Nahuel Pérez Biscayart: “El VIH fue una epidemia que pasó bajo el silencio de la sociedad”  

El actor argentino protagoniza la película francesa del año “120 pulsaciones por minuto”. Interpreta a un activista de Act Up, la organización de acción directa creada en 1987 para visibilizar la pandemia de VIH y protestar contra la desidia del Estado y el negocio de las farmacológicas.

Por Lucas Gutiérrez.  Nahuel Pérez Biscayart nació en Argentina en 1986 y tuvo un comienzo brillante en el cine, teatro y televisión locales. Pero ya en 2008, con 22 años, ganó una beca teatral en New York y en 2010 un protagónico en el cine francés. Desde entonces se convirtió en un nómade que va sumando banderas e idiomas a su producción: hoy, charla con Agencia Presente desde París, y cuenta que no tiene residencia fija. Su último film es 120 pulsaciones por minuto, la película que ganó el premio del jurado en el último Festival de Cannes y es, sin duda, el gran suceso del cine francés actual. El director es Robin Campillo, un activista en París de la organización internacional Act Up (AIDS Coalition to Unleash Power – Coalición del SIDA para desatar el poder): durante la pandemia a fines de los 80 y principios de los 90, y ante la falta de respuesta del Estado y las farmacológicas en Estados Unidos, se creó esta coalición que replicó sedes en todo el mundo. La película fue la candidata francesa al Oscar, aunque finalmente no quedó en la terna para Mejor película extranjera. Pero sí lidera las nominaciones de los premios César, el equivalente de Hollywood en Francia. “Esta es una película que por su temática y su duración, si no hubiese pasado por un festival no hubiese tenido tanta llegada”, dice Pérez Biscayart. Esta es la primera de sus películas realizada en el exterior que se estrena en la Argentina. “Mi personaje tiene cosas de una persona que existió mezclada con experiencias de otras que también vivieron ese momento. Por ejemplo cuando me visten al final de la película, esa historia es real del novio del productor”. -El director, productor y guionista del filme fueron parte de Act Up Francia, ¿cómo lograron transmitirles toda esa experiencia? -Sí, el director Robin Campillo, el coguionista Phillipe Mangeot y el productor Hugues Charbonneau. O sea que todas las escenas que están en la película fueron vividas por alguno de ellos tres. Y si bien no es una cinta autobiográfica, sí es una especie de nueva perspectiva creada a partir de sus memorias. Teníamos una porción de Act Up con nosotros en el set. Tuvimos tres días de ensayo en un anfiteatro en el que nos juntaron a todos los que representaríamos integrantes de la asociación por primera vez. Philippe Mangeot, el co guionista, nos dio una hora entera de charla en tiempo presente sobre nuestra situación: cómo la enfermedad nos afecta, cómo es ir a ver a nuestros amigos al hospital, la poca bola que nos da el Estado. Nos situó en un contexto de presente total, eso creo que nos atravesó a todos y nos puso en esa efervescencia de lucha instantáneamente. -¿Con qué material trabajaron y cuál fue el enfoque al momento de abordarlo? -Leímos muchos libros, por ejemplo, el de Didier Lestrade que fue el primer presidente de Act Up Francia y uno de los cofundadores de la asociación en ese país. Lestrade cuenta en primera persona desde antes de la génesis de la asociación, explica toda la visión, comparte el proceso íntimo, etc. Además da la sonoridad de cómo hablaba esa gente: el humor, acidez, ese desprejuicio y desparpajo. Luego, el documental clave que vi fue ‘Silverlake Life’. Trata de una pareja de seropositivos que se filma mientras la enfermedad los va deteriorando hasta que uno de ellos dos muere. Ese cadáver vivo se vuelve muerto, es de una crudeza estremecedora y eso me dio la pauta muy concreta de a qué punto la enfermedad te consumía. Me dio la imagen que debió ver esa gente cuando enterraba a sus amigos, familiares y amantes. También Tuvimos acceso a todos los archivos del instituto audiovisual de Francia que es un instituto que grabó todos los noticieros de la época y mostraban las acciones de Act Up. Todo esto nos dio un montón de información. -¿Cómo es trabajar en una lengua que no es la tuya nativa? -Tiene algo muy interesante: el idioma empieza a funcionar como un disfraz, una sonoridad en la que uno se mete e intenta desaparecer o surfear ese sonido nuevo. Hay menos prejuicio con el significado de las palabras. Me pasó que por ahí tenía menos pudor en decir determinadas frases o manifestar estados emocionales en otro idioma porque me sentía protegido o cubierto por ese otro sonido que no te retrotrae a tu lengua materna.  Eso estuvo bueno. Me di cuenta que actuando en otros idiomas también me encontraba en situaciones de liberación y de poco prejuicio.   -¿Con qué realidad sociopolítica te encontraste respecto del momento a representar? -Esta fue una epidemia que también pasó bajo el silencio de la sociedad. (*) En un principio golpeó muy fuerte a la comunidad homosexual, a la gente que estaba en prostitución, en drogas intravenosas. Entonces hay algo de esa estigmatización por parte de esa sociedad que se mantuvo callada. Si esta enfermedad hubiera afectado en principio al hombre blanco heterosexual por supuesto que hubiese sido atacada desde el primer momento por el Estado, en este caso el francés. Lo que pasó con Francois Mitterrand –presidente de Francia en ese momento-, que era bastante progresista y de izquierda, es que tampoco quiso señalar a estos sectores de la sociedad. Quizás desde un punto de vista muy republicano y fraterno, de no querer justamente señalar a una comunidad en particular, se dejó pasar de manera cómplice esta hecatombe. En realidad, lo que habría que haber hecho era no señalar, pero sí decir “esta enfermedad está atacando a esta determinada parte de la sociedad”. No para estigmatizar sino para poder encontrar todas las herramientas de combate y así poder atacar justamente de raíz del problema. -¿Qué crees que aporte esta película al activismo? -Es difícil saber hasta qué punto una película tiene impacto social o queda en un círculo muy reducido de personas. La película cuenta una parte de la historia encarnada por un grupo militante muy pequeño, aislado y hasta visto como un grupo radical y condenado por eso. Quizá, gracias a la masividad de la cinta quizás, hoy pueda ser visto desde un lugar más sensible y empático. Me parece que el film pone en contexto las luchas y quizás a la parte más pacata de la sociedad le permite entender sus métodos de lucha. Todos los logros de la película son también para quienes hoy en día siguen luchando y quizás son considerados fuera de lugar o, repito, extremos, radicales. Pero son ellos quienes van a poder hacer mejor el mundo básicamente. Y, de hecho, los que se quejan o los juzgan de radicales, son quienes van a poder beneficiarse de los avances que estos grupos logren.   https://www.youtube.com/watch?v=P8EKciTV5Z8 (*) VIH y sida no son lo mismo: el virus del VIH comprometa el sistema inmunológico y si no es tratado a tiempo deviene en SIDA.]]>

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