Lo atacó una patota: “Desde los ‘90 no me pegaban por ser gay”

En pleno centro de Buenos Aires, un grupo de veinteañeros atacó a Charly, de 37 años por su orientación sexual. Charly no quiso hacer la denuncia y contó a Presentes que hacía muchos años no sufría un ataque homofóbico en la calle. Aunque hay leyes que protegen a las personas LGBTI ¿Por qué las víctimas temen denunciar?

En pleno centro de Buenos Aires, un grupo de veinteañeros atacó a Charly, de 37 años por su orientación sexual. Charly no quiso hacer la denuncia y contó a Presentes que hacía muchos años no sufría un ataque homofóbico en la calle. Aunque hay leyes que protegen a las personas LGBTI ¿Por qué las víctimas temen denunciar? El sábado 17 de junio a la madrugada, Charly (37 años, guionista de cine y TV) volvía en taxi a su casa en la Ciudad de Buenos Aires. Se bajó en la avenida 9 de Julio, sobre Lima, cerca de Constitución. Apenas pisó la vereda, se le acercó un joven que venía caminando sonriente. Él le devolvió el gesto. Charly no se anima a revelar su identidad pero contó a Presentes cómo fue la agresión que vivió esa madrugada. – ¿Así que sos puto? ¿Sabés lo que le hago yo a los putos? – cuenta que le dijo ese hombre antes de empujarlo. Después lo tiró al piso y empezó a pegarle. Charly dice que se le sumaron cuatro o cinco más. “No puede ver cuántos eran, desde el suelo sólo veía sus pies. Eran chicos de veintipico”, dijo a Presentes. “Me apretaban la cabeza contra el piso para que no me pudiera escapar. No parecía que me quisieran robar. En la primera oportunidad que tuve de zafarme, me arrastré, corrí y le pedí ayuda a unos pibes que venían cruzando por la otra cuadra para que le mandaran un mensaje a una amiga”. Según cuenta Charly, ellos le preguntaron quién le había pegado “Decinos”, lo increparon. “¿Aquellos?”, insistieron. Les dijo que sí, y les señaló donde estaban. Él él sólo quería que alguien le prestara un celular para mandar un mensaje de texto. “‘Vení que los vamos a cagar a trompadas. Pero más vale que sea verdad, porque si no te cagamos a trompadas a vos”, le dijeron. “Después de lo que me había pasado me parecía absurdo estar escuchando esa amenaza. Pero apenas tuve tiempo de reflexionar, porque ya se estaban enfrentando ambos bandos”, dice.

“Nadie me ayudaba”

En el medio de la golpiza le robaron la billetera, el celular y la campera. Tenía el ojo negro y la ropa rota. “Entré a un kiosco para pedir ayuda, pero el pibe que atendía me dijo que no tenía celular. Pasé por delante de unas chicas que esperaban el bondi y se rieron. Quería mandar un mensaje, pero nadie me ayudaba. Me quedé sentado llorando. Me acordé que una amiga vive a tres cuadras de donde estaba, pero me daba miedo caminar hasta ahí”, contó. Charly escribió en su muro de Facebook lo que le había pasado, pero tiene dudas con respecto a hacer la denuncia: “Fue suficientemente angustiante el momento como para involucrarme en un proceso legal más angustiante”, afirma.

“Las redes sociales no proveen Justicia”

Emiliano Litardo, de Abogados por los Derechos Sexuaes (ABOSEX), enumera a Presentes tres razones por las que entiende que las personas no denuncian estos casos: “Hay un descreimiento en el sistema judicial, en particular con la población LGBTI se agudiza; el temor de muchas personas a las autoridades que tienen a su cargo las instancias de denuncia. Ese temor a la autoridad también tiene su razón en la historia de la criminalización LGBTI. Y a ello se agrega el desmantelamiento que este gobierno está haciendo de organismos públicos como el INADI, que impiden denunciar”. Para Litardo, muchas personas hacen las denuncias en las redes sociales y no en los lugares que habilita el Estado “porque se considera que son más efectivas en cuanto al impacto social y quizás allí se sienten más contenidxs. Quizás hay mayor nivel de empatía, de reacción. Las redes no proveen Justicia, pero tal vez contribuyen a la ansiedad de su búsqueda”.

