Paraguay: La película sobre amor lésbico que arrasó afuera y fue abucheada en su país

La película, que narra la historia de una pareja de lesbianas de la alta sociedad asuncena, cosechó cuatro premios en su estreno en el Festival Internacional de Cine de Berlín, incluyendo el Oso de Plata a la Mejor Actriz para su protagonista, Ana Brun, y el premio Teddy -el premio queer del festival-.

Por María Sanz

Para el cineasta paraguayo Marcelo Martinessi (Asunción, 1973), la honestidad es un don. Martinessi es autor de cortometrajes como Karai Norte o Calle Última, y de documentales como Diario Guaraní. Fundó y dirigió la televisión pública de Paraguay hasta el golpe de Estado contra el presidente Fernando Lugo en 2012, una semana después de la masacre de Curuguaty, que causó la muerte de 17 personas durante un desalojo campesino. El dolor que provocó esa masacre lo plasmó años después en su cortometraje La voz perdida, que le valió en 2016 el premio Orizzonti al mejor corto en la Mostra di Venezia.

Con su primer largometraje, Las herederas, redobló la apuesta. La película, que narra la historia de una pareja de lesbianas de la alta sociedad asuncena, cosechó cuatro premios en su estreno en el Festival Internacional de Cine de Berlín, incluyendo el Oso de Plata a la Mejor Actriz para su protagonista, Ana Brun, y el premio Teddy -el premio queer del festival-.

Con elogios de la crítica, el filme ha seguido recibiendo galardones en diferentes certámenes en Colombia, Corea del Sur, Puerto Rico, Rumanía, Ecuador o Australia, mientras en Paraguay despertaba el enojo de los sectores más conservadores. La película regresó esta semana a las pantallas paraguayas en el marco del Festival de Cine Lesbigaytrans, organizado por Aireana – Grupo por los derechos de las lesbianas.

La historia de Chela y Chiquita, sus protagonistas, a medio camino entre una clandestinidad mal disimulada y un hipócrita secreto a voces, atraviesa tabúes como el sexo entre adultas mayores, la cárcel, la soledad, la infidelidad, el encierro o la pérdida de privilegios de clase. Martinessi insiste: la fórmula secreta para avanzar entre tantas y tan complejas contradicciones es construir un relato basado en la honestidad.

– Cuatro premios en la Berlinale, dos en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, y aún más en Corea del Sur, en Puerto Rico, en Rumanía y los más recientes, en Ecuador y en Australia. Elogios de la crítica y del público a la película. Entrevistas a las actrices por todas partes. Las Herederas en boca de todxs. Y mientras tanto, en Paraguay, encuestas en los diarios sobre si la gente acudirá o no a ver a la película, enfado de los sectores conservadores, llamadas al boicot. Cuando el equipo de la película acude a un reconocimiento en el Congreso, varios parlamentarios se retiran de la sala, y hasta una senadora les insulta. ¿Nadie es profeta en su tierra?

– Lo que está pasando tiene dos aristas. Por un lado, en nuestro país siguen existiendo grupos influyentes que históricamente mantuvieron a la sociedad ciega, ignorante y dividida. Por eso muestran las uñas cuando se sienten amenazados. Y en este caso, la visibilidad positiva de una película como Las Herederas es una amenaza.

Pero por otro lado, estoy convencido de que hablar de Paraguay hoy, es hablar de un país diverso. Lo que sucede es que esa diversidad demora en hacerse sentir en la vida cotidiana, dada la correlación de fuerzas con los militantes de la intolerancia. El cine, y el arte en general, pueden ser un camino para valorar nuestras diferencias, y sobre todo para empezar a transformar el modo en que nos relacionamos. Por eso aprecio mucho que, más allá de todo lo que se pudo hacer o decir en contra de la película, también ha habido una contracara de gran apoyo.

-En la película, la relación de pareja de las protagonistas no es clandestina, pero tampoco se asumen como una pareja de lesbianas de una manera que podamos llamar abierta o militante. Teniendo en cuenta las contradicciones que rodean a la alta sociedad paraguaya actual, ¿cuánto de realidad tiene la historia de Chela y Chiquita?

