Centro Frida: "Quedan a la intemperie cuando deciden sobre su vida y su cuerpo"

El Centro de Integración Frida alberga a mujeres trans, travestis y cis en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. Una de sus coordinadoras, Florencia Montes Paez, habló con Presentes acerca de las relación entre género, sexualidad, clase y derecho a la vivienda. Hoy este espacio tiene el doble de personas en lista de espera que el año pasado.

El Centro de Integración Frida alberga a mujeres trans, travestis y cis en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. Una de sus coordinadoras, Florencia Montes Paez, habló con Presentes acerca de las relación entre género, sexualidad, clase y derecho a la vivienda. Hoy este espacio tiene el doble de personas en lista de espera que el año pasado. Por María Mansilla Fotos: Centro de Integración Frida ¿Qué tienen que ver los derechos sexuales con el acceso a la vivienda? La respuesta es el cimiento del Centro de Integración Frida, que cumple dos años. En la Ciudad de Buenos Aires, «El Frida» es el único lugar para mujeres trans, travestis y cis con o sin hijxs en situación de calle que respeta la ley porteña: brinda apoyo integral con puertas abiertas las 24 horas. Alberga, escucha y aprende de ellas. Lo gestionan las agrupaciones No tan distintas y Proyecto 7. Mientras organizan la varieté del festejo -el sabado 17 de julio-, esperan los resultados del primer Censo Popular de Personas en Situación de Calle, que se realizó este año en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistamos a Florencia Montes Paez, una de las coordinadoras.

-En su manifiesto dicen que es clave abordar el tema sexualidades para pensar el derecho a la vivienda. ¿Cómo sería el enlace?
-Cuando nació El Frida ya estaba vigente la ley de identidad de género. En ningún momento nos planteamos que las mujeres trans no pudieran estar. Fue un aprendizaje porque ellas trajeron muchísimos saberes sobre cómo se autoperciben, las complejidades que tienen en el acceso al sistema público de salud para llevar adelante su transición, la discriminación específica que sufren en instituciones públicas. En el espacio de género y sexualidad damos el debate y deconstruimos discursos que están muy instalados en la sociedad y que arrastramos todxs. Hay compañeras trans posicionadas ética, política e ideológicamente, tienen claro cómo dar la lucha desde una perspectiva de la diversidad. También nos preguntamos por qué estos cuerpos son arrojados a la calle y quedan por fuera del sistema de vivienda, educación, salud.
El Centro Frida vive en asamblea permanente. ¿Cuáles son los debates que se despliegan allí hoy?
-Nuestra comunidad está conformada por las habitantes -las compañeras que tienen cama, que viven en el centro-, las egresadas -que se fueron yendo porque solucionaron su problemática habitacional- y las que están en lista de espera -que son 205, el doble que hace un año-. Cuando arrancamos sabíamos que más allá de lo planificable en términos institucionales, las protagonistas iban a ser las pibas. Acá lo más rico de la experiencia colectiva tiene que ver con el aporte de la compañera de otro país, de la trans lesbiana, de la compañera cis que escapó de una red de trata. Esas especificidades son aportes cuando se ponen a circular en un grupo de mujeres generoso. Es nuestra obligación discutir estas cosas, pensar en términos de clase, género y sexualidad para dar cuenta de la complejidad del mundo en el cual se supone que queremos integrarnos.
-¿La situación de calle multiplica las violencias de género?
-Todos los tipos de violencia se acentúan. Las compañeras se ven obligadas a estar en condiciones de pobreza económica y peor, de pobreza afectiva. Una categoría en común es la soledad. Y otra, que todas suelen quedar a la intemperie cuando toman una decisión con respecto a su vida, a su cuerpo. Entre las atrocidades que viven, resaltan que la policía las hace sentir zarpadas. Si lo analizás, esta palabra tiene que ver con una reacción animal de sacar las garras, de hacer sentir arrebatado al otro. Las compañeras en situación de calle son un blanco muy fácil para la policía, y ni hablar si es una mujer trans y migrante. Lo paradójico es que dentro del centro, lo rico de la experiencia colectiva tiene que ver con estas especificidades.
-En unos días estarán los resultados del Censo Popular realizado entre ONGs y organismos porteños. ¿Qué expectativas tienen?
-Sentimos conformidad con haberlo llevado adelante porque es una manera de cumplir con la Ley 3706, que exige un relevamiento anual serio para poder elaborar políticas específicas. Igual, la expectativa total no está en el número en sí. El Frida, por ejemplo, no es un centro grande, el número no es lo que nos caracteriza. Lo que nos interesa es discutir enfoques para abordar una problemática de vulnerabilidad extrema, pensar respuestas desde otra perspectiva que no es asistencialista ni patriarcal sino que contemple instancias en las que las y los compañeros se fortalezcan en el proceso de toma de decisiones. Tenemos expectativa porque la encuesta refleja datos de salud, educación, violencia, subsidios, acceso a programas. Y queremos desmitificar relatos construidos en torno a la persona en situación de calle. ¡No son responsables de su situación, estamos convencidas! En una sociedad superavitaria como Buenos Aires es una atrocidad, una masacre, que haya gente obligada a vivir a la intemperie.
-¿Vamos hacia un cambio cultural o la difusión de algunas de las conquistas de personas LGBTIQ son espasmos de temas que generan impacto?
-Estas conquistas surgen de la experiencia de personas que no tenían acceso a derechos. Y los sectores populares logran instalarlas en la agenda, produciendo subjetividad, pensamiento, agenciamientos de otro tipo. Y muestran los frutos de la organización colectiva.

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