«Estos caminos son el legado de Lohana y Diana»
Claudia Vásquez Haro, presidenta de OTRANS Argentina, llevó a la ONU una misión histórica: en nombre de 22 organizaciones, entregó un informe-denuncia acerca de la situación de los derechos humanos de travestis y trans en la Argentina. Recorrido por la vida y militancia de una referente que le marcó compromisos al Estado argentino. Fotos: Ariel Gutraich…
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Claudia Vásquez Haro, presidenta de OTRANS Argentina, llevó a la ONU una misión histórica: en nombre de 22 organizaciones, entregó un informe-denuncia acerca de la situación de los derechos humanos de travestis y trans en la Argentina. Recorrido por la vida y militancia de una referente que le marcó compromisos al Estado argentino.
Fotos: Ariel Gutraich
A primera vista podría parecer una casualidad, pero es todo un signo de época. Hace unos días, Claudia Vasquez Haro caminaba, nerviosa y sonriente, por los pasillos de las oficinas de la ONU en Ginebra. Llevaba una misión histórica: era la primera vez que el Comité para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de la ONU (CEDAW: Committee on the Elimination of Discrimination against Women) recibía un informe sobre la situación de los derechos humanos de las personas travestis y trans en la Argentina, elaborado por veintidós organizaciones. Era un documento preocupante, una denuncia con datos concretos sobre maltrato y violencia policial, detenciones ilegales, falta de acceso a la Justicia, a políticas públicas y criminalización. Claudia, presidenta de OTRANS-uno de los colectivos que integra-, resultó la elegida para viajar a presentarlo ante la ONU.
De regreso en Buenos Aires, conversó con Presentes en el Espacio Memoria y Derechos Humanos, ahí donde hace 40 años funcionó uno de los centros clandestino de tortura y extermino más grandes del Terrorismo de Estado. Desde 2012, trabaja en el área de prensa. Nacida en Trujillo (Perú), Claudia se mudó a la Argentina en 2000 y labró un pequeño Guinness de récords políticos. Se graduó en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata -donde es profesora-, la primera universidad pública del país y de América Latina en respetar y reconocer, desde 2008, la identidad autopercibida de sus estudiantes. Fue también la primera egresada trans; y en 2012, tras la sanción de la Ley de Identidad de Género, la primera mujer trans migrante en recibir el DNI en Argentina. 2012 fue un año lleno de marcas: a partir de la sanción de esa ley, junto con otras personas trans y travestis conformaron la organización OTRANS, acompañadas por la Facultad de Periodismo, donde hoy es secretaria de Diversidad Sexual.
Claudia conserva la dulzura del acento peruano, pero habla con la convicción aguerrida que sólo infunden las calles y las luchas. Con una vehemencia y un marco político que se potenció en los claustros.
-¿Cuál es la preocupación más grave de las organizaciones trans y travestis que llevaron a Ginebra?
-El recrudecimiento la violencia institucional, eso que llevamos a la CEDAW. Si no podemos caminar y transitar libremente por la calle, es imposible pensar en la educación en otros espacios. Decimos que hay un retroceso en relación a las prácticas que se llevan adelante, que como pasó en los 90 con las compañeras trans, es hostil y arrollador. Las políticas neoliberales de los 90 vuelven a mostrar una escena así, con otros componentes. Estamos viviendo la persecución. Las políticas de mano dura impactan en los cuerpos de los más vulnerables. Y los más vulnerables en Argentina son las mujeres trans y travestis.
-¿Qué diferencias encontrás respecto de esos escenarios?
-Sabíamos que esto iba a pasar, pero nos encuentra en otro momento: en los ´90 no habíamos devenido sujetas políticas en un gran número. Para mí el termómetro es el Encuentro Nacional de Mujeres. En el de este año en Rosario era in-cre-í-ble ver el taller de las compañeras trans, multitudinario y con profunda discusión política. Recuerdo haber ido al Encuentro desde la sanción de la Ley de Identidad de Género, en 2012. Antes había una disputa con el feminismo, porque algún grupo no nos consideraba mujeres. Y ahí estaban Lohana (Berkins) y Diana (Sacayán), estaba Marlene, y estaba yo, como siempre, tratando de meterme por un intersticio, todas intentando tratar el tema con cuidado.