Las cámaras no lograron visualizar el hecho

Presentes se comunicó con el Ministerio de Seguridad del Gobierno de la Ciudad para chequear los datos y saber si alguna cámara de las más de 2000 cámaras que monitorean las calles registró los hechos. Después de realizar la búsqueda, las fuentes señalaron que “las cámaras del lugar no lograron visualizar el hecho”. Las cámaras llegaron a registrar que hubo un incidente en esa zona y a esa hora, en Lima al 1600, en el barrio de Constitución, pero no se logra ver qué pasó porque el hecho ocurre bajo un árbol.

“La última vez que me pegaron fue en los ‘90”

“Pienso que la última vez que me cagaron a palos por puto fue en los ´90, en La Plata, en una época muy violenta. Ahora me había relajado. Pienso que eso no es una coincidencia. No siento odio ni tengo un sentimiento de revancha contra esos pibes que me atacaron. Siento una gran desazón, creo que esas conductas no son aisladas y por lo tanto reflejan un estado de ánimo de la sociedad. Si el Estado les pega a los maestros públicamente, frente al Congreso y delante de todos los medios, ¿por qué un pibe criado en una sociedad violenta, misógina, homolesbotransbifóbica no se va a sentir habilitado para golpear a quienes cree diferente?”, reflexiona Charly. Lo que le pasó, dice, reflotó una sombra. “Me hizo surgir un sentimiento de culpa que, tras muchos años de lucha interna, acompañada de una lucha popular y reconocimiento de algunos derechos, había desaparecido. Esa sensación que te hace sentir una puta por darle bola a un desconocido a la noche en medio de la calle. Esa pregunta latente ¿no te lo habrás merecido por sucia, por turbia, por promiscua? Eso no lo sentía hace por lo menos 15 o 20 años. Sé que no me lo merezco y que nadie se merece una golpiza por sentirse atraído por otrx o por lo que sea, no existen motivos. Sin embargo, la mierda más turbia del inconsciente colectivo siempre refluye en estos momentos históricos y en particular en eventos como éste”, concluye Charly.

Por qué hacer la denuncia

Desde el área de Litigios de la Unidad Fiscal Especializada en violencia contra las mujeres y personas LGBTI (UFEM) del Ministerio Público Fiscal, dijeron a Presentes que se han recibido algunas denuncias con ataques similares. Sin embargo, admiten que en la mayoría es difícil identificar a los agresores. Señalaron que no se cuenta con estadísticas sobre estos casos, ya que es difícil que el sistema los detecte como violencia LGBTI. En la mayoría de los casos, ingresan como lesiones o riñas. Desde el órgano judicial promueven que se haga la denuncia para visibilizar los casos.   “Es un círculo: no se sabe la cantidad de casos de violencia porque la gente no denuncia. Y cuando lo hace, los hechos se invisibilizan en clave de violencia LGBTI porque se los toma como delitos comunes sin estar especificado el ámbito de violencia donde se inscriben”, apuntó Litardo. “El desafío es trabajar al interior de las instituciones donde las personas recurren en primer lugar en búsqueda de justicia para hacer pedagogía de género”, agrega Litardo.

“No hay que quedarse callados frente a las intimidaciones públicas”

Desde 100% Diversidad y Derechos, Martín Canevaro, secretario de la organización. dice: “Vemos que hay un aumento de la violencia institucional contra la población LGBTI, que se expresa en diversos ámbitos, desde la policía hasta directores de escuelas que persiguen a estudiantes por su orientación sexual o identidad de género”, dice. Y convoca a que se denuncien estos casos en las instancias que correspondan, como así también a acercarse a las organizaciones. “No hay que quedarse callados frente a las intimidaciones públicas porque eso nos va a permitir visibilizar el aumento de la discriminación y perseguir a los agresores”. Dice Charly: “Creo que hace falta poner en práctica la ley de educación sexual integral en las escuelas y algún programa de educación para la diversidad o lo que sea que encuentre a la gente con todo lo que desconoce para que no le tema. Creo que es sino la única, la manera más adecuada de prevenir estos comportamientos brutales, y sobre todo para protegernos”.]]>

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