La Paquito, la cooperativa que da trabajo a lxs trans
Con sede en el barrio de La Boca (Buenos Aires), su nombre recuerda al amigo y modisto personal de Evita, Paco Jamandreu. El emprendimiento estampa
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Con sede en el barrio porteño de La Boca, su nombre recuerda al amigo y modisto personal de Evita, Paco Jamandreu. Estampa remeras, tazas y fundas, que se venden en el local y en marchas. Diana Aravena, una de sus integrantes, denuncia el recrudecimiento de la violencia contra el colectivo y argumenta la necesidad de una ley de cupo laboral trans.
Por @Inflafloy
La vidriera está repleta pero existe un orden entre la variedad de creaciones: remeras, estuches para celulares y tablets, tazas, pines, individuales y hasta baberos asoman a la tranquila calle Arzobispo Espinosa, del barrio de La Boca. Podría ser una tienda cualquiera, pero basta unos segundos para darse cuenta que allí reina la militancia. Evita y Perón, Cristina Fernández y Néstor Kirchner o las frases “No fue magia” o “Ninguna quiere” (en alusión a la frase de la expresidenta o la lucha contra la violencia machista) estampan con una estética a veces pop, a veces clásica, cada uno de los objetos a la venta. La Paquito, nombrada así por el amigo y modisto personal de Evita, Paco Jamandreu, nació hace cuatro años desde la Agrupación Nacional Putos Peronistas con el objetivo de crear fuentes de trabajo para las personas trans.
«Ni siquiera conocía el término trans»
La presidenta de La Paquito es Diana Aravena (primera candidata trans a legisladora por la Ciudad de Buenos Aires) una pelirroja de ojos verdes, casi transparentes, de gestos y hablar pausado que atiende el local, que también es taller, con máquinas de coser a la vista, mesas de trabajo, folletería varias y carteles. Diana aparece desde el fondo y lo primero que hace es ir a buscar a la calle a «Yamita», la verdadera dueña del lugar, una gata negra, diminuta, que dos por tres se escapa. Con la gata ya en brazos, que no ofrece ninguna resistencia, Diana se acomoda en la silla y ahora sí, empieza la charla.
–¿Cómo nace tu militancia?
-Yo venía de militar en el Movimiento Nacional Empresas Recuperadas, que es una consecuencia de la crisis del 2001 y del «Que se vayan todos», y antes había tenido bastante actividad gremial. Pero en 2007 me entero de la existencia de Putos Peronistas y me pareció que era el lugar donde había que estar. Antes de eso no tenía militancia específica de temas de diversidad. De hecho yo durante mucho tiempo iba y venía, no era trans full time, digamos. Cargaba todavía con eso de las expectativas de los demás, con el propio sentimiento de culpa y con la obligación de, para sobrevivir, para conseguir un trabajo, tener que disfrazarme de chongo. Y por muchos años pensé que lo que me pasaba a mí era algo extraño, ni siquiera conocía el término trans. Habiendo vivido la adolescencia en dictadura todo era aún más tapado, difícil. Y en Putos Peronista encontré como una síntesis de las dos militancias.
-¿Por qué Putos Peronistas?
-La organización se creó en La Matanza (Provincia de Buenos Aires) y nació para diferenciarse del resto de las organizaciones de la diversidad, que básicamente son ONG’s y en un punto hacen gala y se definen como apolíticas y apartidarias. A nosotros nos parece que representan esa idea bien de los ’90 de que el Estado no hace falta y eso del “gay asimilable”. Y nosotros pretendemos expresar otra cosa. Primero, que los cambios derivan de la política y sobre todo del peronismo, que es el lugar de los excluidos. Y al usar el “puto”, que es como suelen insultarnos, hacemos una apropiación, resignificando la palabra. Además queremos expresar una cuestión de clase, hacernos cargo de las reivindicaciones de los compañeros más pobres, de los putos de barrio.
-Ustedes tienen una frase que dice «el gay es gorila, el puto es peronista».
-Eso es entender que justamente el concepto de lo “gay friendly” es “friendly” mientras tengas un buen poder adquisitivo. Pero si no tenés un mango, tenés que aguantarte a la policía, que te cueste conseguir un lugar para vivir, que te cobren el doble en un hotel, que en los boliches gays no te dejen entrar. En fin, que si sos morocho o suburbana tenés la vida más difícil. Y también entendemos desde Putos Peronistas que nuestra lucha, conseguir nuestros derechos, es parte de la lucha de todo el pueblo. No son luchas de minorías, porque son derechos que se conquistan.
-Y en los últimos años se han conquistado varios derechos, como La ley de Identidad de Género o el Matrimonio Igualitario.
-Sí, fueron grandes logros y tuvimos un gobierno con el que nos identificamos. Pero queda de mucho por hacer, como el acceso al trabajo, que sigue siendo un problema. Pero además en este último año ha habido un recrudecimiento de la violencia contra nuestro colectivo. La semana pasada desde Putos Peronistas expusimos en el marco de la visita la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre Violencia contra las Mujeres y denunciamos la complicidad del Estado Argentino por acción y omisión. Llevamos el caso del asesinato de nuestra compañera Estrella Belén Sánchez, el no cumplimiento del art 11 de la Ley de Identidad de género y también denunciamos la detención arbitraria de MIlagro Sala, presa por mujer, por pobre y por originaria. La Relatora se comprometió a reunirse con funcionarios nacionales y solicitó información de las organizaciones para actuar en los foros internacionales.
