Cuatro historias de LGBTOdio cotidiano y resistencia en Paraguay

En Paraguay, se hace cada vez más urgente una ley contra toda forma de discriminación y una ley de identidad de género. Las personas del colectivo LGBTIQ+ no encuentran en la justicia ningún amparo cuando se cometen crímenes de odio y abusos de poder.

Por Juliana Quintana

Fotos: Jess Insfrán y Paula Godoy

«Puto, sentate, levantado no producís nada”, le gritó el jefe de Mattias Ayala cuando se levantó de su puesto. “A los putitos no se les quiere acá, y mucho menos si son perritas y muerden al jefe”. Fueron dos meses en los que Mattias toleró maltrato verbal y psicológico en la cadena de electrodomésticos Bristol, en la sede de Capiatá. Cuando denunció a su jefe, Carlos Cortessi, con el departamento de Recursos Humanos, le ofrecieron “cambiarse de sucursal o renunciar”. Como ninguna de las alternativas era viable para él, al día siguiente, lo desvincularon de la empresa.

Ese mismo día, el joven de 18 años denunció a través de su cuenta de Twitter que lo echaron por su orientación sexual. Bristol negó el hecho en un comunicado que publicaron en redes sociales. “Me pidieron que firme un contrato con mi liquidación. Mi jefe me presionó un buen rato y le dije: yo no te firmo eso porque no soy estúpido. Ahí dice que yo al firmarte, renuncio a mis derechos. Y mis derechos no valen ni 500 mil guaraníes, ni toda la plata que me puedan pagar”, expresó Mattias.

En Paraguay, se hace cada vez más urgente una ley contra toda forma de discriminación y una ley de identidad de género. Las personas del colectivo LGBTIQ+ no encuentran en la justicia ningún amparo cuando se cometen crímenes de odio y abusos de poder. En el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, Presentes se comunicó con elles para contar cómo viven las situaciones de violencia en el país.

La incompatibilidad entre el trabajo y el activismo

Belencha Rodríguez es traductora y profesora de inglés. El año pasado fue la vocera de la organización Diversxs en la marcha del orgullo TLGBI que se llevó a cabo en la ciudad de Encarnación. Cuando fueron expulsades de la Plaza de Armas y el intendente Luis Yd les negó permiso de utilizar La Pérgola (frente a la playa San José), Belencha tuvo que pagar un precio muy alto por su exposición pública y militancia.

“Después de la marcha me dí cuenta de que yo, por ser vocera, estaba sobre-expuesta y tomé la decisión de mudarme de casa en Encarnación porque me dejaban hojas debajo de la puerta de mi departamento con mensajes. Asumirme bisexual políticamente en una sociedad conservadora es mi decisión de orgullo, pero entiendo que tuve que pagar un precio por eso”, contó.

A partir de ahí, le sacaron todas sus fuerzas laborales, recibió quejas de madres que ya no querían enviar a sus hijos a estudiar con ella, y un grupo de religiosos hizo una cadena de oración frente a la virgen de Itapúa para que no “lave el cerebro a sus hijos”. Pero los ataques no se detuvieron allí. Belencha comenzó a recibir amenazas cada vez más violentas.

“Unas de las amenazas más grandes que recibí fue que me llegó un mensaje anónimo en el privado de Twitter que me van a empalar porque no me estoy callando la boca. También me rayaron el auto y me dejaron una paloma muerta adentro. Yo ya empecé a tener miedo y a contactar con mis amigues, les pedí que nos moviéramos en bloque”, recordó.

En la movilización del #8MPy del 2017, la primera gran manifestación en Asunción, Belencha publicó en una de sus redes un texto con una foto en la que lleva escrito “dejen de violarnos” en el cuerpo. Agustin Laje, co-autor de El libro negro de la Nueva Izquierda y emblema del movimiento provida, subió esa misma fotografía a su perfil de Instagram y en el epígrafe puso: “El exceso de autoestima es un problema grave”.

“Para mí eso fue la cumbre del éxito feminismo. Yo festejé que un person como ese me haga un pequeño escrache”, dijo entre risas, “pero fue un ataque del que se colgó el grupo provida que después me investigó estando yo acá. Pasa que, como yo estoy en una ciudad fronteriza, tuvo repercusiones desde el ámbito conservador y creo que hubo como una alianza para mandar a hacer memes de mi persona como gorda, feminazi y abortera”.

Transodio en bares de Asunción

Hacía años que Venus Agüero frecuentaba el bar asunceno, el Poniente. No sólo acostumbraba a realizar performances sino también a pasar el tiempo con sus amigues. En noviembre del año pasado, hubo un cambio de gerencia y, una noche que fue de particular, la echaron de las instalaciones. Curiosamente, la semana anterior ella había asistido al mismo bar con un grupo de performers para una intervención artística.

“Entro yo, como si nada, y enseguida se acerca un guardia de seguridad y me dice que me tengo que retirar porque la casa ya no admite más personas como yo dentro de ese espacio. Me dio demasiada tristeza porque no alcanzamos a la categoría de ser seres humanos para habitar algunos espacios. Eso te da una pauta de cuán densa es la situación acá en Paraguay”, relató Venus, que es artista visual.

A la semana siguiente, con activistas independientes y Cula Performance organizaron una manifestación frente al Poniente en repudio a cualquier tipo de discriminación. Ese mismo día, el local emitió un comunicado “LGBT friendly” en el que expresó su descontento en relación a lo sucedido con Venus. “Yo no sé qué tan válida pueda ser esa rectificación en general después de haberme hecho pasar por ese momento inhumano. Además, me enteré también que otras personas fueron expulsados de esa manera de ese lugar”, reflexionó.

“Te bancamos pero que no se te note”

Airym Sarta es trabajadora social e intérprete de lengua de señas. Es colombiana pero hace 16 años vive en Paraguay, y cuenta que cuando interpreta para personas sordas y saben que es lesbiana o la vieron con su novia, le dicen “no te preocupes, te vamos a guardar el secreto”.  

“En lo laboral, nos quieren meter en el clóset. La invisibilización de la lesbiandad es la violencia más grande que tenemos. Mientras vos no digas que sos lesbiana, mientras no salgas a marchar, mientras no milites está todo bien. Pero una vez que lo hagas, salir de esa invisibilidad es castigado”, resaltó Airym, que también es activista en la “tatucada” (batucada) de Aireana.

El problema comienza cuando “se nota” que une es LGBT. A Airym le sucedió cuando su mamá estaba internada en IPS. Un grupo de fundamentalistas evangélicos las invitaron a ella y a su pareja a que rezaran por su madre. Como ambas rechazaron y se fueron juntas, la próxima vez que vieron a Airym en la terapia intensiva le ofrecieron “curarla” y que podían encontrar en ellos “una conversión”.

También los estereotipos juegan un rol preponderante a la hora de ocupar puestos de trabajo. “Cuando me corté el pelo más corto sí que reaccionaron, me decían: ‘qué fuerte, ¿y por qué ese cambio?’”, relató Airym. Belencha también coincide sobre este punto. En Asunción tuvo problemas para acceder a trabajos y recibió violencia estructural. “Esto sucede más por ser gorda que por ser bisexual. Es muy fácil no asumir la identidad sexual políticamente, pero la condición física no es posible de esconder”.

 

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