Cupo laboral trans: así le cambió la vida a Shazmin

A los 37 años Shasmin accedió por primera vez en su vida a un trabajo formal. La vida antes y después del cupo laboral trans.

Por Soledad Mizerniuk y Victoria Rodríguez, desde Santa Fe

Shazmin Ramos Moreira es una trans de 37 años. Hace cuatro meses, por primera vez en su vida, la llamaron para ofrecerle un trabajo. Fue después de una entrevista laboral. A partir de la aprobación de la ordenanza de cupo laboral trans, ella es una de las seis personas que ingresaron a la Municipalidad de Santa Fe.

“Si Dios o el Universo me hubiesen dado esta oportunidad antes, no hubiese asomado ni la cara a una esquina”, dice. Shazmin sobrevivió al promedio de expectativa de vida de una femineidad trans en América Latina: 35 años.  Sobrevivió a los riesgos del trabajo sexual que ejerció, por falta de otras opciones, durante 17 años, de lunes a lunes. Sobrevivió a la violencia de la Policía, a la de los clientes, a la del frío. “Estos días que pasaron con bajas temperaturas, yo no podía creer que no tenía que ir a la esquina. Que me podía quedar en casa calentita”, reflexiona.

«Necesitamos acceso a trabajo y salud»

Su testimonio cuenta una historia repetida para muchas de sus compañeras: “Todas las referentes de Santa Fe que hemos tenido pasajes con prostitución, sufrimos riñas en la calle porque el cliente no nos aceptaba o nos aceptaba como juego, o con la misma Policía. Esperamos que haya un cambio real que nos permita transformar la expectativa de vida que tenemos. Para eso necesitamos el acceso real al trabajo y a la salud”.

Hoy su día de oficina está cargado de actividades, ya que es secretaria administrativa en el área del Programa de Género y Diversidad municipal. Ahí le toca hacer trámites dentro y fuera del edificio principal y colaborar algunas semanas en las Escuelas de Trabajo.

Sabe que su caso es la excepción. Por eso, está convencida de seguir impulsando políticas públicas que compensen de algún modo los años de abandono e invisibilización del colectivo trans y travesti. “Tengo 37 años. Cuando pasé los 35 años pensé: «Soy una sobreviviente». Pienso mucho sobre la expectativa de vida que tenemos las mujeres trans, no llegamos a los 40”, dice.

Shazmin llegó al bar donde estaba acordada la entrevista con Presentes, empujó la puerta de vidrio e ingresó con una sonrisa gigante. Es luminosa. Rubia platinada, con el pelo recogido en una prolija cola de caballo llena de bucles, flequillo sobre el rostro peinado hacia la izquierda. Su presencia llama la atención, se impone. De jean, botas blancas y un saquito rosado, llegó impecable, preparada para hablar largo y tendido.

«El desafío es convocar a las mas jóvenes»

“Si bien con este proyecto de cupo trans pudimos lograr el ingreso de seis compañeras, la idea es no quedarnos atrancadas ahí. Se está haciendo muchísimo y buen trabajo de capacitación. Ahora el desafío es convocar a las más jóvenes, incentivarlas”.

La realidad con la que se cruza muchas veces al intentar llevar ayuda a las más chicas es muy cruda. “Hoy, en avenida Facundo Zuviría, que es la «zona roja» de la ciudad de Santa Fe, hay cinco o seis chicas trans paradas en cada esquina. Incluso, algunas menores de edad, de 13 o 14 años, porque cada vez salen más chiquitas. Las ves perdidas, muchas veces drogadas. No queremos darles un plato de comida o un bolsón de mercadería y nada más. El acceso al trabajo es central para poder cambiar esa expectativa de vida”, asegura.

Salir

Shazmin es de Villa Hipódromo. “Mi papá fue toda la vida vendedor ambulante y mi mamá, ama de casa”. A diferencia de otras chicas trans, ella pudo completar sus estudios secundarios: “Siempre fui a la escuela Raymundo Peña, en la avenida Blas Parera, porque tenía comedor escolar. Éramos muchos hermanos, entonces mi mamá nos mandaba ahí. Y la secundaria la hice en ese mismo edificio, se llamaba Patriarca de la Federación”.

Shazmin cuenta que comenzó a autopercibirse como mujer desde muy pequeña, alrededor de los seis años. Su hermana Rubí, aunque es menor, había dado los mismos pasos antes que ella, lo cual le facilitó el diálogo y entendimiento dentro de su hogar. Pero una vez finalizada la escuela secundaria, todo se complicó.

“Como cualquier ciudadana, tengo mis impuestos que pagar, por eso necesitaba ejercer el trabajo sexual. Las mujeres trans también pagamos luz, cable, teléfono, lo mismo que cualquiera. La diferencia es que muchas veces no tenemos el trabajo que merecemos”, dice.

Fueron varios los intentos por forjar un futuro diferente. “Entregué curriculums en todos lados y nunca tuve la oportunidad de tener otro trabajo. Íbamos siempre juntas en manada a entregar los curriculums, a hacer los cursos, siempre por miedo a andar solas”, relata.

Ella quería continuar sus estudios. Le gustaba la carrera de Enfermería. “Llegué a cursar un año y medio, pero me resultaba muy costoso. A eso se sumaba que ejercía el trabajo sexual de noche, entonces no llegaba a estudiar ni rendir los exámenes. Cada día abría los ojos y ya se hacía de noche”, recuerda. No se rindió. Decidió acercarse a una Escuela de Trabajo del Estado. Allí comenzó a adquirir nuevas herramientas, que le permitieron luego acceder a su empleo actual.

«Ahora buscamos el cupo laboral trans en la provincia»

Una de las claves para forjar las oportunidades que se le negaban fue la decisión de organizarse con otras compañeras trans. “Estamos organizadas y empoderadas. Así logramos conseguir el cupo laboral trans y es lo que intentamos trasladar a las nuevas generaciones”, resalta -Shazmin-. “Tuvimos también el apoyo de compañeras lesbianas, de compañeros gays. Y creo que en la lucha nunca se descansó. Ahora buscamos el cupo laboral trans en la provincia. Hay generaciones atrás y no queremos que pasen lo que nosotras pasamos”. “En lo individual, quiero apuntar a una jubilación, a tener una obra social”.

Ya camino a la plaza San Martín, para tomarse unas fotografías, Shazmin concluye: “Mi etapa más linda es hoy. Pienso y medito mucho. Una referente de la Asociación Travestis Transexuales Transgéneros de la Argentina en Santa Fe, mi compañera Marina Quinteros, siempre dice: «No me quiero morir sin ver que mis compañeras de atrás siguen». Y estamos apuntando a eso”.

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