Exigimos una ley de inclusión laboral
-¿La cooperativa surge como una salida laboral que no sea el trabajo sexual?
-Nosotros no tenemos una posición en contra del trabajo sexual. No somos abolicionistas. Sí decimos que tienen que haber alternativas. Que es una cagada que las trans tengamos como única opción de vida, de supervivencia, estar en la calle, en la esquina, en la ruta. Por eso exigimos una ley de inclusión laboral, en el Estado y en la actividad privada. Presentamos un proyecto en 2013 que ahí quedó y ahora estamos en plena campaña.
-¿Por qué creés que no avanzó este proyecto?
-Porque el ministro de Trabajo no estaba de acuerdo con la ley de cupos. Y nosotros le dijimos que era la única manera, porque no convencés a los empleadores sólo con cursos de sensibilización. Entonces en la agrupación se dio la discusión de qué hacer con el tema. Primero, por nuestra reinvindicación peronista, de que el trabajo es lo que organiza la sociedad, es lo que te da derechos, obra social, poder acceder a una educación. Y segundo, porque el trabajo es lo que empieza a romper con la discriminación, por todo ese desconocimiento que hay. Y es peor en el interior. El otro día una compañera de un pueblito de Santa Fe me contaba que ellas no salen de día, no conocen el día prácticamente. Algo terrible. Por eso decidimos hacer la cooperativa, para ver si podíamos encontrar una solución laboral para las compañeras nuestras, en principio, y demostrar y demostrarnos que esto que decimos es cierto y funciona así.
– ¿Cómo fue el arranque?
– Un compañero sugirió la idea de hacer esto, estampado por sublimación en distintos materiales, en remeras, neoprenes (como los estuches), las tazas que son de cerámica o de plástico y otras cosas más. Y por un tema de costos era mejor que cualquier otro rubro. Tenemos dos líneas: la específicamente peronista, que es nuestro nicho, y después sobre pedido. Nos encargan cien remeras de tal cosa y cintitas, o pines, y las hacemos. Participamos de muchas ferias, actos políticos, marchas, con un stand. Algunas cosas, poquitas, se venden por Facebook. Eso deberíamos activarlo más y encontrar una forma de distribución. Pero hay algunos conocimientos que todavía no tenemos.
– ¿Vos habías hecho algo de esto?
– No, aprendí con la práctica. Desde manuales de uso de las máquinas hasta tutoriales de Youtube. Siempre decimos que quemamos un montón de tela para hacer el laburo. Y después tuvimos que aprender todo lo que implica una gestión, aprender a comprar, a vender a sacar un precio, toda la parte impositiva.
– ¿Cuántas personas trabajan en la cooperativa?
– No somos un número muy fijo. Entre 8 y 12. Depende de un montón de cosas, de demandas de laburo, de que tengan ganas de venir. Por eso siempre insistimos en lo de los cupos del Estados. Porque nosotras ya teníamos la experiencia organizativa, pero para empezar de cero cuando no tenés experiencia de laburo, y siempre estuviste en la calle, con una cultura individual, siendo vos sola contra el mundo para ganarte el mango, es difícil insertarte en un colectivo. Luego existe alguna expectativa de compañeras que dicen “empiezo a laburar y voy a tener todos los meses tanta plata” y eso a veces no es tan así porque varía.
Salir a la luz del día
-¿Cuál ha sido el impacto de La Paquito?
-En relación al barrio, cuando llegamos éramos como un grupo de marcianas que habíamos bajado del colectivo 39. Yo vivía en Constitución. La gente pasaba por acá y asomaba la cabeza. Pero de a poco nos hicimos parte y tenemos como un reconocimiento. Además nuestro objetivo es que el laburo sea territorial para todos. Si hacemos un taller, que sea abierto para todo el barrio. Acá en La Boca se ve bien el desastre de la gestión macrista. Hay muchos problemas de vivienda, escuelas hechas pedazos, y nosotras queremos ayudar en lo que podamos. Obviamente el vecino que era transfóbico probablemente lo siga siendo. Hasta el año pasado sacábamos fotocopias también, y acá al lado hay un consultorio médico para jubilados y venían las señoras y charlábamos, y hasta a veces se llevaban algo. Igual ya que vinieran estaba bien.
– ¿Y a nivel interno cuál ha sido la transformación?
– El hecho de trabajar en sí te cambia hacia adentro, te valorás de otra manera. Es empezar a tomar conciencia que tu lugar no es solamente estar en la calle, que podés acceder a otras cosas, salir a la luz del día. Como dice Cristina (Fernández) “empoderarte”. O cuando tenés alguna situación en el hospital, poder reclamarlo. La cooperativa funciona también como espacio de cierta contención, en la medida que podemos y en lo que sabemos. Temas de papeles, alguna que la metieron presa. Es un poco tarea de unidad básica. Lo más importante: te da otra perspectiva de la vida.
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