#24M "Estuve 17 días desaparecida en el Pozo de Banfield"
Nací en Rosario y soy una trans adulta mayor. A a los 16 años me echaron de mi casa y empecé a ejercer la prostitución porque era la única salida que tenía. En ese momento sólo éramos travestis, no existía la palabra trans. Tuve que irme a Buenos Aires escapando porque en una redada le rompí de un carterazo la nariz a un jefe de policía. Era una niña. Llegué a la casa de una tía y empecé a ejercer la prostitución a escondidas. La luché mucho y además tenía esa rebeldía de la juventud que cuanto más te dicen que no tenés que hacer algo, más lo haces.
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Por Marcela Viega
Nací en Rosario, soy una trans adulta mayor. A a los 16 años me echaron de mi casa y empecé a ejercer la prostitución porque era la única salida que tenía. En ese momento sólo éramos travestis, no existía la palabra trans. Tuve que irme a Buenos Aires escapando, porque en una redada le rompí de un carterazo la nariz a un jefe de policía.
Era una niña. Llegué a la casa de una tía y empecé a ejercer la prostitución a escondidas. La luché mucho, y además tenía esa rebeldía de la juventud que cuanto más te dicen que no tenés que hacer algo, más lo hacés.
En Rosario había estado internada en un psiquiátrico-geriático que aún existe. Mi familia pensaba que había que curar mi homosexualidad. Me hacían tratamientos de cura de sueño. Era vergonzoso tener a una mujer trans en la familia. Yo era adoptada. Mis padres tenían una fábrica en Rosario, había llegado a la Argentina escapados del franquismo.
A los 18 años me fui a España. Me dieron la bienvenida y me dijeron “volvé a tu país”, me echaron a la mierda. Ahora lo cuento con un poco de humor, pero en ese momento fue una desgracia: primera irte a una ciudad diferente y después irte a un país diferente y que te reboten, no sabía qué hacer.
Volví a Buenos Aires, porque no podía pisar Rosario. Empecé a trabajar en Camino de Cintura donde tenía una parada.
Un día se acerca un patrulleros, los policías me ordenaron subir, me taparon los ojos y llegué a un lugar que no sabía dónde era.
A lo único que tenía acceso era a una canilla sin rosca, sólo tomaba agua de un jarrito. Tiempo después supe que me habían llevado al Pozo de Banfield, un centro de detención y tortura de la última dictadura. En ese momento no entendía lo que pasaba. Estuve 17 días desaparecida. El ser humano tiene una gran defensa que es el olvido.
Gracias a mi amigo Carlos Ibarra, que con una abogada me buscaron por todas las comisarías, me subieron y pusieron en el libro de entradas. Yo le agradezco eternamente a ese amigo que se comprometió conmigo porque podría haber quedado chupado él.
Mido 1,78, soy grande, y cuando salí pesaba 45 kilos, tenía liendres en las cejas y las pestañas.
En esa época nos movíamos en remís porque nosotras no podíamos tomar colectivo. Me llevó alzada hasta Banfield, a la casa de unas travestis donde me cuidaron. No tenía fuerzas para pararme.
Ahí me recupero. Vuelvo a ejercer la prostitución y junto plata para para irme del país.
Nos perseguían en todos lados. En Europa había un poco más de libertad, pero también nos perseguían. Las únicas trans que era respetadas eran las artistas, como la Coccinelle (fue una actriz, vedette y cantante trans francesa que hizo parte de su carrera en Argentina).
Estuve un tiempo en Europa, en Italia, España, Francia y volvía a Argentina. La policía nos cobraba por todo. Cada vez que te agarraban pasabas 60, 90 y hasta 120 días encerrada. Tenía menos condena un estafador que una mujer trans. Las celdas eran compartidas con hombres. Sentíamos una violación a nuestra identidad, aunque no entendíamos muchos de nuestros derechos porque no los teníamos. Éramos objeto de canje de la policía. Si a un cana le faltaba yerba, nos canjeaba a un preso por un paquete de yerba. Fueron épocas muy dolorosas.
Hoy por hoy muchas cosas se han ido revirtiendo y hemos alcanzado muchos derechos. Hoy tenemos un montón de herramientas. Pero falta mucho aún. Falta el cupo trans y para que nos acepten y respeten tenemos que respetar a la todxs.
Cuando éramos chicas el único camino que teníamos era la prostitución. Ahora creo que se pueden buscar alternativas. Las chicas jóvenes tienen que estar en contacto con las grandes para que les podamos transmitir experiencias y potenciar todo lo que está a nuestro alcance para tener una vida digna.
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