estos crímenes siguen ocultos e impunes.
Trans masculinos y aborto
El aborto en hombres trans también implica un clóset y una clandestinidad. Ellos no necesariamente se rigen por la performación de la heterosexualidad chico trans-chica cis, sino que tienen una sexualidad tan fluida como cualquiera, pero poca información alrededor de ella, lo que origina que no puedan ejercer sus derechos ciudadanos de forma integral.
Como señala Sebastián Marallano, miembro de Diversidades Trans Masculinas: “En el caso de los chicos trans hay todo un tema debido a las incomodidades por el cuerpo, la disforia. Muchos no buscan información acerca de sus derechos sexuales y reproductivos porque implica también una afirmación de tener vagina o útero. Muy pocos saben cómo cuidarse en el caso de tener sexo que pueda dar una posible concepción, o sea, sexo pene-vagina, y se dan caso de chicos que terminan utilizando la píldora del día siguiente tres veces al año, cuatro veces al año, por falta de conocimiento”.
A esto se suma la desinformación de los operadores de salud para atender a la diversidad sexual, la carencia de protocolos o guías de atención para trans masculinos y la poca apertura al tema de las trans masculinidades: “A mí me ha tocado ir a ginecólogos, ginecólogas, que no saben cómo tratar un cuerpo hormonado, esas situaciones te alejan del sistema de salud. Por eso necesitamos ser nombrados y contar con protocolos que entiendan nuestras corporalidades. Las lesbianas ya han avanzado un protocolo, aunque tardío, nosotros estamos más atrás de ellas”.
Recurrir al aborto clandestino, siendo trans, es abrir la puerta a más vulnerabilidades, como narra Sebastián: “Yo soy una persona que ha abortado. Aborté antes de mi proceso de transición, pero incluso en ese momento había muchas deficiencias: consultorios clandestinos con todo lo que esto significa, paredes de triplay, revictimización, mi aborto fue un aborto por violación, un médico que me pedía con lujo de detalles que le contara lo que me había pasado, entre otras cosas que son violentas e inhumanas cuando estás en una situación así de vulnerabilidad que es pasar por un proceso de aborto”.
Las lesbianas y los trans también abortamos, y por eso somos conscientes de la lucha de las mujeres por la despenalización del aborto, para que todxs puedan acceder a un aborto legal, seguro y gratuito. Esta lucha nos une.
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