Apostamos a un periodismo capaz de adentrarse en los territorios y la investigación exhaustiva, aliado a nuevas tecnologías y formatos narrativos. Queremos que lxs protagonistas, sus historias y sus luchas, estén presentes.
Alessia Injoque: una ejecutiva trans y migrante desafía al mundo corporativo
Tiene 37 años y ocupa un cargo de liderazgo en una de las empresas más importantes de Chile, su transición pública la convirtió en activista y referente LGBT en Chile.
Hace dos años, Alessia Injoque encaró a todo Chile desde la portada de la revista QuéPasa para contar su historia: la de una ingeniera industrial inmigrante, peruana, hija de evangélicos, responsable de buena parte de los sistemas de una empresa privada, que a los 35 años se convirtió en la primera persona que transicionó en un cargo de liderazgo en Cencosud, uno de los consorcios más importantes y poderosos del país.
Sin buscarlo, se convirtió en una voz importante dentro de la comunidad LGBTI local. Ahora conjuga sus oficios del mundo de la ingeniería con el activismo, la política y las letras. Ha dado charlas sobre diversidad en otras empresas, es parte del directorio de la Fundación Iguales y recientemente se sumó al Partido Liberal porque quiere incidir en la agenda de la diversidad. El año pasado escribió y publicó Crónicas de una infiltrada, una suerte de autobiografía donde rememora los caminos que la llevaron hasta donde está hoy. “Soy transgénero, lesbiana y siento orgullo. Le reservo la vergüenza a quienes no puedan aceptarlo”, escribe Alessia en su libro.
-¿Cómo fue transicionar públicamente y en un lugar de liderazgo de una gran empresa?
-Cuando me decidí, no tenía ni idea de cómo hacer esto ni por dónde empezar. Así que hice lo básico: chequear e investigar si había algún caso previo. No encontré nada parecido ni equivalente y como estaba muerta de miedo, pasé un año con una doble vida. En todos mis espacios empecé a vivir como Alessia, menos en el trabajo, a riesgo de que alguien me viera en la calle o en algún lugar y me reconociera. Fue muy estresante. Mientras seguía viviendo de esa manera y tomando valor para hablarlo en la oficina, decidí regalarme cosas: me metí a clases de baile, a clases de maquillaje, empecé a ir al fonoaudiólogo para entrenar mi voz y de alguna manera poder encajar un poco con lo que la sociedad espera de un rol femenino y sobre todo en un entorno laboral tan formal.
Cuando le conté a mi jefa, esperaba que me dijera que desconocía las políticas para abordar mi caso o que lo iba a consultar primero con recursos humanos. Pero, para mi sorpresa, me ofreció apoyo desde el primer minuto. Eso marcó el camino y fue fundamental, porque pasé de pensar que podía perder mi trabajo y mi carrera por no querer ocultar más mi identidad, a recibir apoyo y guía, aunque nadie supiera en ese minuto cómo es que abordaríamos mi transición. Después de hablar con los gerentes fuimos a recursos humanos y como no había un protocolo definido, porque esto nunca había pasado, contactaron a organizaciones de la diversidad para buscar asesoría y trabajar en conjunto sobre las políticas y los procedimientos para hacerlo y comunicarlo al resto de la mejor manera. Ante 60 personas tuve que dar un discurso y decidí hacer una larga presentación sobre la psicología de la resistencia al cambio, que me llevó a terminar hablando de mi lado más personal. Lo más difícil fue cuando llegué al punto final y me tocó decir que soy trans. Hubo un enorme silencio en la sala. Lloré, se acercaron a abrazarme, me aplaudieron. Fue muy fuerte ese momento. Al día siguiente, el día de mi cumpleaños, Alessia llegó a la oficina. Aunque estaba muy nerviosa porque sentía que caminaba sobre una pasarela con miles de ojos posados sobre mí, desde ese momento soy una persona completamente libre y feliz, porque honestamente no esperaba tanto apoyo y solidaridad.
-¿Qué ha sido lo más duro de tu proceso?
-Recientemente me separé. Cosette, quien era mi esposa, me acompañó en todo momento y dio conmigo los primeros pasos en mi transición. Hicimos todo lo posible para que funcionara porque de verdad nos amábamos. Pero fue muy complicado, tanto para ella como para mí. Seguimos siendo muy cercanas, nos tenemos mucho cariño y siempre voy a atesorar el tiempo que estuve con ella y todo el apoyo que me dio, porque cuando empecé a vivir como una persona libre y sentía que el mundo se me venía encima, ella fue la roca de la que pude sostenerme. Con todo ese dolor me volqué a la escritura, eso me ayudó mucho.