– Apuntamos a hacer, antes de nada, una película honesta. Está narrada a través de mujeres de una clase social privilegiada, con sus seguridades y sus negaciones, las dos caras de esa contradicción. Hay un componente de ‘clase’ que ellas priorizan, por eso cuidan tanto las formas. En ese sentido, quisimos que se sientan – como muros – los encierros, tanto en esa clase social, como en la misma relación amorosa e incluso en la opción sexual. Creo que es la forma más sincera de narrar personajes como Chela y Chiquita, donde además hay un aspecto generacional que contribuye a la sensación de pudor que atraviesa sus vidas.

-La película también deja ver cómo, cuando Chela visita a Chiquita en la prisión del Buen Pastor, nunca tienen un espacio de privacidad: se ven en el patio, en la peluquería, o medio a escondidas en una celda. Una situación similar a lo que ocurre en la realidad, cuando las mujeres lesbianas internas en esta cárcel no tienen acceso a las visitas privadas de sus parejas. ¿Te hablaron de esta situación las mujeres privadas de libertad que participaron en el rodaje de la película? ¿Por qué crees que siguen sin tener acceso a este derecho?

– Sigo sin entender el marco legal de esta situación, que me parece terrible. Y que se suma a las discriminaciones ya existentes sobre las reclusas del sistema penitenciario de Paraguay, por su condición de mujeres y – en su mayoría – en situación de pobreza. Por el hecho de estar privada de libertad, una mujer no puede estar obligada a someter su cuerpo a decisiones ajenas. Más aún, asumiendo que muchos de los casos no tienen siquiera las mínimas garantías de un proceso judicial razonable. Una de las expresiones más hermosas que tenemos, es la conexión amorosa y sexual con otros seres, que nos libera, nos construye, nos humaniza. Atrás de este intento de negación, hay también una clara intención de imponer autoridad sobre el amor y el deseo.

-Al llegar al aeropuerto de Asunción, de regreso del festival de Berlín, ante las preguntas de la prensa, dijiste que Las Herederas es “una película que mira al futuro”. ¿Qué futuro crees que le espera a la comunidad LGTBI paraguaya, con un presidente electo conservador y heredero de la dictadura stronista?

Los presidentes llegan y pasan. El mandatario electo habla mucho del rol de la ‘familia’ en nuestra sociedad. Y en eso, incluso podemos estar de acuerdo. Pero lo que necesitamos es redefinir y ampliar el concepto de ‘familia’. Aunque una parte importante de la sociedad ya está en la práctica mucho más avanzada que el discurso político conservador, siguen habiendo posturas y actitudes que nos recuerdan el largo camino que tenemos por delante para la construcción de una sociedad tolerante.

Las Herederas ha recibido un reconocimiento del Senado de la Nación y otro de la Intendencia Municipal. Sus propulsores fuimos declarados Hijos dilectos de la ciudad. La película ha sido tapa de diarios durante los días de la Berlinale y del estreno en Paraguay. No siento que podamos quejarnos de eso. Al menos en parte de la esfera pública/mediática ha habido avances importantes. Sería fantástico que esos cambios empiecen a sentirse también en el interior de las familias y de las instituciones, sobre todo en la forma como educamos a las próximas generaciones. Ese es el gran desafío.

-El deseo sexual en mujeres – lesbianas y adultas mayores, para más señas-, la pérdida de los privilegios de clase, la cárcel, la infidelidad… la película repasa una buena lista de tabúes. En el preestreno, muchas personas rieron al escuchar los comentarios clasistas del personaje de Pituca, o ver la actitud de Chela hacia Paty, empleada en su casa. ¿Piensas que “Las Herederas” logra interpelar, y enfrentar a los espectadores a sus propios prejuicios?

A lo largo de todo el proceso de escritura traté de no juzgar a los personajes, de dejarlos ser, sin manipular el guión hacia algún vicio o virtud en particular que provocara una historia de héroes y villanos. Más que nada porque no creo en esa polaridad en la vida, ni en el cine. Las películas que más me gustan son las que consiguen interrogar al espectador a partir del ejercicio de observar y convertirse en parte del entorno de una historia. Para Las Herederas pude trabajar con un ensamble de mujeres extraordinarias, que entienden a la perfección la sociedad en la cual vivimos y que la llevan debajo de la piel de esos personajes que interpretan. Creo que es la presencia de ellas, en su honestidad, la que consigue interpelarnos.

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