-¿La sanción de la Ley de Identidad de Género impactó también en el movimiento de mujeres?
– Sí, porque una vez que se sancionó la Ley, no sólo se institucionalizó el taller para mujeres trans y travestis, que éramos pocas. En aquel momento, hace unos años, las únicas que hablábamos éramos contadas con el dedo de una mano, ¡y me sobran dedos! Hoy veo una nueva generación con formación, con discusión política y una lectura clara de lo que es nuestra realidad. Y las bases piden más. Creo que todo eso se terminó sintetizando en el informe que presentamos a la CEDAW.
Hace poco estuve en Brasil, en el Foro sobre los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo en Salvador de Bahía, organizado por la organización feminista AWID (Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo). Veía cómo nosotras hemos ido construyendo y escribiendo nuestra propia historia y reescribiéndola, con activismo territorial, en las calles. Y pensaba que estos son los caminos que venimos transitando, y son el legado de Lohana y de Diana.
.-Presentar a la CEDAW un informe sobre la situación de trans y travestis preparado por víctimas de violencia policial ¿es también histórico?
-Sí, ir a la CEDAW implicó un proceso de armar nosotras mismas ese informe y es interesante compartirlo. Fuimos protagonistas desde las preparaciones previas. Nos convocó el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), en realidad empezamos el diálogo antes, a partir del fallo de Claudia Córdova Guerra (el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de La Plata, la condenó por supuesta venta de estupefacientes y citó como agravantes el hecho de que fuera travesti y peruana).
Violencias crecientes y denuncias
OTRANS La Plata y el Frente de Organizaciones TLGB La Plata Berisso y Ensenada vienen denunciando desde principios de año el incremento de abusos policiales, principalmente contra la población trans y migrante. Mientras sistematizaban denuncias y los testimonios, empezaron a hablar con el CELS de hacer un informe que diera cuenta de la violencia policial de la policía y también de la la Justicia hacia las personas trans, principalmente migrantes. En La Plata en particular, OTRANS denuncia discriminación por partida doble: por identidad de género y lugar de procedencia.:
“Por esos días, estaba en Argentina el relator de Naciones Unidas para la lucha contra la xenofobia y el racismo. Empezamos a pensar que en noviembre Argentina rendía su informe, lo hace cada cuatro años, a la CEDAW. El CELS convocó a unas 20 organizaciones. Les dijimos: «no queremos aparecer citadas, queremos ser nosotras las que lo escribamos». El CELS dijo «por supuesto».
Así se produjo y editó el informe, con los colectivos vulnerados. Tiene cuatro núcleos: marco jurídico, violencia institucional y cuestiones especificas (infancias trans, migrantes y hombres trans). Implicó convocar a todas las organizaciones trans y travestis de Argentina y compartir el trabajo de cada una. Ellas depositaron la confianza en OTRANS para dar cuenta de nuestra realidad actual en el ámbito internacional, del compromiso pero también de lo que viene después: el seguimiento.
Claudia, como representante de OTRANS, fue una de las diez argentinas, representantes de siete organizaciones, que presentaron informes en Ginebra. Entre los temas urgentes estaban el aborto, el encarcelamiento de Milagro Sala, la falta de políticas para frenar la violencia de género, la problemática de salud y de las mujeres campesinas.
Cuando llegó el día de exponer en Ginebra, Claudia estaba ansiosa y preocupada: faltaban unos minutos para terminar la hora pautada y casi no había tenido oportunidad de meter bocado. Acostumbrada a pelearla con las armas de la diplomacia, sentada enfrente de la feminista brasilera Silvia Pimentel, Claudia susurró: «Nosotras trajimos un informe sobre la situación de mujeres travestis y trans». «¡Ma-ra-vi-llo-so!» le respondió la brasilera, y empezó a hacerle a algunas preguntas, que remató con una frase que a Claudia aún le resuena: «Argentina siempre abriendo caminos».