-Hablemos de tu identidad como mujer trans y lesbiana. ¿Cómo lo asumiste y cómo lo asume tu entorno?
-Me parece muy importante hablar de esto porque ahora tenemos información sobre diversidad que antes no teníamos. En mi infancia, la palabra trans no existía. Sí existían las personas travestis, que en ese momento eran entendidas como hombres que sentían atracción por hombres pero que se vestían de mujeres porque les gustaban tanto los hombres que querían ser mujeres. No había otra definición y no existía la identidad de género. Entonces yo tenía una gran confusión porque me gustaban las mujeres pero no quería sentirme como un hombre. Incluso a veces me planteaba si es que yo era una travesti heterosexual. Cuando apareció el término trans, lo entendí todo y asumí que soy una mujer que se siente atraída por las mujeres. Como a mí me costó entenderlo, entiendo perfectamente la confusión que genera para mucha gente marcada con una visión heterosexual del mundo. Para ellos es una rareza, para mí ya no es tema, esto es lo que soy.
-¿Cómo ha sido la relación con tu madre evangélica?
-Al principio fue súper complicado porque mi madre no sólo es evangélica, sino que es abiertamente anti diversidad sexual. La conversación con ella fue por mail porque yo estoy en Chile y ella en Estados Unidos. Cuando le dije, se le cayó el mundo encima. Lo primero que hizo fue preguntarme si me habían violado, porque para muchos que piensan como ella, si eres trans es porque eres una persona muy dañada. Después me pidió que lo guardara en secreto y que no me exhibiera, pero era algo que no estaba dispuesta a seguir haciendo. Ella le pidió perdón a toda mi familia porque se sentía culpable de este “pecado” que yo estaba cometiendo y pensaba que había hecho algo mal conmigo durante mi crianza. Con el tiempo todo ha ido mejorando y ahora tiene una posición un poco más resuelta sobre esto. Ahora cree que soy un mensaje de dios para que ella deje de ser una persona discriminadora. Me da un poco de risa y no comparto esa visión ni esa explicación porque además soy atea, pero si ella quiere creer eso, qué le vamos a hacer. Algo bueno de esto es que acaba de escribir un libro sobre mí que va a salir en febrero y aunque es en una línea muy diferente a la mía, con un enfoque cristiano, me alegra mucho porque va a llegar a gente a la que yo nunca en la vida voy a poder llegar, pues ese público cristiano habla un lenguaje que yo no hablo.
-Tu transición devino en el activismo y ahora en la política, ¿tienes aspiraciones para incidir en el debate desde esos ámbitos?
-En realidad yo no planeé nada de esto. Mi caso se volvió mediático después de salir en la portada de la revista QuéPasa y ahí empecé a dar entrevistas, charlas en empresas, llegué a Fundación Iguales, escribí un libro… A veces no me lo creo, porque todo ha sido muy sobre la marcha. Lo que pasa es que me di cuenta de que tenía la posibilidad de contribuir y hacer que el mensaje llegue. Mi experiencia es pública porque quiero que sepan que sí se puede. Y si puedo aportar con mi historia o contando cosas que ahora sé pero que no sabía durante mi infancia o adolescencia, me hace todo el sentido del mundo. Recién me sumé al Partido Liberal porque entendí que si en realidad quiero generar cambios en la comunidad LGBTI, tengo que empezar a tomar partido e involucrarme, así que opté por esta organización por adherencia ideológica, porque comulgan con las ideas políticas de alguien como Justin Trudeau en Canadá, o Emmanuel Macron en Francia. Quizás en algunos países creerán que ser liberal es igual a ser de derecha pero acá en Chile no es así. Entonces, si me preguntas por alguna aspiración política, la verdad es que no tengo nada muy estructurado por ahora, solo estoy tratando de armar un plan para el futuro en la agenda de la diversidad. En este momento se están terminando de definir los reglamentos para la Ley de Identidad de Género, que fue recientemente aprobada, estamos comenzando la discusión del matrimonio igualitario y creo que el camino no va a ser tan fácil, pero soy optimista en que lo vamos a lograr y que algún día seremos vistos como las personas normales que somos, con todos nuestros derechos garantizados y respetados.
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