La comadre Quirquiña, una cholita drag en carnaval

Llegó de Bolivia a Argentina y en Villa Soldati se convirtió en la comadre Quirquiña.

Por Carla Castelo

Fotos: Ariel Gutraich 

Se siente por momentos mujer pero se define como un gay transformista. Llegó de Bolivia hace nueve años como un muchacho tímido y se convirtió en una chola famosa en la comunidad, que realiza programas de radio y conducción de shows. Le dicen la comadre Quirquiña.


Un día de carnaval, en la oscuridad del cuarto, la comadre Quirquiña abraza sus faldas de chola y agradece haber llegado a ser feliz. Esas faldas bordadas y brillantes de las fiestas de la comunidad boliviana, cuando las cholas se visten con blusas de encajes y bordados, y los típicos sombreros bombines de La Paz. Siempre ornamentados con joyas.

Quirquiña, con el maquillaje corrido de bailar y beber en las fiestas tradicionales, se recuesta con sus faldas de colores. Agradece ser auténtica. Agradece ser famosa. Agradece ser aceptada por su comunidad.

Si la vieran en los carnavales de Villa Soldati, ir y venir entre las cholas grandes, y esos machotes bolivianos vestidos de gala, con pantalones ornamentados, y sombreros brillantes. Entre ellas, Quinquiña es una más. Otra comadre. Otra de las cholas que van y vienen con sus galas, cuidando a los chicos y sirviendo cerveza, una tras otra, en vasos de plástico, y ofrecen y bendicen la tierra, con un poco de bebida. Siempre. Unos y otros. La challa bendita. La ofrenda a la Pachamama.

Quirquiña habla de “la vergüenza de ser marica”. Cuenta que la challa realizada por un homosexual trae buena suerte. “Porque el marica es hombre y es mujer”, explica. Y unx se detiene en la contradicción, ser discriminadx y veneradx.

“Yo llegué en 2011. Empecé como hombrecito de pelo corto. Era ayudante de costura, y mientras ahorraba las monedas para estudiar, ahí en la escuela de enfermería…  Cuando ingresé es cuando me dan verdaderamente la oportunidad de ser libre. Porque entenderás que cuando uno es gay se notan los amaneramientos, hay cosas que te delatan, y mis compañeros suponían pero no me decían nada. Lo lindo del argentino es que te trata como te ve. O como dice Mirtha Legrand,como te ven te tratan”.

Quirquiña abre sus ojos diminutos maquillados con sombra púrpura y delineados de negro. “Me fui liberando de a poco, me empecé a transformar, y caí en los medios de comunicación por un grupo de canto. Me fui quedando y la Quirquiña se fue haciendo más conocida cada vez, mucho más popular, a través del humor”.

Sonríe. Quirquiña siempre sonríe y habla en tercera persona de sí misma. Como si Quirquiña fuera un personaje de ese varón que trabaja de enfermero. “Voy con el uniforme. Ahí voy a cara lavada, tranqui”, dice.


Pero ella desea ser Quirquiña todo el tiempo. Así la bautizaron la primera vez que visitó la radio donde tiene su programa, Radio Líder. “Por el condimento, la quirquiña, picante” ríe ella.

Quirquiña es boliviana, y tiene esos modos delicados de las cholas. Así se ve en el carnaval colorido que realizan todos los años en un predio humilde, en el que un jurado de expertos evalúa las comparsas. Las cholas atienden a los chicos, atienden a sus hombres, y a las frecuentes visitas del lugar. Con sus faldas inmensas, sus medias apretadas, su joyería dorada, las cholas son sumisas. Y danzan, luciéndolas de encaje. Y en el carnaval son veneradas por los hombres como suyas.

Quirquiña es una más en aquel carnaval, donde despliega su pollera bailando, con gracia y cierta picardía. Ella es una de las que prepara el pic-nic de la comparsa Rompecorazones. Y cuando desde el escenario la saludan, responde con la mano en alto y un delicado movimiento de su mano. Y esa risa dulce que todos esperan de una dama.

“Yo me siento una mujer. Cada vez que los compadres vienen yo me siento una mujer, porque dicen comadre Quirquiña, me hacen sentir contenida. Te sientes tan bien que la gente te trate así que te sientes plena. Quirquiña es Quirquiña”. Se integra también, con algunas de las cuestiones que implican a una chola. Y conquista a su comunidad con el humor.

“Esto es Quirquiña. Esto es una ola. Hacemos voces, hacemos personajes, porque hago la voz de Consuelo, que es una persona travesti cheta, hija de bolivianos, nacida acá. ‘Mis papas son bolivianos, yo no’. Refleja a los hijos de bolivianos, cómo están actuando. Y nada pues Quirquiña es una chola de pollera que vino de La Paz, y asume el rol de mujer con pollera, hasta el comportamiento, es coqueta, pícara, vivaz”.

Se nota que la quieren, la festejan. Hay una integridad más sabia en la comunidad boliviana. Aunque el tema de la homosexualidad es tabú todavía. Quirquiña se mimetiza simplemente. A veces, juega a ser varón también, porque le gusta.

“Lo que yo hago es transformismo. Hoy día estoy de cholita y mañana sale partido y me voy con los guachos, sabes cómo le entramos”.

Pero su risa es más femenina que la de Rita Haywhort. Y sus movimientos, pudorosos. “Se trata de eso. Quirquiña es así. Ha logrado mucho en la colectividad. No sé qué dijeron la otra vez, insultaron a Quirquiña, y la gente misma, pobre el que insultó, la gente misma dice hay hombres y mujeres y la Quirqui está ahí. Se han familiarizado”.


Quirquiña tiene 30 años. “Y ganas de tener una familia normal, una casa, hijos, que venga mamá”. Dice que ha sufrido por amor. “Quirquiña cuando tiene que amar ama. Vive. Y si puede picar algo en una fiesta, bienvenido”.

Como una mariposa se desliza entre la multitud. Ofrece una bebida y abre la botella de cerveza con unos golpecitos en la tapa. Se mueve con tanta ligereza que parece que bailara siempre. Con esas costosísimas polleras de miles y miles de pesos. “Mi hermana cada vez que viene mira las polleras y me dice que las quiere en herencia”, cuenta.


Su familia aceptó a Quirquiña, porque Quirquiña hizo de sí misma un personaje. Conduce shows, realiza spots publicitarios en Bolivia, hace actos de presencia. Ya tiene canjes. Se convirtió en una persona destacada para la comunidad boliviana.

“Yo he luchado mucho para llegar hasta acá, me ha costado, y cuando venimos a disfrutar sentís… ya estás arriba, no sé cómo llegué, pero llegué”.

Un hombre tímido y gay que llegó a la Argentina, donde se convirtió en Quirquiña. Así sedujo a una comunidad que le era tan esquiva, tan inasible cuando todavía vivía en su país.

Defiende con un amor entrañable las tradiciones de la cultura de Bolivia. Un hombre que ha dejado de ser, una mujer que nace entre los ritos más arraigados. Y como ella dice con la mirada enternecida, cuando ve a los chicos más pequeños vestidos con las galas tradicionales, piensa siempre: “Vamos a tardar en morir”.

 

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