Al día siguiente, a partir de este y los otros informes, un comité representante del Estado argentino debió responder otros interrogantes del mismo comité. Por ejemplo: ¿Qué hace el estado Argentino en materia de políticas públicas para que las travestis puedan acceder al mercado laboral y no estén en situación de prostitución? Pero también: «Nos gustaría que el Estado argentino informe por qué no ha cumplido la resolución de liberar a Milagro Sala».
Desde el Consejo Nacional de la Mujer, Fabiana Tuñez, intentó responder algunas cosas. Claudia no es la única que dice que las respuestas del Estado argentino fueron imprecisas y en algunos casos, equívocas. «Respondieron que tienen un registro de travesticidios, pero sus cifras, basadas en lo que sale en los medios, no son serias, están muy lejos de coincidir con las que manejamos nosotros. El Estado tiene que hacer un registro, trabajando con la Justicia y con las organizaciones de la sociedad civil», dice Claudia. Hace pocos días, las recomendaciones de la ONU recogieron muchos de los planteos realizados en Ginebra.
-¿En qué situación queda ahora el Estado argentino en términos de cumplimiento?
–La ONU ha mostrado públicamente la preocupación por la persecución a la población trans, por los crímenes de odio, los travesticidios y la falta de trabajo para las mujeres trans en Argentina. Dentro de dos años, el Estado argentino tiene que presentar un informe parcial respondiendo a todo esto que la ONU le marca. A los cuatro años, debe entregar un informe final. Consideramos que hemos cumplido el objetivo, pero nos queda el desafío del seguimiento. Como parte de este proceso, queremos sumar a compañeras y compañeros para armar una agenda internacional y que seamos cada vez más quienes vayamos, porque ese es el modo de empoderarse. Es el desafío: pensar lo local, lo provincial, lo nacional, lo regional y lo global.
La educación como pasaporte
-En momentos de tanta visibilidad como militante por los derechos humanos, ¿hay alguna escena de la infancia que te haya marcado y recuerdes especialmente?
–Siempre recuerdo cuando a mis doce años me expulsaron del colegio. Estudiaba en una escuela de varones y le plantearon a mi mamá: si no me retiraba, me harían un parte y no podría estudiar en ningún lugar. Tuvo que llevarme sin reclamar. Dejé ese colegio centenario, al que entrábamos por la maldita meritocracia de los primeros puestos, pero yo quería ser la primera, canalizaba la líbido por ahí. Me cambié a otro colegio, lejos, en el pueblito donde había nacido mi mamá. Todos los días caminaba una hora de ida y otra de vuelta, subía y bajaba dos cerros, a la mañana y a la tarde, en Santa Rosa de Yamobamba. Mamá me decía: » el estudio va a ser tu pasaporte adonde quieras llegar». Estudiar era un privilegio, otros no podían por la cuestión económica, o porque había que cuidar las vacas.
-¿Y qué pensás cuándo recordás eso?
-El otro día pensaba: «mirá lo que hubiera pasado si no me hubiera formado, si le hubiera hecho caso a esta sociedad heteronormativa que me expulsó del colegio». Pero a la mayoría de nosotras el derecho a la educación se nos ha negado. La escuela sigue siendo profundamente expulsiva. Entiendo que las compañeras no hayan podido terminar a veces estudios primarios. Faltan políticas publicas de un Estado que mira para otro lado y de una sociedad que avala esos modos discriminatorios. Y no lo pienso en términos individuales sino colectivos. Esto lo aprendimos también de las Abuelas y de las Madres de Plaza de Mayo. De denunciar en momentos difíciles, como ahora, que hay cerco mediatico, y estas noticias no aparecen. Nosotras hemos sacado estas noticias y las llevamos a la ONU: vamos aprendiendo de la historia de esas mujeres, a denunciar, a reclamar y también, a hablar en primera persona.
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